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26. Recreativo - Cádiz (27/02/2010)

Normalmente, yo no suelo escribir crónicas de desplazamientos de esta santa peña. Las muchas horas que le dedico a esta web me liberan, de forma más o menos tácita (si no queda claro yo lanzo un exhabrupto del tipo "no lo hago porque ya estoy hasta los c****es y listo), pero como ocasión especial, por aquello de mi doble ciudadanía Cádiz-Huelva (una por nacer, otra por pacer), iba a realizar esta.

Desde el viaje de ida, así como en el transcurso del primer tiempo, iba esbozando en mi cabeza mi vuelta a las parrafadas desplazatarias. Las horas con la familia, la coincidencia con los cuatro gatos, el carajazo que se pegó uno de ellos y que terminó en brecha, para mayor gloria del protagonista, al que los desplazados le pedimos que le cediera sus tres estrenados puntos a un Cádiz que, sin duda, los necesitaba mucho más. Dejo una pírrica foto a modo de prueba de la asistencia al partido, ni ganas de poner más.
Pero ese estacazo en pleno corazón que fue el gol de Álvaro en el minuto 90 han cambiado las tornas. Lo que voy a escribir ahora va a ser una liberación, una válvula de escape que, si bien no acallará este run-run que me recome, al menos sí me permitirá compartir con los míos esta zozobra que ayer me ensombreció el ánimo.

 


En marzo de 2006 tuve una revelación, una visión. Fue en Bilbao, en el primer desplazamiento de nuestra peña constituida como tal. Cuál profeta de la religión cadista, anuncié entonces, en el coche de vuelta a Madrid, el descenso seguro de los amarillos a final de temporada. La poca mordiente de los nuestros, la candidez a la hora de machacar a un adversario que temblaba como un flan, me pusieron en la pista. Y eso que yo no soy muy avispado. Efectivamente, aquello no requería de unos conocimientos futbolísticos al nivel de Cruyff o Mourinho para ser vaticinado, pero para mí, fue en el momento en el que YO SÍ fue consciente de lo que se avecinaba.

Ayer volví a tener esa misma sensación, la misma clarividencia. Exactamente idéntica. La misma certidumbre, el mismo pesar, la misma oscuridad. Casi podríamos tirar de serie dramática de médicos, tan de moda ahora, para resumir lo que aconteció ayer junto a la ría huelvana:

(sonido de un pitido agudo sostenido de fondo)
- Doctor Espárrago, deje la reanimación, ya no podemos hacer nada por él
- Hora de la muerte: diecinueve cero tres

En efecto, esa es la hora en que el Cádiz ha vuelto a bajar a Segunda B. En mi subsconciente, sí. No será lo que dicen las matemáticas, pero para mí, es la hora en la que hay que pensar que nuestro futuro es negro e incierto. Ese fue el minuto en el que Toedtli falló un penalti decisivo (nada más lejos de mi intención que personificar este descenso en el Pájaro, que el año pasado abanderó el ascenso), un penalti que podría haber sentenciado un partido que, de forma increíble, se terminó perdiendo. Ni el xerecista más aquejado de caditis podría haberse puesto, en el mayor de sus empeños, a escribir una forma tan cruel de hurgar en la herida, de materializar en un partido, todo el sufrimiento que está pasando este año la afición amarilla (y lo que te rondaré morena).

Y es que todavía hoy se hace complicado analizar y comprender lo que pasó ayer en el Colombino. O no. El equipo peleó, luchó, tuvo ocasiones, acorraló a un rival que emitía unas señales de descontrol muy claras. En el descanso todo pinta de maravilla, victoria parcial, y sonido de viento en el coliseo albiazul, y no era por la tormenta perfecta (perfecta porque no llovió, así quiero yo que sean todas). Perfecta como el tornado que iba a pasar por Cádiz hace unos meses, perfecto como el descenso que vamos a sufrir.
Penalti y esto parece finiquitado. El portero lo para, y snif, snif....esto empieza a oler a quemado. El partido es un correcalles, el Cádiz llega mil veces, le empatan pero aún así no ceja en su empeño. Por una banda, por la otra, otro centro de Cristian....pero llega el minuto 90, otro despiste en defensa, una falta en el borde del área, Casilla que prefiere dejar de cubrir los dos palos (si va por encima de la barrera también entra) y descenso a los infiernos. Hasta el Huelva Información hoy reconocía que el Cádiz mereció ganar por goleada.

Ante una cosa así, uno se queda sin palabras, sin ganas siquiera de protestar, cabrearse o llorar. Algo parecido a lo que viene padeciendo esta afición desde que muy pronto esta campaña se empezó a ver que este equipo no daba para mucho. En sepulcral silencio, encaro el camino a mi casa, orejas gachas, ojos llorosos. Con palabras o con miradas, los aficionados recreativistas expresan su incredulidad ante el resultado final, el alivio de saber que, en cualesquiera otras circunstancias, habrían acumulado su enésimo mal resultado en casa y se habrían metido en serios problemas. Casi puedo escuchar en sus cabezas un exhultante "fiuuuuuuuuu". Las líneas de pensamientos de los comentarios que me rodeaban por doquier, cuál nube de pájaros en una cacofonía dolorosa, se podían resumir en:
- Qué malo es el Cádiz
- Vaya tela lo que ha perdonado el Cádiz hoy, nos hemos escapado vivos por los pelos
- Si el Cádiz no ha ganado hoy, no lo hace nunca

Eso último me iba repitiendo yo una y otra vez, sin poder apartarme el pensamiento de la cabeza, sin encontrar consuelo en nada ni nadie. Esa losa que se iba cerniendo sobre nosotros, ese eclipse que poco a poco se iba gestando, de repente estalló ayer por los aires. El que avisa no es traidor, y el fútbol nos llevaba gritando ya muchas semanas que así no íbamos a ningún lado. Pero o bien hicimos oídos sordos, o bien, hastiados y cansados, le dijimos que se fuera con viento (de la tormenta perfecta) fresco a otra parte, que aquí ya ha pasado bastante el Levante (2-4).
Se cortó la cabeza a Gracia. Se espoleó a unos jugadores que lo intentan, pero que no tienen más que ofrecer. Al que tiene cinco, no se le puede pedir diez. Lo dan todo en los partidos, pero necesitan diez ocasiones para meter uno. No se puede pretender, con el mismo equipo que había en Segunda B, seguir manteniendo el papel en Segunda A. No funcona así.
Así que sólo queda mirar para un lado, ya sólo queda dirigir toda la crítica hacia el mismo sitio, la misma persona. Pero de forma increíble, esta afición ha perdido todo lo que le ha definido en un tiempo pasado que es casi presente de lo cercano que es. La afluencia al Carranza ha pasado a ser del montón, el ambiente en el estadio es vulgar, un campo más de Segunda, en el sentido más peyorativo del término. Con los encuentros que ha ganado esa grada hace muy poquito tiempo, ahora es una triste letanía, un fantasmagórico desfile de muertos vivientes incapaces de recurrir al único recurso que queda, tirar de pañuelo y de pitos para, por lo menos, hacerle saber al de arriba "estos son mis colores, pero este no es mi equipo".
Todos estamos cabreados en las tertulias de barra, todos aporreamos los teclados volcando nuestra impotencia, pero llega el domingo, y parece que hay miedo a protestar. O pérdida de interés. Lo mismo da.
Por no haber, no hay ni ganas de reírse de las desgracias de uno mismo. En Cádiz ya no es carnaval. El cadismo no siente nada, lo peor que se puede sentir. New York Times, tienes ahí otro artículo de esos que te gustan a ti.

Todo eso iba barruntando ayer mientras arrastraba mis pies junto a la ría onubense, con envidia de los muchos que portaban bufandas y camisetas azules, que aunque fuera de aquella manera, habían visto a su equipo ganar. Hermanitas de la caridad, madres teresas de calculta, vamos rescatando a los equipos a los que nos medimos, a los que, a pesar de encontrar en cama y con cuarenta de fiebre, en vez de darles el empujoncito que necesitan para morir, les ponemos respiración asistida, y vemos como les vuelve la color. Todo eso estaría muy bonito sino fuera porque es a costa de nuestra salud. ¿Cuándo va a venir un equipo que sea tan generoso con nosotros? Pos seguramente el año que viene.

Y ahora llega a casa y ponte a explicarle a la gente que tu cara de cabreo, que tus pocas ganas de hablar no son por perder un partido. Que no ha sido un partido cualquiera. Que no eres un niño mimado que no soporta una derrota. Intenta hacerle entender a los tuyos que hoy has visionado el descenso, que lo único que has hecho ha sido anticipar el disgusto unos meses, cuando un día, las matemáticas certifiquen estas sensaciones tan perras que me invaden. Intenta.....bueno, mejor lo dejamos.

Ya otro día, hablamos de lo que me pasa por la cabeza de pensar que, un día cualquiera de septiembre, pongamos, como diría Sabina, que hablo del 11, sábado, recibimos en liga, al Lucena, al Sangonera, o al Estepona (dicho con todo el cariño y respeto hacia esos equipos y colores), con una grada caída y las máquinas paradas, como están en Valencia, apenas 3000 personas en las gradas, y una banda municipal toca el himno (si hay dinero pa pagar a la SGAE). Centenariazo (y encima perderemos).

 

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CREACIÓN FICHA: 28/02/2010

ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN: 28/02/2010

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