Camino a Burgos: Sobre corderos asados y triunfos coperos

Escribía el gran Baruch de Spinoza allá por el siglo XVI aquello de “humanas actiones non ridere, non lugere, neque detestari, sed intelligere” (no reírse, no lamentar, nunca detestar las acciones humanas, sólo entenderlas). Estas palabras explican en gran medida como un grupo de personas viajan un gélido miércoles de noviembre de Madrid a Burgos siguiendo la llamada de lo salvaje que diría Jack London que en este caso es la llamada de su equipo. El día festivo en la Comunidad de Madrid invitaba al viaje, pero el servicio meteorológico abría una brecha en el optimismo mas hilarante (el célebre clima burgalés amenazaba con frío y lluvia), aún así se decidió ir.

La expedición estaba formada por Manolain, Merche, Chele, Maite, Kiko, Diego, Marta y el que suscribe. Para mí en concreto era mi primera salida fuera de Madrid para ver al Cádiz, por lo que la alegría era doble.

Sin novedad llegamos a nuestra primera parada en la villa de Aranda de Duero donde después de cumplir con el santo precepto del aperitivo en algunos conocidos bares del pueblo, donde observamos el cariño de los lugareños a nuestros colores, dispusimos a ir a comer en ese templo de la gastronomía llamado “Restaurante El Pastor”, donde degustamos el celebérrimo cordero asado en horno de leña regado por uno de esos Ribera del Duero que consiguen la excelencia entre el plato y el vino y para terminar el maridaje postres caseros que invitaban a una siesta (sobre que exista gente que mezcle en este festival de sabores la horrenda lechuga podríamos escribir un capítulo aparte, pero la libertad tiene estos tenues matices).

Ya de camino a Burgos, un afamado miembro de nuestra pequeña pero sólida comunidad del anillo empezó a relatar historias mágicas sobre una gasolinera en la cercana Miranda de Ebro, una especie de Walhalla o santo lugar donde se expende el combustible más económico de España ante la atónita mirada de los presentes. Pues, en este transcurso de acontecimientos llegamos a Burgos (crisol de razas, cruce de caminos, faro de la cristiandad, martillo de herejes y azote de infieles) donde los peores presagios se cumplían y el frío y la lluvia nos daban la bienvenida. Después de hacer algo de turismo por los alrededores de la catedral llegamos al estadio de “El Plantío”, que la verdad sea dicha ha vivido tiempos mejores, donde disfrutamos de la victoria de el Cádiz por 0 goles a 2 y como colofón parte de la hinchada local nos invitó a unos buenos tragos de vino que aceptamos con gusto aunque sólo fuera por combatir el principio de glaciación que sufría buena parte de nuestras maltrechas anatomías. Así que contentos y agradecidos regresamos a la capital del Reino esperando volver cuanto antes.

Jose Luis