Con la peña aún en su fase de génesis, una pequeña delegación se personó en Sevilla para ver un partido que a la postre resultó decepcionante

Foto tomada de coleccionafutbol.com

Finales de noviembre de 2005. La peña cadista 1910 aún no existe como tal, pero en las cocinas del cadismo, una nueva receta se está cocinando a fuego lento.

Uno de sus primeros ingredientes en forma de desplazamiento fue este Betis-Cádiz, dos equipos que hacía muchos años que no se veían en liga, y que sin embargo, no pudieron honrar el momento con un buen partido, más bien todo lo contrario. Ambos nos demostraron porqué iban a estar toda la temporada en los puestos complicados de la clasificación.

La pequeña delegación la formábamos Merche, Javi Doña y un servidor (Manolain), los tres ubicados en la zona "noble" del estadio Manuel Ruiz de Lopera, aunque por exigencias del guión, algo separados. Sin embargo, y como es de imaginar, no estamos solos ni muchísimo menos en las gradas del coliseo heliopolitano: se cuentan por cientos los aficionados que acoquinan la única autopista de peaje de nuestra comunidad (normalmente recorrida en sentido inverso por los sevillanos que buscan el sol y las playas de nuestra provincia) y que como siempre, tiñen de amarillo una de las gradas del estadio del rival.

Hay buen ambiente de fútbol y concordia. Betis y Cádiz siempre se han llevado bien (hay que decirlo claro, unidos por su poco gusto por el otro equipo hispalense), aunque esas relaciones están mucho más hermanadas desde que Lopera tuviera aquel bonito gesto en el Trofeo Carranza del 2000, en que donó 50 millones de pesetas y la participación gratuita de su equipo en el torneo veraniego por antonomasia (que por supuesto, se llevaron los verdiblancos en la única edición hasta ahora decidida a único partido). El cadismo no olvida y agradece un regalo que seguramente, posibilitó que nuestro club no desapareciese y hoy podamos estar cerca de celebrar nuestro centenario.

Al partido, que me pierdo. Como digo, el encuentro dejó muy poco. Sensaciones de impotencia e inoperancia en ambos conjuntos. De haber caído este choque por mayo, cualquiera habría pensado que había un pacto de no agresión previo. Pero no, simplemente es que los equipos eran así de malos. Dentro del clima de respeto y palmaditas en la espalda cruzadas, los futoblistas parecen haberse contagiado y se despachan con un empate a uno, que dejan contentos a los dos (bueno venga, un poquito más a los cadistas). El partido deja como dato importante, el último gol de Manolo Pérez con la elástica cadista (como no podía ser de otra manera, a balón parado, de penalti). Después de dos temporadas sensacionales en Segunda, en las que el catalán fue absolutamente esencial para conseguir el ascenso, Manolo se despediría poco después. Ante la falta de minutos, decide fichar en el mercado de invierno por el Hércules, donde sería titular indiscutible, y al que ayudó a mantener la categoría tras su regreso a la División de Plata.


Foto tomada de La Voz Digital

Con el empatito en la buchaca, nos reunimos a la salida del estadio (después de haber esperado a Manolo a que terminara de trabajar, de verdad que chico más pesado), y nos montamos todos en el coche (se une al viaje de vuelta otro Javi, mi amigo de Riotinto), para con la noche ya sobre nosotros, emprender el largo viaje de vuelta a la Villa.

Manolain