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AQUÍ VIVE LA HISTORIA DEL CADIZ CF

Víctor Espárrago

Víctor Espárrago, o Don Víctor, como de forma respetuosa es llamado por muchos en Cádiz, es uno de los entrenadores más metódicos y serios que ha tenido nunca nuestro equipo. Su historial de éxitos es innegable, y concretamente en el Cádiz, sus registros son impresionantes: en su haber tiene la mejor clasificación del Cádiz en toda su historia, y un ascenso a Primera totalmente inverosímil. Amén de sus éxitos deportivos, su exquisita educación, su entrega y sacrificio continuos, su implicación en todas las facetas del club y su gusto por hablar con hechos, sin utilizar jamás una palabra más alta que otra, han conseguido que sea uno de los técnicos más venerados por la afición cadista

 

 

Víctor Rodolfo Espárrago Videla nace en Montevideo (Uruguay) el 6 de octubre de 1944. Desde bien pequeño se interesa por el mundo del balompié, al que se dedica, ya desde niño, con la seriedad y casi podríamos decir que profesionalidad de la que ha hecho gala durante toda su vida.

Ya sólo la trayectoria como jugador de Espárrago merecería un capítulo aparte, y de haber sido futbolista en el Cádiz CF, estaríamos obligados a confeccionar una ficha por separado como jugador y otra como entrenador. A pesar de que el actual artículo se centra en esta última, sobre todo en el Cádiz, no podemos minimizar sus andanzas y logros sobre el terreno de juego.

Así pues, cuando Víctor cuenta apenas 13 años, ingresa en las divisiones menores del club Danubio, disputando la liga de Cuarta División, en la que participaban chicos de hasta 16 años, mucho mayores que él. De Danubio pasa a Cerro, club con el que debuta, ya en la máxima categoría uruguaya, con tan sólo 17 años. Llegaba aquí dando una lección de superación y coraje, pese a su temprana edad. Unos meses antes, Espárrago sufrió una grave lesión de tobillo. Durante la rehabilitación, aprendió a pegarle con la zurda, para no estar tan parado a una edad en la que la formación es continua. Como resultado, Espárrago se convirtió en un jugador ambidiestro, capaz de centrar y disparar con ambas piernas, llegando incluso a jugar mejor con la izquierda.

 

 

En la temporada 65-66 ficha por el Nacional de Montevideo, uno de los clubes punteros del país sudamericano, en lo que sería el comienzo de una relación que daría muchos éxitos. Espárrago había llegado a la que siempre ha considerado “mi casa de toda la vida”. Con el club Decano de Uruguay, en esta primera etapa, ganó seis veces el torneo doméstico, y conquistó una Copa Libertadores y una Copa Intercontinental.

A los 29 años (una edad en la que por aquellos entonces era muy raro que pasara este tren para un jugador) dio el salto a Europa de mano del Sevilla FC. Enrique Bouquet, secretario técnico sevillista, está de gira por América del Sur buscando jugadores con los que reforzar a su club y conseguir un ascenso que se antojaba urgente para el seno del club nervionense. El objetivo inicial de Bouquet era pescar a Brindisi, pero ante la negativa de éste, Espárrago fue el elegido. En apenas tres días, el Sevilla FC le hizo una oferta, la aceptó y se mudó a la capital andaluza, ante la incrédula mirada de su esposa, que apenas sí tuvo tiempo de hacer las maletas y dejar cerrados sus asuntos profesionales.

Tras dos temporadas el club hispalense, éste retorna por fin a la máxima categoría, y todos los jugadores que pasan la treintena (entre los que se cuenta Espárrago) son invitados a abandonar el barco. El uruguayo tenía ya un pie en el avión de regreso a su país, cuando se presentó la ocasión de fichar por el Recreativo de Huelva. Espárrago ocupó el mediocentro del cuadro onubense durante cuatro temporadas, entre las que destaca el logro del primer ascenso a la máxima categoría del club blanquiazul. Víctor podía presumir de haber jugado en los Decanos del fútbol español y uruguayo (que además, fueron fundados en el mismo año de 1889).

Tras su etapa en el Recre, en el año 1979, Víctor decide, ahora sí, regresar a su país. Para matar el gusanillo se entrena con Nacional, donde le ofrecen ser entrenador de categorías inferiores. Él contesta que aún se ve con fuerzas y que quiere seguir jugando. Así, Espárrago continúa tres años más, hasta 1982, como jugador en activo, donde vuelve a repetir éxito internacional, al ganar de nuevo la Copa Libertadores y la Intercontinental.

Además de todo esto, no podemos olvidar su trayectoria en su Selección Nacional, con la que disputó nada menos que tres Mundiales (Inglaterra ’66, México ’70 – en el que hizo el gol que posibilitó acceder a semifinales a su país - y Alemania ’74).

 

Espárrago recoge la Copa Intercontinental con Nacional (1980)

 

ÉXITOS COMO JUGADOR, ÉXITOS COMO ENTRENADOR

Casi sin tiempo para digerir su retirada, su estrecha ligazón con Nacional le lleva a enrolarse inmediatamente en el cuerpo técnico del club, entrenando en categorías inferiores, y ayudando a otros técnicos y presidente, todos ellos antiguos compañeros en el terreno de juego. Al año y medio ya asume, de forma interina durante tres meses, el banquillo del primer equipo, tras la marcha del entrenador.

Al concluir la temporada deja el puesto libre, que es ocupado por Basílico. Pero los resultados no marchan, y de nuevo se recurre a él para apagar el fuego. Esta vez sí, Espárrago llegó para quedarse, y empezó a enseñar sus credenciales, consiguiendo de nuevo el título liguero para su club, obteniendo nada menos que 17 puntos de diferencia con el eterno rival, el Peñarol, record que continúa imbatido a día de hoy en toda la centenaria historia de ambas escuadras.

Tras este éxito local, recibe la llamada del Recreativo de Huelva, que cuenta con él para dirigir el proyecto deportivo que devuelva al Decano a Primera División. En una charla con su presidente en Nacional, le plantea la disyuntiva que tiene ante sí, y el mandamás le respondió lo siguiente: “como tu presidente, no puedo dejarte marchar porque eres vital aquí, pero como amigo, no le puedo retener”. Así pues, Espárrago vuelve a cruzar el charco, esta vez para ejercer como entrenador.

Tras dos temporadas en la que el Recreativo estuvo cerca de ascender, llega por fin la oportunidad de entrenar al Cádiz. Ramón Tejada, que lo conocía de su etapa en Huelva, lo presenta como candidato perfecto a Manuel Irigoyen. Espárrago acude a Santander a ver al equipo amarillo en la rocambolesca liguilla de la muerte, y una vez que el Cádiz salva de forma milagrosa la categoría, todas las partes llegan a un acuerdo para que Espárrago sea el nuevo técnico cadista, en la que sería la primera experiencia del uruguayo como técnico en Primera División. Pocos podían imaginar entonces que daba así comienzo la temporada más brillante del fútbol gaditano en casi 100 años de historia.

 

  En el Paseo Maritimo (1987) Rueda de prensa tras caer
en Getafe y descender (2006)
 

 

El Cádiz concluyó la temporada 87-88 clasificado en el puesto 12, muy alejado de las tan temidas como conocidas posiciones de descenso o promoción. El propio Espárrago cuenta, con una sonrisa, como el presidente Irigoyen, cuando la permanencia era ya un hecho, le dijo sin ambages que “yo he hecho mis cuentas, y si perdemos todos los partidos de aquí a final de liga, nos mantenemos igualmente, así que usted mismo. ¡No tenemos ni un duro para pagar primas! Pero lo cierto es que el presidente fue siempre muy respetuoso con mi trabajo. Se hablaba que se metía mucho en el vestuario, pero en lo que a mí respecta, nunca jamás interfirió en mi labor”.

Al final, Irigoyen tuvo que pagar esas primas, porque el equipo hizo una temporada espectacular. A pesar de la derrota en el partido inaugural frente al Real Madrid (Espárrago recuerda con cierta amargura que “al descanso, le habíamos lanzado nada menos que 17 córners al Madrid, pero ellos llegaron en un contragolpe y nos hicieron gol”), el Cádiz encadenó tres victorias seguidas, algo absolutamente inédito en el club amarillo, que les catapultaron a la parte alta de la tabla, y que sin duda marcó el resto de la liga. El equipo se llenó de confianza, y con mucho trabajo y mucho tesón, fue obteniendo rentas suficientes para vivir el final de campeonato más cómodo jamás recordado en Carranza.

 

EL MAGO, TODO UN PROFESIONAL

De sobra son conocidos en Cádiz los ríos de tinta que se han derramado hablando de la extraordinaria personalidad de Mágico, de su doble cara, de su excelencia sobre el terreno de juego y su poca cabeza fuera del mismo, pero al preguntársele a Espárrago sobre ese tema, la respuesta puede que no sea la que todos esperan: “conmigo fue un profesional exquisito, no puedo alzar ninguna queja contra él. Cuando llegué había oído mucho sobre él y su comportamiento, pero la verdad es que fue un profesional, aceptó mi disciplina y no hubo ningún contratiempo”. Este comentario ya nos debe poner en la pista de la profesionalidad y el buen hacer de Espárrago, para el que la clave estuvo en “descargarlo de responsabilidad. Todo el cadismo esperaba siempre de él lo máximo, que salvara al equipo, que lo llevara en volandas. Yo lo traté como uno más, incluso lo dejé como suplente en los primeros partidos de liga, y él lo aceptó sin más, no hizo el más mínimo reproche. En uno de esos partidos, frente al Atlético de Madrid, se me acercó Menotti (que pretendió ficharlo para el Barcelona en aquella gira por América con el Barcelona) y me preguntó por él y cómo era que estaba en banquillo”. El uruguayo continúa evocando aquellos tiempos: “en un partido contra el Celta, nada más sacar de centro, Patxi Salinas le arreó una tremenda patada, sin venir a cuento. Tuvo que salir lesionado, recibir masajes, y volver a entrar. Al cuarto de hora de partido lo cambié porque vi que no estaba centrado mentalmente para continuar. No protestó absolutamente nada ni se quejó. Al contrario. El martes, en la charla post-partido, pidió permiso para hablar, y me agradeció públicamente, delante de toda la plantilla, que lo hubiera sustituido, porque reconoció que estaba fuera de sí, que no entendía porque aquel tipo le había pegado así, y que estaba seguro de que habría hecho una locura”.

Como siempre que alguien es preguntado por el Mágico, las anécdotas se amontonan. Aunque en este caso, son para dar testimonio del empeño que le puso el salvadoreño aquel año: “tras un partido durísimo que ganamos en Las Gaunas, con el público muy encima, el césped embarrado, y en el que Mágico estuvo especialmente luchador, corriendo y pegándose por cada balón, llegamos a vestuarios, se levantó, y dijo en voz alta: [Se dan cuenta como, con sacrificio y esfuerzo, se consiguen las cosas]. Los compañeros se miraron entre sí y se troncharon de risa, no podían creer lo que oían, viniendo de él”.

Espárrago nos dejó una reflexión final sobre el astro salvadoreño: “yo he jugado contra jugadores de la talla de Pelé, Beckenbauer, Muller o Bobby Charlton, pero lo que le he visto a hacer a Mágico González…En los entrenamientos se apostaba pegarle al travesaño cuatro veces seguida, sin fallar, y lo hacía, a la hora y el día que fuera. De haber tenido un poco más de cabeza, serían Maradona y él. Era algo increíble”.

Por supuesto, Mágico fue el máximo goleador de la mejor temporada del Cádiz en su historia, como no podía ser de otra manera.

 

 

DILATADA CARRERA COMO ENTRENADOR

Tras el éxito de Carranza, el Valencia llamó a su puerta. El uruguayo le contó a Irigoyen sobre la oferta recibida, y el presidente cadista le abrió las puertas. El club che venía de unos años muy complicados, en los que llegaron a bajar a Segunda División. El valencianismo quería recuperar la ilusión, pero quedaba mucho camino por andar todavía. Sin embargo, Espárrago fue capaz de obrar el milagro. En su primera temporada a orillas del Turia, su equipo clasificó tercero, lo que devolvió al Valencia a Europa, después de varios años de ausencia. Y un año después, los blancos subieron un peldaño más, alcanzando el subcampeonato, sólo superados por el Real Madrid de Toshack y la Quinta del Buitre, que estableció récords que continúan vigentes todavía hoy. Espárrago fue premiado por el Diario Marca como el mejor técnico de la temporada. Era un éxito tremendo para el Valencia, con un presupuesto que no llegaba ni al 25% del que tenían los grandes, Madrid y Barça. El valencianismo volvía a disfrutar con su equipo en los puestos altos, algo que a muchos pilló por sorpresa. Como cuenta el propio Espárrago, incluso los propios jugadores del Valencia se hacían fotos, como cualquier otro turista, cuando visitaban importantes campos europeos, como el Olímpico de Roma. Muchos, tras la travesía por Segunda División, no esperaban una recuperación tan rápida, en la que mucho tuvo que ver el técnico uruguayo.

En su tercera temporada en Mestalla, el Valencia quedó séptimo. Tras este brillante trienio (88-91), la directiva che le ofreció la renovación, que éste desechó. Sentía que había tocado techo con el club levantino, y que iba a ser muy complicado mejorar lo logrado hasta entonces. Recibió muchas críticas entonces, y muchos difundieron, sin ningún fundamento, como se demostró después, que el charrúa había firmado un precontrato con el Real Madrid, y que por eso no aceptaba la renovación. “La afición del Valencia es la más exigente que yo he conocido nunca. Es difícil de contentar, pero luego es muy agradecida”, sentencia el charrúa.

Lo cierto es que Espárrago terminó firmando por el Sevilla, club que ya conocía como jugador. Su llegada a Nervión fue totalmente fortuita. El club blanco contaba con Cantatore para la nueva temporada (91-92), pero éste hubo de marcharse de un día para otro por problemas personales, y el Sevilla contrató deprisa y corriendo a Espárrago.

 

En el banquillo del Sevilla
(foto: sevillacf.com)

 

Tras un año discreto en la escuadra hispalense, su siguiente destino fue el Albacete Balompié, al que llegó por recomendación de Julián Rubio, secretario técnico del club manchego, al que precisamente sustituyó en el banquillo mediada la temporada 92-93. El charrúa consiguió el objetivo de la permanencia (eso sí, en la promoción) para el conjunto albaceteño. En el ejercicio liguero siguiente, 93-94, Espárrago repitió el objetivo, esta vez de forma muy holgada. De hecho, el Albacete estuvo a punto de obtener el pasaporte a Europa.

Tras la aventura en tierras manchegas, Espárrago dirigió al Valladolid (94-95, durante 13 jornadas), nuevamente al Sevilla (95-96, en la que cogió al equipo en la jornada 24, a punto de caer a puestos de descenso, y terminó la temporada con el equipo en una cómoda duodécima posición) y Zaragoza (96-97, durante únicamente ocho jornadas, sustituyendo a Víctor Fernández y siendo cesado poco después).

Tras esto, Víctor Espárrago desaparece de la línea de batalla. Las razones, totalmente personales. Dos desgraciadas pérdidas de familiares y amigos directos minaron la moral y resistencia del uruguayo, que se refugió en su país. Durante este periodo recibió algunas propuestas, como entrenar al Sporting de Gijón, pero él las rechazó de plano: “yo soy un profesional muy serio, jamás he engañado a nadie, y yo entonces no estaba para entrenar. Habría sido fácil firmar, coger el dinero, a sabiendas de que al poco sería cesado porque mi trabajo no sería bueno, pero jamás se me pasó por la cabeza”.

 

RETORNO AL CÁDIZ Y A LOS BANQUILLOS

Una vez que un entrenador deja de estar en la picota y su nombre deja de sonar, volver luego a esa rueda resulta harto complicado. Tras el larguísimo paréntesis que se había tomado Espárrago, parecía que su ciclo había concluido. Pero como él insiste, “yo me aparté pero jamás me retiré. Continué viendo y estudiando fútbol, estaba al día. Viajaba por España para asistir a diversos encuentros de liga, me gustaba seguir ojo avizor”.

Ya con el Cádiz en Segunda B, Ramón Tejada intentó llevarle de nuevo al Cádiz, pero por los motivos antes esgrimidos, Espárrago rehúso. Sin embargo, en el verano de 2004, volvió a surgir la oportunidad. Alberto Benito, entonces secretario técnico cadista, y Espárrago, concertaron una entrevista en La Motilla, en las afueras de Sevilla. Uno y otro se conocieron mejor y se contaron qué esperaban, en caso de llegar a un acuerdo.

Finalmente, el uruguayo decidió aceptar. Se trataba de una apuesta arriesgada para ambas partes, pero por fortuna, hubo entendimiento. Espárrago explica cómo se llegó a la firma del contrato: “soy una persona muy seria y agradecida. En su momento, me enteré de que Luis Cuervas, presidente sevillista, no apostó por mí antes, cuando entrenaba al Recreativo, porque me faltaba experiencia en Primera División. Yo siempre estaré agradecido al Recre, por darme la oportunidad de entrenar por primera vez en España, y al Cádiz, por ser el primer equipo en confiar en mí para la Primera División. En mi primera etapa allí dejé muchos amigos, y me sentía en deuda con el Cádiz. Cuando me llamó por segunda vez, aunque fuera para entrenar en Segunda, vi que el proyecto era serio y no me lo pensé. Estaba motivado y con ganas, no venía de vuelta”.

Espárrago llegaba al Cádiz en un momento complicado para él. El conjunto amarillo acababa de conseguir, por fin, el ascenso a Segunda tras ocho intentos fallidos, y tras esto, el equipo firma una permanencia mucho más tranquila de lo esperado, con un meritorio séptimo puesto en la clasificación. Con estos antecedentes, el riesgo de que la sombra de Jose González (que se marchó para dirigir al Albacete en Primera) fuera muy alargada, era muy alto. Algunos sectores del cadismo, en especial algunos medios de comunicación, fueron muy críticos con la decisión de contratar al técnico de Montevideo, al que consideraban ya caduco y totalmente fuera de circulación. Pero Espárrago no entró en batallas dialécticas: se limitó a trabajar como siempre había hecho, llevando al máximo las facetas que le habían caracterizado durante toda su etapa como entrenador.

 

Presentación de Espárrago como nuevo entrenador del Cádiz CF (2005)  

 

Como el mismo Espárrago admite, “yo siempre digo que nací medio viejo, siempre he sido muy serio, muy poco de bromas. De un día para otro pasé a entrenar a los que hasta hace nada habían sido mis compañeros en Nacional, y eso no es nada fácil. Me limito a trabajar al máximo, y a involucrarme lo máximo posible en todas las facetas del club”. Algo de lo que pudimos dar fe.

Espárrago se remangó, y se inmiscuyó en todo lo que pudo, ayudando en parcelas que no eran la suya propiamente. Se preocupó continuamente por el estado del terreno de juego, coordinó las mejoras en El Rosal, intentó, siempre dentro de las posibilidades del club, obtener las mejores condiciones de viaje para sus jugadores, y los mejores hoteles…todo en aras siempre de conseguir el mejor resultado deportivo posible. Se ve que dichas medidas surtieron efecto.

El Cádiz continuaba todavía en periodo de recuperación y reconstrucción, a todos los niveles, tras la larga travesía por el pozo de Segunda B. Espárrago contaba con buenos futbolistas (entre los que podemos destacar a Sesma, Oli, Pavoni o De Quintana entre otros), pero en número muy limitado. Las convocatorias no tenían ningún interés, puesto que la horquilla con la que el charrúa contaba para confeccionar las listas apenas daba para dejar fuera a uno o dos futbolistas profesionales, ante la escasez de fichas. La lista se repetía prácticamente sin cambios semana tras semana.

Por fortuna, las lesiones respetaron al cuadro cadista, y lo que debía ser una temporada más de la lenta transición que quedaba en el renacimiento de la entidad, terminó por convertirse en una exitosa campaña que culminó con el inolvidable ascenso en Chapín. Un ascenso que empezó a fraguarse en la impresionante racha de siete victorias consecutivas logradas en la primera vuelta, y que colocaron al equipo amarillo en el disparadero. Como ya hiciera en la temporada 87-88, la clave del éxito estuvo en un sensacional comienzo, que hinchó de moral y autoestima a la plantilla y al entorno.

Nadie mejor que Espárrago para explicar lo que aquel ascenso significó para la entidad: “era algo inesperado, con lo que nadie contábamos, algo que había llegado dos o tres años antes. A pesar del posterior descenso, es algo que nadie le puede quitar al cadismo. Jugadores que venían de Segunda B se vieron jugando en campos como el Bernabeu y el Barcelona, batiendo a conjuntos tan históricos como al Ath. Bilbao. La afición, los jugadores, los medios y la directiva pudieron disfrutar viendo a los mejores equipos viniendo a Carranza, visitando las gradas, banquillos y palcos de estadios que hasta hacía poco parecían totalmente inalcanzables”. Lo dicho, imposible explicarlo mejor.

 

Espárrago tras el ascenso: pura mesura

 

Como todos sabemos, el ascenso no tuvo continuidad, y el equipo perdió la categoría al año siguiente. Era una consecuencia lógica de la meteórica emersión que había realizado el verdadero Submarino Amarillo. Se había dado un salto muy grande, en muy poco tiempo, insuficiente para consolidar una entidad sólida que pudiera respaldar el proyecto deportivo en Primera. Con todo, el equipo quedó a sólo cuatro puntos de la salvación, y realizó un papel más que digno en la competición, especialmente en la primera vuelta, en la que el milagro parecía muy posible. Buena prueba de que el equipo dio todo lo que tenía dentro la relata también magistralmente el propio Espárrago, que a pesar de todo, fue mantenido en el puesto hasta la última jornada (habría que tirar de hemeroteca para ver cuántos entrenadores han permanecido en el banquillo de un equipo de principio a final de liga, cuando éste ha terminado perdiendo la categoría, algo que habla muy a las claras de la confianza en el trabajo del charrúa).

“Se que es un recurso tópico, pero nos faltó algo de suerte y que la balanza con los árbitros, a final de temporada, se equilibrara, algo que pasa casi siempre, pero que en aquella ocasión no fue así. Nos quitaron algunos puntos y no recibimos ninguno a cambio. Especialmente importante fue la mano que Rafa Guerrero le pitó a Medina en Villarreal, y que habría significado dos puntos más y sobre todo, un extra de moral que habría sido vital para el equipo. En cualquier caso, en el último partido en casa frente al Málaga, el campo se llenó y la gente aplaudió al equipo. Eso significa mucho, y me hace llenarme de admiración para con la hinchada cadista, a la que le doy un diez, siempre. La gente no es tonta y no se le engaña fácilmente. Si estaban allí aquel día, fue porque sabían que el equipo había hecho todo lo posible. Manolo Hierro, entrenador del Málaga, nuestro rival aquel día y también descendido, habló conmigo y no daba crédito: [están ustedes descendidos y el campo está lleno, no me lo puedo creer. Nosotros llevamos varios meses con el público en contra, y no digamos desde que se certificó el ascenso matemáticamente]”.

Fue el epílogo, hasta el momento de redactar este artículo, de la carrera de Víctor Espárrago y su relación con el Cádiz. Su nombre sonó, precisamente, para firmar por el Málaga a la próxima temporada, pero no llegó a cristalizar. A la espera de una nueva oportunidad y de que alguien vuelva a confiar en él, como lo hizo en su momento el Cádiz, continúa en su domicilio de Sevilla, viendo fútbol a diario, comentando partidos en diversos medios de comunicación, …

En cualquier caso, Espárrago es ya leyenda viva del cadismo. No en vano, en nuestra encuesta, va en cabeza destacada como técnico más representativo de nuestra centenaria historia, por delante de personalidades tan destacadas o entrenadores tan emblemáticos como Domingo Balmanya, David Vidal, Ramón Blanco, Jose Luis Riera, Diego Villalonga…Por algo será. Su trabajo, profesionalidad, dedicación y mesura tendrán, posiblemente, mucho que ver.

 

Mandamos desde aquí nuestro a agradecimiento a Agustín y a la web <a target=_blank href=www.sevillacf.com>www.sevillacf.com</a>

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CREACIÓN FICHA: 29/12/2008

ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN: 29/12/2008

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