Manolín Bueno ha sido uno de los futbolistas con más talento que ha dado nunca esta tierra. Y recibió también las mismas dosis de mala suerte. Nada menos que once temporadas en el mejor Real Madrid de todos los tiempos le contemplan, aunque tuvo que estar siempre a la sombra de un Gento implacable en la banda izquierda. Eso no quita que aprovechara sus oportunidades para pasar a la historia como un verdadero mago del esférico |
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Manuel Bueno Cabral, Manolín para el mundo del fútbol desde hace más de 50 años, nació en Sevilla el 5 de febrero de 1940, pero muy pronto su familia puso rumbo a Cádiz. Su padre, Don Manuel Bueno, había empezado una brillante carrera como portero en la Tacita, donde vivió el frustrado ascenso del Mirandilla a Primera División en la temporada 1939-40, cuando el equipo gaditano no consiguió el empate que necesitaba frente al Murcia.
Pero no siempre la suerte le fue esquiva a Don Manuel Bueno, ya que consiguió con el Sevilla una Copa del Generalísimo, uno de los grandes hitos del equipo nervionense. También defendió los colores del Betis, del Valencia y del Córdoba.
Era un portero ágil, veloz y muy seguro, llegando a recordar incluso al gran Ramallets. Sin embargo, no solamente es recordado por su encomiable labor bajo los palos. Tras colgar las botas comenzó a ejercer de masajista para el equipo de Cádiz, pasando a vivir junto a su familia en las instalaciones del Mirandilla. Más tarde, una vez construido el Ramón de Carranza, siguió vinculado al club como conserje, lo que hizo que la familia Bueno-Cabral viviese dentro del estadio en una vivienda habilitada para el encargado general.
Fue precisamente esto lo que marcó el devenir futbolístico de Manolín Bueno. Qué mejor escuela para Manolín, que el propio estadio del Cádiz, donde vivía y convivía con todas las figuras que por el equipo amarillo pasaron. Allí, a todas las horas, respiraba fútbol, y fútbol del bueno, con arte hasta decir basta. No es de extrañar, por tanto, que juntos los genes y los deseos de emular a los Rubio, Fernández, Roldán, ..., dieran como resultado un futbolista de la talla del que nos ocupa.
El caso es que el joven Manolín comienza a jugar “en serio” con 13 años; antes había jugado algunos partidos en los juveniles del Cádiz (por aquel entonces, apenas se jugaban algunos partidos al año en esas categorías). De ahí pasó a al Balón C. De F., que al entrenar también en el estadio, lo incorporó desde casi que podía pegarle a la pelota. Al año de estar enrolado con los balonistas, Manolo sufrió una lesión que amenazó con cortar su prometedora carrera. Le dijeron el Cádiz que de comenzar tan joven a jugar con balones de reglamento (en aquella época, auténticas piedras), su pie se había deformado y que debía abandonar la práctica del fútbol. Pero el padre de Manolín no aceptó el diagnóstico, y se llevo a la joven promesa a Sevilla. Una decisión de lo más acertada, puesto que el médico que lo vio allí, lo curó apenas con un par de inyecciones, recuperando así el joven Bueno la ilusión por el fútbol. Al enterarse el Sevilla (con el que el padre de Manolín mantenía muchos contactos) de que Bueno andaba por allí, fueron a pescarlo. Prácticamente estaba todo dispuesto para que Manolín firmara por el Sevilla, pero a última hora un secretario técnico del club nervionense dio al traste con la operación, por considerar que el zurdo era demasiado joven. Era un golpe del que Manolín se recuperaría enseguida. Abortado el fichaje por el Sevilla, Manolín volvió a Cádiz, con idea de volver a entrenar con el Balón. Al vivir en el estadio, esporádicamente el primer equipo del Cádiz lo incorporaba para partidillos. Fue así como Manolín terminó jugando en el primer equipo de la ciudad. |
En el verano de 1958, el Rapid de Viena (entonces, Viena Sport) viajó a Cádiz a disputar el Trofeo Carranza, cayendo ante el Real Madrid por 5-3. Los austríacos sin embargo permanecieron en la Tacita para el partido presentación del equipo amarillo. Manolín Bueno estaba viendo dicho partido desde la privilegiada localidad que constituía su casa. En el descanso, el entrenador del Cádiz le preguntó por Manolín a su padre:
- ¿Está ahí tu hijo?
- Sí, está dentro, comiéndose un bocadillo - ¿Podría jugar con nosotros en la segunda parte? - Sí claro, ahora mismo lo llamo
Manolín saltó al campo tras el diálogo entre entrenador y padre en el descanso, y gracias a sus dos goles, los amarillos se llevaron el triunfo. Fue así como Bueno pegó el salto definitivo al primer equipo gaditano. Una temporada le bastó al sevillano para demostrar las grandes condiciones que tenía para el mundo del fútbol y para deleitar a los aficionados con algunas de las mejores acciones que se han visto por la ciudad y le valieron de escaparate para que el Real Madrid se fijase en él, y se hiciera de inmediato con sus servicios. Eran muchos los equipos que le venían siguiendo varios meses (Barcelona, Valencia, Sevilla, ....) pero el padre de Manolín prefirió que su hijo fuera al club merengue. Antes de finalizar la temporada, Manolín era ya jugador blanco.
La aventura madridista
Manolín Bueno llegó al Madrid en el mes de junio de 1959. En aquella temporada hubo una gran renovación en la plantilla madridista, comenzando por el técnico (Carniglia deja su puesto a Fleitas Solich), y siguiendo por una buena parte de los jugadores: se van Joseíto, Pereda, Segurola… y llegan hombres de fama, como los brasileños y Canario, un extremo diestro de gran calidad, y Walter Pereira “Didí”, de quien se habían hecho grandes elogios en el Mundial de Suecia.
A esas dos estrellas “canarinhas” se unen el húngaro Kaszas, procedente del Español, el delantero sevillista Pepillo, el defensa de Osasuna Pachín, otro defensa, este canario, Pantaleón; un medio del Murcia, Vidal, se repescó a Casado, del Plus Ultra, y llegó, procedente del Cádiz, Manolín Bueno, un fino extremo izquierda con ansias de comerse el mundo.
La primera campaña de Bueno en el Madrid es un tanto desilusionante respecto al número de partidos que juega, pero muy fructífera en cuanto a títulos se refiere, con una Copa de Europa y una Intercontinental para abrir su palmarés madridista. Bueno juega ocho partidos oficiales, en los que consigue tres goles, distribuidos de la siguiente manera: tres partidos de Liga, un gol; cuatro encuentros de Copa, dos goles, y uno de la Intercontinental, cero goles.
Por desgracia para Manolín, esta situación no cambió en las temporadas venideras. Nada menos que once campañas estuvo Bueno en la disciplina del club merengue, sin poder nunca imponerse al que era su gran rival por el puesto, Gento. Paradójicamente, su última temporada en el Madrid, la número 12, en la que llegó a jugar ¡20! partidos de Liga y cinco más de Copa, fue la de su despedida de los de Chamartín (que decidieron no renovarle). ¿Por qué aguantó tanto un hombre de su calidad esa situación de “eterno suplente”?.
En efecto. Algunos pensarán que Manolín Bueno, como se le conoció futbolísticamente, fue el jugador que peor suerte tuvo vistiendo la camiseta del Real Madrid; otros, por el contrario, serán de la opinión que bastante suerte tuvo como futbolista al vestir la camiseta del Real Madrid, y estar en la plantilla con futbolistas de la talla de Di Stéfano, Puskas, Rial, Santamaría, Pachín, Amancio y, sobre todo, Gento, el hombre que le tapó su progresión en el fútbol, aunque el montañés no hiciese otra cosa que la que sabía, jugar al fútbol, hasta ser considerado el mejor extremo izquierdo del mundo. El caso es que entre el espectacular juego de Gento, y que “no cogía ni un triste constipado”, como señala el propio Manolín entre grandes carcajadas, el bueno de Bueno se vio condenado a la eterna suplencia. Una situación que él supo sobrellevar con gallardía y con elegancia.
El mismo evoca aquellos tiempos, algunas décadas después. “Yo, como todo jugador profesional, quería jugar, pero no me podía ir del Real Madrid porque existía una ley “el derecho de retención” con la que el Club te tenía atado de por vida. Además, yo tuve la desgracia de encontrarme con el mejor extremo izquierdo del mundo".
Pero no se crean ustedes que Bueno no jugó ni un solo partido con el Madrid, ni mucho menos. En los doce años en lo que estuvo en dicho club, disputó un total de 243 partidos defendiendo la camiseta blanca, una buena marca si no fuese porque más de la mitad fueron partidos amistosos, ya fueran nacionales o internacionales.
Cabe señalar que cuentan los más eruditos que el Real Madrid institucionalizó los “partidos de los jueves”, amistosos que se jugaban ese día de la semana, bien contra equipos españoles o extranjeros, por el hecho de que “jugase Manolín Bueno”. Puede ser que haya algo o mucho de cierto en eso, pero lo que sí es seguro es que aquellos partidos nos permitieron conocer al “otro Madrid”, al equipo B, a los jugadores “tapados” por los Puskas, Gento, Di Stéfano, Santamaría, Amancio... como fueron el propio Manolín Bueno, Miche, Serena, Casado, etcétera. Para nuestro protagonista aquellos partidos tuvieron una gran aceptación entre los aficionados, pero se quitaron porque “como metíamos tantos goles, ganábamos muchas primas”, y eso no gustó a algunos de los titulares.
Lo cierto es que con los “partidos de los jueves”, llamados así por jugarse en ese día concreto de la semana, el Real Madrid pretendía conseguir dos objetivos. Por un lado que la afición conociese, deportivamente hablando, a los jugadores reservas o que menos actuaban con el primer equipo, y por otro, venían a ser algo así como los “partidillos” que habitualmente realizan en el entrenamiento los equipos de fútbol.
Bueno fue consumiendo temporadas y amasando títulos. Su palmarés engrosaba de tal manera que sería la envidia de cualquier jugador que no militase en el Real Madrid. No hubo año, en los doce que estuvo en el equipo, que no sumase un título de Liga, Copa, Copa de Europa o Intercontinental, a su currículo, e incluso algunos los hizo por partida doble.
“La temporada de los “Ye-yés” fue impresionante porque se ganó una Copa de Europa con todos los jugadores del país. Estaba cantado. Un día vino desde Bilbao un amigo de don Santiago Bernabéu y estando en el vestuario le dijo: ‘Lo único que té falta es ganar la Copa de Europa con todos los jugadores españoles en el equipo’. Y acertó, aunque se comenzó perdiendo la final. Luego, al acabar el partido aquello era una locura, tanto de los que habían jugado como de los que habíamos estado en las gradas”, señala este mito futbolístico.
Manolín Bueno esperaba su momento, que pareció llegar en la temporada 1970-71, en plena madurez del jugador. Participó en 20 partidos de Liga y llegó a la final de la Recopa, pero esta final, que tuvo que decidirse en dos partidos al haber empatado en el primero de ellos, sería, a la postre, su condena y, paradójicamente, la del hombre que le había tapado la posibilidad de jugar en el Real Madrid: Paco Gento. Tras la final perdida hubo una renovación en el equipo que afectó de lleno a Bueno. El sevillano enfiló rumbo a la tierra que le vio nacer a emprender nuevas aventuras.
Manolín y la Selección.
Si en el Real Madrid lo tuvo “crudo” para jugar, en la selección se le presentó el mismo problema corregido y aumentado, pues a la sempiterna presencia de Gento había que añadir la de Enrique Collar, extremo izquierdo, también sevillano, que defendía los colores del Atlético de Madrid. Collar era otro dechado de virtudes con la zurda, muy parecido a Gento, quizá con menos velocidad, pero más toque. Hoy diríamos, que Collar y Bueno eran producto de una "clonación". Por todo lo anterior no es de extrañar que, teniendo en cuenta la frecuencia de juego de la –mucho menos que hoy día-, y de la competencia que tenía con Gento y Collar, Bueno sólo tenga en su palmarés tres presencias con la selección española, una con la llamada “Promesas”, y dos con la B. A punto estuvo de debutar con la A, pero una lesión de abductores, producida el día anterior al choque, le privó de ello.
Manolín Bueno debutó en 1959 con la selección “Promesas”, ante Francia. Luego, en los años 1961 y 1962 jugó con la selección B, las dos veces, también ante el país vecino. Aquí finalizó la carrera internacional de un hombre que por su calidad pudo vestir en muchas más ocasiones la camiseta del combinado español, pero que, al igual que en el Real Madrid, tuvo por delante al “mejor extremo izquierdo del mundo”.
Oportunidad en Sevilla.
Tras la salida del Madrid, Bueno recibió una oferta del Sevilla, equipo de la tierra que le vio nacer, que en cierto modo le ponía en la órbita del fútbol, al permitirle jugar domingo tras domingo en la máxima categoría del fútbol español. El comienzo no pudo ser mejor. El Sevilla se puso líder en las primeras jornadas, pero poco a poco el equipo fue perdiendo gas y a la postre terminó bajando de categoría.
No acabaron aquí las cosas, y en la segunda temporada las desgracias se hacen compañeras de la plantilla sevillista. “Estando jugando en Pasarón, ante el Pontevedra, cuando cayó fulminado mi compañero Berruezo, con paro cardíaco del que no se recuperó”, revive Bueno este triste episodio que aún se mantiene fresco en la memoria. Tras esta campaña, Bueno piensa en la retirada, pero una llamada del club en el que se dio a conocer, el Balón, le hizo seguir con las botas puestas.
Vuelta a los orígenes
Estuvo jugando dos años en el Balón, ayudando y divirtiéndose con el fútbol más modesto, hasta que una llamada de Enrique Mateos, su compañero en el Real Madrid, le llevó al Cádiz como su ayudante en la dirección del equipo. Estuvo dos campañas en el equipo, subiendo al cuadro amarillo a la División de Honor en la primera campaña. Tras otra temporada, Manolín Bueno se aleja del fútbol de élite, dejando un recuerdo imborrable entre los que tuvieron la suerte de contemplar su arte con el balón en los pies.
Recuerdos imborrables Manolín es frecuentemente recordado tanto en Cádiz como en la capital de España, donde dejó una profunda huella. Hace no mucho, en el partido Cádiz-Real Madrid que inauguraba la temporada 2005-06 y que marcaba el retorno del Submarino Amarillo a la División de Honor tras largos años en el pozo, fue protagonista de un cariñoso homenaje. Cádiz y Real Madrid, Real Madrid y Cádiz, las dos pasiones de Manolín Bueno le devolvieron parte de lo que el extremo les dio sobre el terreno de juego. En el Club Náutico El Cano tuvo uno de los reconocimientos más sentidos a jugadores de leyenda. Emilio Butragueño, en representación del Real Madrid, e Ignacio Zoco, como portavoz de la Asociación de Veteranos, al igual que la alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez, le entregaron diferentes presentes que lograron emocionar a “bueno de Manolín”. Por parte del Real Madrid, Ignacio Zoco, Pachín, Santamaría y Antonio Ruiz, y en plano institucional, Emilio Butragueño. Como asociados a los Veteranos del Cádiz, Arteaga, Pepe Mejías, Escobar, Paco Baena, Quino, David Vidal, y así hasta un prestigioso elenco de ex futbolistas. Junto a ellos, diferentes representantes de la vida social y de comunicación del feudo del primer rival del Real Madrid aquella temporada. Se trataba de reconocerle a Manolín Bueno sus grandes tardes con ambas camisetas. El homenajeado, visiblemente emocionado, contenía las lágrimas, aunque no prometía conseguirlo cuando el sábado “realice el saque de honor. Se juntarán demasiados sentimientos como para reprimirlas”. Él sería el protagonista en los prolegómenos del estreno liguero en el Carranza. |
Su trayectoria en el Real Madrid -8 Ligas, 1 Copa de Europa, 1 Intercontinental y 2 Copas de España- le valían para recoger esta muestra de cariño. Tomó la palabra, nervioso por lo que estaba viviendo, pero agradecido por reencontrarse con tantos viejos amigos: “Se han juntado mis dos pasiones, sinceramente, ver a los representantes de la Asociación de Veteranos del Real Madrid me ha llenado, sólo puede darles las gracias y pedirles que le den un abrazo muy fuerte a Don Alfredo di Stéfano, al que seguro le hubiera encantado acudir. ¡Me han quitado 30 años con su visita! He vuelto a disfrutar de la compañía de personas con las que he disfrutado y ganado mucho”. La emoción le impidió seguir hablando.
No importó porque le llegó el turno a quienes habían querido rendirle el homenaje. En primer lugar la Asociación Deportiva de Cádiz, posteriormente los Veteranos del Club amarillo, hasta llegar a Ignacio Zoco, que liderando a los ex jugadores del Real Madrid le concedió la Insignia de Oro y Brillantes de la Asociación, ante la ovación del Club Náutico ElCano, cerrando su intervención con palabras llenas de verdad: “Siempre has sido uno más, y pese a la distancia, no te sentimos lejos”.
Por último, Emilio Butragueño le regaló una camiseta actual con el dorsal ‘11’ y con su nombre a la espalda y la réplica del Estadio Santiago Bernabéu en bronce. El Vicepresidente fue sincero: “El Real Madrid es grande, sobre todo, por su historia, y tú has sido uno de los que la ha engrandecido, por eso, siento un gran honor al venir en nombre tu Club a este encuentro”. Así, con Manolín Bueno agradecido y emocionado se celebró una cena en la que sus más fieles seguidores pudieron agradecerle sus innumerables tardes de alegrías.
Referencias al Mago Esa misma tarde no quiso olvidarse de otro de los grandes que pasaron por la capital gaditana. Ése que estaba ahí, entre Pancho Puskas y Del Sol, vino a saludar. Un hombre de manos finas, mirada dura, el pelo blanco como la camiseta que le dio gloria durante 12 años y un olor a tabaco que cualquiera confundiría con el del césped quemado por los recuerdos. Ése que jugó junto a Di Stéfano, contra Pelé, y como ojeador de jugadores se dio el lujo de observar a Maradona durante sus comienzos en el Argentinos Juniors, no pudo evitar traer a la memoria al Mágico: “Jorge es inolvidable. Pudo haber jugado conmigo, o antes, o ahora. Ese tío pudo jugar en cualquier lado, y con cualquier equipo. La táctica cambia, pero la técnica vale siempre. Era una maravilla, yo no he visto a nadie hacer las cosas que hacía ‘Mágico’. En verdad lo tenía todo, porque hasta el físico le valía. Era fibroso, delgadito, superdotado. Cuando arrancaba en el campo era increíble. Los cambios de ritmo, los piques, y cuando hacía esa cosa que tiraba la pelota por un lado y luego la sacaba por el otro.” Manolín, quien a esta altura ya pidió otro cortadito y cruzó la pierna para sentirse completamente a sus anchas, se refiere a la culebrita macheteada, una de las joyitas que Jorge llevó a Europa causando en estas buenas gentes el mismo asombro que cuando los ingleses conocieron al ornitorrinco. Aunque sus razones para elogiar a Jorge cada vez traspasaban más el campo del análisis para meterse al del mito y el folclore –en Cádiz, cuando se habla de González, la línea que separa a la verdad de la leyenda es tan pisoteada como la de un juego de peregrina–, aquel |
señor no quiso dejarnos ir sin una confesión que nos sacudió las entrañas.
“Los he visto a todos. Di Stéfano era bueno, Puskas no se quedaba, después vi a Pelé, a Cruyff, a Maradona, pero ‘Mágico’ los pasaba a todos. Le faltaba una cosa, muy poco remataba de cabeza, la tenía para pensar en el campo, no para darle porrazos a la pelota. Todos dicen que el tal Diego era un fenómeno, pero tenía una pierna, y éste tenía las dos. Bueno, Rovira, el masajista del Cádiz, dijo que tenía tres, y que también la aprovechaba.”
CREACIÓN FICHA: 14/01/2007
ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN: 14/01/2007
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