El 18 de agosto de 1947 ocurría una terrible explosión en Cádiz, que sumió a una ciudad ya de por sí muy castigada en la postguerra, en un caos total, provocando varios muertos, decenas de heridos, y unos daños materiales que sería muy difícil reponer.
Ese mismo día se casaba en Gijón un guardameta gijonés que poco antes había firmado con el Cádiz, por mediación de su cuñado
Anastasio Calleja.
Así comienza la historia de Braulio Rubio con nuestro equipo. A pesar de sus escasos 172 centímetros de altura, el asturiano está considerado por los más viejos del lugar como el mejor portero que el Cádiz tuvo jamás.
Gracias a la inestimable colaboración de su familia, podemos contaros más sobre este mítico portero cadista
EQ. |
TEMP. |
EQUIPO |
CAT |
P |
G |
M |
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1940-1941
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Oriamendi
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R
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1940-1941
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Sporting Gijón
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2ª
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13
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0
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1941-1942
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Oriamendi
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R
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1942-1943
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SD Ceuta
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2ª
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1943-1944
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SD Ceuta
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2ª
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1944-1945
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SD Ceuta
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2ª
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1945-1946
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Inactivo
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1946-1947
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Gimn. Torrelavega
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3ª
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1947-1948 |
Cádiz
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3ª
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26
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0
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2340
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1948-1949 |
Cádiz
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3ª
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24
|
0
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2160
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1949-1950 |
Cádiz
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3ª
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19
|
0
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1710
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1950-1951 |
Cádiz
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3ª
|
7
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0
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630
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1951-1952 |
Cádiz
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3ª
|
16
|
0
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1416
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1952-1953 |
Cádiz
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3ª
|
19
|
0
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1696
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1953-1954 |
Cádiz
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3ª
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21
|
0
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1851
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1954-1955 |
Cádiz
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3ª
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1
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0
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90
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1955-1956 |
Cádiz
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2ª
|
7
|
0
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579
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1956-1957
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UD Gaditana
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3ª
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Braulio Rubio Paredes nació en Gijón el 23 de Enero de 1921, en el seno de una humilde familia numerosa. Según contaba, de niño jugaba con una pelota de trapo y, como es habitual en el norte de España, en la bajamar de la playa de Gijón, cerca de donde vivía. Por su agilidad y elasticidad, se decantó por jugar de portero, aunque también se manejaba bien con los pies. Ya de joven, hizo sus primeros pinitos en el equipo de su barrio – el Atlético Club Arenal – temporada 1939-1940, para pasar luego al Oriamendi (1940-1941), filial del Sporting, club con el que tenía un acuerdo de colaboración, en virtud del cual, le cedía a los jugadores que despuntaban.
Tal fue el caso de Rubio, que en enero de 1940 ficha por el Gijón, jugando dos temporadas en el club rojiblanco, hasta que es requerido por el Servicio Militar, que cumplió en Ceuta, en el periodo comprendido entre el 14 de mayo de 1942 y el 27 de octubre de 1945.
Cumpliendo dicho servicio, le ocurre una anécdota que refleja bien la España de la época: en el cuartel se entera de que su verdadero nombre era Braulio, y no Luis, como había pensado hasta entonces. Al parecer, la persona que lo inscribió en el Registro Civil le cambió el nombre sin conocimiento de la familia.
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Con el Sporting de Gijón |
Con la Gimn. de Torrelavega |
Durante la mili juega en la SD Ceuta (aunque continuaba perteneciendo al Sporting), pero durante ese periodo tuvo una enfermedad pulmonar bastante grave, de la que logró salir en perfectas condiciones con la ayuda, entre otros, de su club, el Sporting, que lo envió a Castilla para su recuperación. Eso, desde luego, le impidió seguir con la práctica del fútbol, por lo que estuvo toda la campaña 45-46 inactivo.
Ya recuperado, y con sus obligaciones militares satisfechas, regresa a su tierra natal, para jugar en la Gimnástica de Torrelavega, cuyo arco defiende a lo largo de la campaña 46-47, en Tercera División. Sus actuaciones le valen para ser llamado a la selección cántabra de la categoría, que, curiosamente, se midió a su homónima asturiana, de la que él era natural.
Y así llegamos al verano de 1947, un verano cargado de hechos importantísimos en la vida de Rubio, y que jamás podría olvidar.
Por mediación de su cuñado Anastasio Calleja (también jugador del Sporting), a la sazón, jugador del Cádiz (en el que había militado la campaña anterior), Braulio Rubio ficha por el club amarillo, inmerso en su recuperación tras el gravísimo bache del año 1944.
Con su contrato ya firmado, aprovecha el verano para casarse, en Gijón, con su mujer Nieves, justo antes de irse a Cádiz para comenzar con los entrenos veraniegos de pretemporada. Como hemos dicho, su enlace matrimonial coincidió exactamente el mismo día que se produjo la terrible explosión en Cádiz, el 18 de agosto de 1947. La noticia les sorprendió, un día después, en Madrid, donde hacían escala en dirección a la capital gaditana. Su hijo cuenta que recuerda cómo su padre le contó que “se asustó muchísimo, entonces no es como ahora, las noticias tardaban muchísimo en llegar. Se oía que incluso la ciudad entera había desaparecido, así que imagine cuán preocupado estaba”.
A pesar de todo, continuaron con los planes que tenían establecidos, y arribaron a Cádiz dos días después, acomodándose cómo pudieron en una ciudad que era un caos total.
Poco podría imaginarse el joven matrimonio que aquella ciudad asolada que les daba la bienvenida cómo podía, se convertiría en su hogar para siempre, y que allí nacerían sus cuatro hijos: Luis, Manuela, Nieves y Alfredo (ninguno de los cuales fue picado por el gusanillo del fútbol).
Como sabemos, los daños en la ciudad fueron gravísimos, pero no llegaron a tanto como para borrar del mapa la Tacita. Finalmente, tras un verano de titubeos, la entidad cadista decide seguir adelante e inscribirse en la competición, lo que permite que Rubio comience su exitosa campaña en Mirandilla, y que habría de durar nada menos que nueve temporadas, algo impensable entonces.
En esos nueve años, Braulio habría de ver desfilar ante sí muchísimos porteros que se fichaban para sustituirlo, pero nadie podía con él.
Santos,
Eguren o su propio familiar
Argüelles (hermano de su mujer) intentaron en vano hacerle la competencia, pudiendo sólo acceder a la portería cuando el gijonés se encontraba lesionado o sancionado.
Su
debut en partido oficial se produce el 21 de septiembre de 1947, al ser el portero elegido para defender el marco gaditano en el primer choque liguero, en Mirandilla contra el Larache, duelo que terminaría con victoria local por 1-0. Ya ese día los periodistas destacan la figura del gijonés: “el mejor de todos fue Rubio. Confirmó de manera clara, evidente, la opinión que teníamos de él formada: seguro en el blocaje, bien situado entre los postes, valiente y decidido cuando llegaba el momento, demostró ser un guardameta completo”.
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Pretemporada 1950 |
3 de abril de 1952
Su hijo Luis es sujetado por compañeros de equipo |
Las anécdotas son innumerables en este periodo, valga como muestra un botón que nos cuenta su hijo Luis: “jugando contra el San Fernando salió a atrapar un balón con tan mala fortuna que el delantero metió la pierna y le rompió tres costillas. En ese momento, se corrió el bulo de que se las tuvieron que poner de plata y hasta de platino. Por supuesto, no es cierto, pero a mí me preguntaron durante años al saber que yo era hijo de Rubio”.
Esto ocurría en la temporada 51-52, y
aquí pueden ver la ficha de aquel partido.
Obviamente, no pudimos ver jugar en directo a Braulio Rubio en su día, pero lo que sí podemos hacer es recuperar algunas de las crónicas de la prensa de la época, que nos describen muy bien las bondades que tenía nuestro protagonista cuando se trataba de saltar al campo, que era todo raza y coraje.
Desde luego, no daba esa impresión a primera vista. Su escasa corpulencia para el puesto que ocupaba (tan solo 172 cms de altura y 65 kgs de peso) no eran la mejor carta de presentación, pero una vez vestido de corto, todo eso quedaba olvidado. Nos cuenta su hijo que “era muy elástico y fibroso y sobre todo muy valiente, lo que hacía que atrapara balones increíblemente difíciles y peligrosos”.
Pero veamos que hablen los cronistas de la época, que lo harán mucho mejor que nosotros:
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DIARIO DE CÁDIZ – 2 DE MARZO DE 1948
“Su arrojo y su tenacidad, unidos a una buena técnica, son los artífices de esas magníficas y espectaculares paradas del portero del Cádiz en las que no se sabe qué admirar más, si la tenacidad en el impulso – recio y varonil – frente al balón o la demostración rutilante y expresiva de su dominio en el arte del buen parar. Por todo ello y porque el domingo pasado fue el bastión contra el que se estrellaron inútilmente los retirados y duros envites del Tetuán, haciendo posible el que no se malograra el triunfo de su equipo, se habla y se elogia estos días al magnífico guardameta Rubio”
DIARIO DE CÁDIZ – 12 DE OCTUBRE DE 1948
“No deberíamos destacar a ningún jugador, porque todos merecen en justicia esa distinción. Pero no hay más remedio que hacer constar y proclamar muy alto que Rubio estuvo fantástico. Que el guardameta gaditano demostró clase de internacional. Lo paró todo: por alto, por bajo, desde lejos y desde cerca, arrojándose a los pies de Jorge, de Muñoz, de Villar, a cada instante, jugándoselo todo. En una de las ocasiones, faltando pocos minutos para terminar, resultó conmocionado, pero prosiguió con la misma valentía. Es de esas tardes en que estamos seguros de que hubiera parado hasta el penalti mejor tirado”
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DIARIO DE CÁDIZ – 9 DE OCTUBRE DE 1951
“Y sea nuestro mayor y cálido elogio para el guardameta Rubio, que por su valentía, por su arrojo y por su pundonor en defensa de la camiseta que viste, resultó seriamente lesionado en una de sus salidas. Debemos decir de él que aparte de realizar formidables paradas que le acreditan como un portero con categoría para Primera División, con su valor hizo mucho para que la victoria gaditana se pudiera producir. En la salida donde resultó lesionado, el gol era casi inevitable, ya que estaba solo ante Cuenca, que al querer impedir que se apoderara del balón, le incrustó la bota en el pecho, produciéndose la fractura de dos costillas. Momentos antes había realizado otra arriesgadísima salida tirándose a los pies del extremo derecha, cuando el gol parecía también hecho. Rubio tuvo en este partido una actuación que el Cádiz no olvidará en mucho tiempo”.
Ante estas palabras, no tenemos más que añadir.
Durante todos estos años, tuvo muchas ofertas para marcharse del Cádiz. Llegó incluso a estar dos meses entrenando con el Español de Barcelona, pero el virus gaditano le había inoculado su veneno, y ya nunca se iría de la Tacita. Cuenta su hijo con una sonrisa que “en cierta ocasión, unos emisarios del Real Madrid se desplazaron para verle jugar. Tuvo la mala fortuna de encajar seis goles, y nunca más volvieron a interesarse por él”.
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Y tras tantos años en el Cádiz, llega la
campaña 54-55, de sabor agridulce. Por un lado, se produce por fin el ansiado ascenso a la división de plata que tantas temporadas se había estado intentando conseguir. Pero por el otro, le tocó, por primera vez en su carrera, vivirlo desde el banquillo sin que mediara sanción ni lesión.
Diego Villalonga (que había sido, curiosamente, compañero suyo de vestuario años atrás) no contó en absoluto con él (el beneficiado fue
Garatea, que jugó todo aquel año) y lo alineó en un único partido de liga en aquella temporada, de forma además algo humillante: en el
último encuentro de la liga regular, con la clasificación ya conseguida, y más importante, no como portero sino… ¡como interior derecha!. Hombre siempre reservado con sus palabras, cuando se trataba de hablar de Diego Valor, se veía que la relación con él nunca fue buena.
Con 34 años Rubio habría todavía de permanecer un año más en el Cádiz, el del retorno a Segunda División. Rubio pudo disputar siete partidos en aquella campaña: sería seguramente el premio que tenía el destino por su cadismo y sus largos años de servicio al club. Jugar en la división de plata, y en el nuevo estadio Carranza. Qué injusto habría sido el fútbol si no hubiera podido atesorar aquel recuerdo para siempre.
Tras ese ejercicio liguero, llegó la hora de su adiós. Rubio dejaba así el Cádiz tras nueve temporadas, 140 partidos de liga y el record, todavía imbatido hoy, de ser el jugador que más veces lució la camiseta amarilla en la tercera competición de nuestro país (sea esta Segunda B o Tercera).
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Esquela (con algunos errores) de Rubio
publicada en Diario de Cádiz |
No obstante, se resistía a colgar las guantes, y todavía tuvo ganas y energía de enrolarse con la UD Gaditana, con la que jugaría una campaña, tras la cual, ahora sí, decidió dejar para siempre la portería.
Terminaba así la carrera de todo un símbolo del Cádiz, que recibió del club el carnet de Viejas Glorias, y que, aunque resulte curioso, sigue adeudando un dinero de la entidad que nunca recibió, tal y como nos cuenta su hijo: “el Cádiz todavía le debe dinero – cantidad ínfima hoy en día pero de cierta importancia entonces - y nunca reclamó nada. Lo único que aceptó fue un escudo del Cádiz en oro – como reconocimiento a su labor - que lucía en la solapa en ocasiones especiales”. Desgraciadamente, como sabemos, las leyendas cadistas no siempre son reconocidas como deben por el club en el momento adecuado.
No obstante, nos consta que su relación con
Juan Ramón Cilleruelo, último presidente que tuvo, era excelente, y que el mandamás cadista quería al portero como si fuera prácticamente un hijo.
Aquí vemos una de las últimas fotos que hay de él, formando una reunión de muchísimos quilates, junto a
Camilo Liz,
Manolo Bademunt,
Moncho y el doctor
Ernesto Ramos, que fue el que propició esta reunión.
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Reunión viejas glorias
Rubio es el segundo por la derecha |
Una vez retirado del fútbol (nunca volvió a hacer nada relacionado con el deporte rey, de hecho, apenas acudía a Carranza) y habiendo pasado muchos años en Cádiz, decidió establecerse en nuestra ciudad. Se compró un camión y se dedicó al transporte. También estuvo trabajando en contratas en Astilleros – era un magnífico mecánico – y terminó su vida laboral en la Planta Desgasificadora Delta en Cádiz. Como hemos dicho, se había enamorado de Cádiz, de la que nunca más se marcharía, hasta su muerte, acontecida el 4 de julio de 1996, cuando contaba con 75 años.
Termina así este modesto homenaje y biografía a uno de los porteros que más huella dejó en el cadismo. Por desgracia, ya son pocos los que quedan entre nosotros que pudieron verlo jugar, pero en todos ellos se ilumina la mirada cuando evocan su tremendo espíritu de lucha, su valentía y su arrojo por sus colores. ¿El mejor portero en la historia del Cádiz? Posiblemente…
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Recibiendo un trofeo de manos de Ricardo Vivancos |
Nuestro agradecimiento para siempre a la familia Rubio por ayudarnos a realizar esta biografía, y muy especialmente, a su hijo Luis