Era una mañana soleada de invierno y Marta, con sus apenas 5 meses, se preparaba para hacer su primer desplazamiento para ver al Cádiz: un día para marcar en el calendario, sin duda. Nuestra intención era salir prontito y ver alguno de los magnos eventos deportivos que se celebraban esa mañana en algún bar de nuestro lugar de destino; se jugaba un "apasionante" Atleti - Betis y también la final de la Copa Intercontinental, ahora llamada "mundialito", entre el Barça y el Santos. Sin embargo, el destino fue una vez más esquivo con nuestras pretensiones horarias y terminamos saliendo casi a las 12 de la mañana, con lo que hubo que conformarse con escucharlo por la radio durante el camino.
A la llegada a Puertollano la suerte estaba echada: el Atleti había palmado con el Betis 0-2 y el Barça se había hecho con un nuevo trofeo sin apenas despeinarse. Habíamos quedado en la ciudad manchega con nuestros compañeros Manolain y Merche, los cuales venían acompañados de Ernesto, un viejo amigo procedente de la lejana Cuba aunque residente en la vecina Ciudad Real. Comenzamos la jornada en el Gambrinus del bulevar donde nos tomamos las primeras cañitas. Afortunadamente, Merche ha vuelto al redil cervecero que si no me veía yo solo dándole caña al líquido elemento. Nos encontramos en este lugar con antiguos compañeros de la otra peña de Madrid con los que estuvimos conversando.
Tras el aperitivo nos encaminamos al Bar Munich, lugar de peregrinación futbolera por excelencia en la localidad. Más cerveza, cocacolas por doquier, leche materna para la benjamina, algún zumo, oreja y, por supuesto, croquetas, fue nuestro menú. Rematado cómo no por un buen gintonic que fue debidamente engullido por la sección alcohólica de la peña. O sea, yo. Se acercaba la hora del partido y partimos hacia el nuevo estadio del equipo local; un estadio pequeño y funcional, claramente preparado para que el Puertollano dé el salto definitivo a la división de plata. Sin embargo se nos hace difícil comprender que, con la que está cayendo, un equipo modesto de una ciudad pequeña se permita el lujo de abandonar un estadio bastante majo como era el Sánchez Menor para meterse en un nuevo recinto tan bonito como innecesario... a no ser que haya comisiones e intereses económicos de por medio, claro. Y luego pasa lo que pasa: el club en concurso de acreedores y la plantilla sin cobrar: el eterno cuento del fútbol patrio.
Comenzó el partido y allí estaba toda la expedición peñística. Viendo el saque inicial y todo. Definitivamente nos hacemos mayores. Sobre el partido, poco destacable: el Cádiz bastante arropado atrás y creando poco peligro. El árbitro se sacó de la manga una expulsión de un jugador del equipo rival, pero aún así los de José González no cambiaron un ápice y continuaron esperando agazapados su oportunidad. Durante la primera parte la temperatura no era mala del todo; aún caían los últimos rayos de sol y se podía estar en la grada. Sin embargo, con la caída de la noche la temperatura se desplomó y el frío se apoderó del lugar. No sé si fue por esta circunstancia o por cualquier otra, pero el caso es que el Cádiz se desperezó y empezó a encerrar al Puerto en su campo. Aunque demasiado horizontal y sin apenas peligro. Sin embargo, el premio llegaría en el descuento cuando en una acción tan desesperada en ataque como mal defendida, de esas que tantas nos cuelan a nosotros, metimos el gol de la victoria y el árbitro pitó seguidamente el final. Así que tres puntitos muy ricos para casa y liderato del Grupo IV de regalo. ¡¡Marta-lismán parece que funciona!!
Salimos de allí como alma que lleva el diablo huyendo de aquella gélida grada... que esas temperaturas no son muy recomendables para un ser vivo. Antes de partir de vuelta a nuestras madrigueras hicimos una nueva visita al Bar Munich para darle un poco más al bebercio y al comercio, que no es nada bueno viajar con el estómago vacío. Sobre las 21:00 nos despedimos dando por concluida una buena jornada para los cadistas en general y un dominguito muy majo para nosotros en particular.
