Inauguramos los Episodios Cadistas (sección que esperamos sea de vuestro agrado) con esta hilarante anécdota, donde todos reconocemos al Cádiz de los milagros imposibles, y que nos relata uno de sus hombres bandera, Carmelo, el Beckenbauer de la Bahía.
Jugaba el Cádiz en Carranza frente al
Zaragoza, y los amarillos ganaban por 1-0. Como siempre que el Cádiz está en Primera, cada punto, cada victoria, vale su peso en oro y puede valer toda una temporada. (buscar año y nombre del árbitro). Entonces, recordemos, no había ningún cuarto árbitro que mostrara cuanto tiempo iba a durar el descuento.
Así las cosas, y ante el estupor general de público y jugadores, los maños empataban nada menos que en el ¡minuto 97!, tras un descuento larguísimo, del todo injustificable. Apenas toca el balón la red de la portería cadista, el colegiado da por concluido el encuentro, y el respetable entra en cólera.
Carmelo, que aquel día ejercía de capitán, estalló de ira. Desde el centro del campo, hasta ya bien entrados en el vestuario, el Beckenbauer le dedicó todo tipo de "delicias" al árbitro, de tal magnitud que no podemos reproducirlas aquí. Carmelo sacó el repertorio completo, y presa de los nervios por ver cómo se había esfumado un punto de la forma más injusta, se acordó hasta del último pariente del señor colegiado (que por cierto, era de Canarias).
Éste, ni corto ni perezoso, reflejó hasta la última coma en un acta para la que hizo falta papel extra, por todo lo que nuestro querido jugador había "cantado". Carmelo, al día siguiente, ya más calmado, sabía la que se le venía encima: "mínimo me caen cinco partidos de sanción". El libre le contó todo a su presidente, el inolvidable
Manuel Irigoyen, que rápidamente puso su mente a funcionar, y nos regaló una de sus inverosímiles vueltas de tuerca, para salirse con la suya cuando cualquier otro hubiera dado la causa por perdida, siempre impulsado por ese amor incondicional que sentía por su club.
Irigoyen empezó a tirar de teléfono, y se puso en contacto con el Sargento de la Policía Nacional de Cádiz (amigo del presidente), con el que se vio en la Comisaría. Allí consensuaron la solución, y se fueron directos a un notario, amigo también del mandamás cadista. Éste selló una declaración jurada del policía, en la que éste afirmaba que debido al tenso ambiente que se había generado entre el público por la resolución final del partido, las Fuerzas de Seguridad, con él a la cabeza, habían tenido que escoltar al árbitro hasta la bocana de vestuarios. Durante este trayecto, continuaba la declaración, el jugador Carmelo Navarro no acompañó en ningún momento al trío arbitral, y por tanto, no pudo dirigir los insultos que el colegiado había reflejado en el acta. No se sabe cómo, pero no había imágenes que contradijeran la versión policial.
Con esta declaración jurada y sellada ante Notario bajo el brazo, Irigoyen viaja a Madrid para reunirse con el Comité de Competición, encabezado por Fernando Vara de Rey. Ante la fuerza del documento que tenían ante ellos, el comité no tuvo más remedio que dar la razón al Cádiz, y cerrar el expediente, sin sancionar a Carmelo, que al domingo siguiente se vestía de corto de nuevo y ejercía como capitán de los suyos.
Una vez solucionado el problema, Irigoyen abroncaba al jugador. Carmelo recuerda con cariño y entre carcajadas, la arenga del presidente: "me he tenido que gastar un dineral entre la documentación, el viaje, etc...a ver si la próxima vez, te estás calladito". Irigoyen y el Cádiz, en estado puro.