Máximo “Vides” Mosquera Zegarra, a pesar de jugar una única temporada en el Cádiz (62-63) dejó una honda huella en los aficionados cadistas, que enseguida se encariñaron con él. Gracias a una conversación con él directamente a Perú, hemos podido viajar en el tiempo y preparar esta biografía
EQ. |
TEMP. |
EQUIPO |
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1945 |
DPVO. MUNICIPAL |
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1946 |
DPVO. MUNICIPAL |
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1947 |
DPVO. MUNICIPAL |
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1948 |
DPVO. MUNICIPAL |
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1949 |
DPVO. CALI |
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1950 |
DPVO. CALI |
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1951 |
ALIANZA LIMA |
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1952 |
ALIANZA LIMA |
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1953 |
ALIANZA LIMA |
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1954 |
ALIANZA LIMA |
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1955 |
ALIANZA LIMA |
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1956 |
SPORTING CRISTAL |
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1957 |
SPORTING CRISTAL |
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1958 |
SPORTING CRISTAL |
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1959 |
ALIANZA LIMA |
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1960 |
ALIANZA LIMA |
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61-62 |
ATCO. BALEARES |
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62-63 |
CÁDIZ |
Mosquera nació en Perú, en la provincia de Chincha Alta. Allí, en el Colegio Salesianos, fue donde comenzó su relación con el balón. Desde siempre le atrajo el fútbol, y siempre soñó con ser futbolista.
Sus primeros pasos para hacer realidad este sueño los dio en un modesto club de cantera de Lima,
Centro Iqueño, en cuyo equipo infantil ingresó a la edad de 10 años. Fue en este club (que se autodefinen como “El Semillero del Fútbol Peruano”) donde se fue haciendo como jugador, formando el futbolista que habríamos de disfrutar años más tarde.
Posteriormente pasó al primer club importante de su vida, el
Deportivo Municipal, un equipo muy técnico y del que Mosquera guarda un especial recuerdo. Su ascenso por las distintas categorías inferiores fue tan meteórico como merecido. Así, a la edad de 17 años, Mosquera hacía su debut con el primer equipo del Municipal, club en el que jugaría nada menos que cuatro temporadas, sin contar las anteriores en la cantera. Sin embargo, el fútbol entonces no era profesional, y había que complementarlo con otro trabajo. Mosquera trabajaba en una fábrica textil, pero con la mente puesta en poder vivir del balón algún día.
En 1949 lo consiguió. Mosquera viaja a Colombia, para fichar por el
Deportivo Cali. Allí permaneció dos temporadas, formando delantera con otros tres compatriotas suyos: Barbadillo, Drago y Salazar. Estuvo cerca de conseguir el campeonato en sus dos temporadas en Colombia: el Deportivo Calí clasificó segundo y tercero en los dos años que Mosquera estuvo allí.
Tras estos dos años en el país vecino, Mosquera regresaba a Perú, para fichar por el
Alianza Lima, uno de los equipos más importantes del país, y donde nuestro protagonista empezó a deslumbrar como la estrella en la que iba a convertirse. Fueron cinco años en continuo crecimiento, en los que especialmente exitosos fueron los dos últimos, 1954 y 1955, en los que su equipo se coronó campeón de liga. Además, esa última temporada, fue el máximo artillero de la competición con once dianas. Era la cúspide de su carrera.
En 1956 pasa al
Sporting de Cristal, uno de las escuadras punteras de Perú, y que ese año tiró la casa por la ventana: compró la plaza en la máxima categoría al Sporting Tabaco, y reunió un gran elenco de jugadores, entre los que se encontraba Mosquera, que entonces protagonizó el fichaje más caro de Perú. Fueron tres temporadas muy exitosas también, sobre todo la primera de ellas, en la que nuevamente alcanzó el título.
Como es lógico, el rendimiento espectacular de Mosquera le llevó a la selección de su país, con la que jugó nada menos que 31 encuentros (20 de ellos en la Copa América), en los que siguió demostrando su ratonera habilidad para hacer goles: siete tantos le contemplan con la camiseta franjiroja de Perú.
En 1959 regresó al Alianza de Lima, donde jugó otras dos temporadas. Hasta que en 1961 dio el salto a España. Mosquera había seguido desde siempre el fútbol europeo, que conocía bastante y que le atraía sobremanera. Por eso, cuando el representante de jugadores,
Luis Guijarro, le ofreció la posibilidad de marchar a España a jugar en el
Atco. Baleares, apenas lo pensó.
La apuesta le salió de maravilla. Su aventura en el archipiélago tuvo un resultado fantástico, ya que el sudamericano fue máximo goleador de su equipo con 15 goles. Sin embargo, si bien en lo deportivo la temporada fue redonda, fuera de los terrenos de juego fue nefasta. La directiva balear dejó a deber cuatro mensualidades al jugador, lo que enfadó mucho al jugador (que para colmo rechazó en su momento una oferta del
Palermo italiano por cuatro millones de pesetas por continuar con su club), que enseguida empezó a buscar nuevo equipo.
Guijarro, el representante que lo había traído a España, ofreció entonces al jugador a la directiva cadista (tras los intentos frustrados de llevar al jugador a equipos como Sevilla o Zaragoza, que ya tenía totalmente cubierto el cupo de extranjeros), encabezada por
Márquez Veiga. Tras consultar con el entrenador,
Riera, se dio el OK al fichaje (firmándose un contrato por dos temporadas), completando así Mosquera una de las mejores delanteras de que ha disfrutado nuestro club, y que estaba formada, además de por el peruano, por Bolea, Marcelo, Almagro y Soriano.
El fichaje se dio a conocer a la afición el 10 de julio de 1962, fecha en que se publicó en el Diario de Cádiz. La prensa lo recibió con escepticismo. Así, un día más tarde, el periodista
Balpiña firmaba una pequeña columna que titulaba: “¿Habremos dado en el blanco con el negro?”, en la que recordaba fiascos anteriores con jugadores extranjeros, y esperando que Mosquera, que a pesar de tener fama en su país era un desconocido para la afición española, no resultara de igual forma. Pronto se vería que efectivamente, Mosquera iba a justificar de sobra su fichaje.
El peruano llega a España el 8 de agosto, y entrevistado por el Diario, dio una definición de sí mismo que es sin duda la mejor que podemos dar para aquellos que no le vieran jugar: “No soy ningún fenómeno, no hago hablar a la pelota, pero llego con grandes deseos de agradar. Me gusta más construir, pero cuando hay que ir adelante, también me meto en el área. No voy fuerte al choque por mi físico, pero se como meterme y buscar mi sitio. Empujo esas pelotitas de gol que quedan tontas.”. Y es que además de evidenciar la gran humildad y simpatía por las que sería conocido más tarde, ya dejaba claro que en contra de lo que se piensa hoy día sobre él por el gran número de goles que anotó en el Cádiz y en su carrera, su posición no era la de un delantero nato, sino la de un escurridizo mediapunta.
A este respecto Márquez Veiga, su presidente entonces, relata una anécdota muy simpática. Se encontraban ambos (presidente y jugador) en un restaurante gaditano, cuando llegó uno de los fotógrafos del Diario de Cádiz, enseñando una foto de Mosquera rematando en plancha sobre la línea de gol.
- “Mira Mosquera, es un gol tuyo”.
A lo que el peruano respondió: - “no, ese no puedo ser yo”
- “Pero como no vas a ser tú, si eres el único negro de la plantilla”
- “Pues alguien me empujaría ahí, yo nunca juego tan adelantado”
Los tres estuvieron riendo un buen rato.
El 9 de septiembre Mosquera haría su debut con el Cádiz en un partido amistoso en Cáceres, en una gira que estaba haciendo el club por Extremadura para preparar la nueva temporada. A pesar de que los amarillos empataron a tres, el peruano no pudo hacer ningún gol. Se resarció bien dos días después cuando frente al Badajoz, los cadistas se impusieron por 2-5, siendo él autor de dos de los tantos visitantes, y completando un destacado partido.
Sin embargo, no todos las tenían consigo con el jugador. Como él mismo ya anunciara, su físico no era precisamente su fuerte. Así, pudimos leer, justo antes de comenzar la liga, en Diario de Cádiz, un artículo que le reconocía sus buenas maneras en los amistosos veraniegos, pero que a la vez le requería mayor implicación en el trabajo “sucio”: “Mosquera nos demostró una gran calidad como futbolista, que pasa la pelota con perfección de maestro, pero también que no expone ni lucha todo lo necesario para la Segunda División, y no digamos para los partidos fuera de casa. Es normal darle un plazo de confianza, pero también es lógico que comprenda que hay que poner en esos noventa minutos de cada domingo mucho más, cuando además, se sabe y se puede hacer”.
Mosquera es una persona tan amable que ni siquiera se enfada por cosas así. Se limitó a seguir jugando, y con la mayor de las honestidades, dar todo lo que tenía dentro de sí para beneficiar al máximo al equipo.
Por fin el 23 de septiembre hace su primer gol en partido oficial. Fue en el
Sánchez Pizjuán, frente al Sevilla Atco. Mosquera hizo un partido espectacular, marcando dos goles y dando un tercero, materializando así la victoria de los suyos por 2-3. Empezaba así la leyenda del “negrito peruano”.
En la jornada siguiente volvería a ser decisivo, marcando contra el Cartagena el gol de la victoria, tras recibir en la banda izquierda, driblar a dos contrarios y desde fuera del área empalmar el balón en un tiro impresionante.
Llega la tercera jornada de liga, y Mosquera (“el inevitable gol de Mosquera”, titulaba el Diario de Cádiz al día siguiente) vuelve a hacer diana, esta vez frente al Melilla. Y siete días después se repite la historia: gol de falta directa. El Cádiz ha comenzado haciendo pleno en sus cuatro primeros partidos, y en todos ellos el peruano vio puerta. Eso marcaría el resto de la temporada: Cádiz volvería a soñar con un ascenso con el que en verano no se contaba mucho, y Mosquera se convirtió en un fijo para Riera, que contaría con él todo el año.
Especialmente brillante estuvo Máximo Vides Mosquera en una eliminatoria de Copa contra todo un
Español, y en la que la participación del peruano estuvo en el aire hasta el último momento porque justo en los días previos el Cádiz había fichado al húngaro Peter, con el que había que aclarar que tuviera o no doble nacionalidad. Finalmente Mosquera pudo ser de la partida, y otra vez resultó decisivo: marcó dos de los tres goles con los que los amarillos se impusieron a los periquitos por 3-1. La prensa local se rendía a sus pies: “Mosquera, autor de dos goles, demostró una vez más su enorme habilidad rematadora.” Durante algunas semanas se aúpo como pichichi de la Segunda División, las críticas y el escepticismo con los que fue recibido se tornaron en múltiples halagos y simpatías por doquier. Además de un gran jugador, con un excelente control y toque de balón, y de gran movilidad y saber estar siempre en el sitio adecuado, era repetimos, una persona de lo más educada y encantadora, de esas que de tan bueno, terminan por encontrar gente que se aprovechan de su bondad.
En diciembre sin embargo Mosquera entró en un bache, del que no terminaría de recuperarse en toda la temporada. El peruano era tremendamente friolero, y cuanto las temperaturas bajaron un poco, su físico se resintió. Apenas entró octubre en el calendario, ya empezó a abrigarse con guantes, y muchas veces provocaba la risa en sus compañeros. No digamos cuando el equipo realizaba salidas a sitios tan fríos como Granada. Al llegar a estos lugares, Mosquera bromeaba diciendo que no se bajaba del autobús en todo el fin de semana, que le contaran el domingo como fue el partido.
Estuvo ausente de los terrenos de juego hasta casi final de enero, reapareciendo frente al Cartagena. Su regreso no resultó balsámico, ya que el equipo cayó a domicilio por 3-1.
Así, fue pasando avanzando la temporada, en la que los hombres de Riera mantuvieron la ilusión por el ascenso casi hasta el final. Un ascenso que prácticamente se perdió en la dolorosa derrota en el campo del Levante, entonces segundo clasificado. El terrible correctivo sufrido (7-2) dejó casi imposible el ascenso. Antes de ese partido granotas y amarillos estaban igualados a puntos, pero la brecha abierta tras la goleada no pudo ya ser recortada por un equipo que había rendido muy por encima de sus posibilidades, y que empezaba a dar muestras de debilidad.
Dos semanas después el Cádiz caía, con escándalo arbitras, en Las Palmas, y las esperanzas de ascenso se esfuman tras perder en el campo del Hércules en el penúltimo partido.
Con el equipo ya en plena caída, se produjo también la eliminatoria en Copa, frente al Córdoba.
Mucho tuvo que ver en este mal tramo final el mal estado de forma de Mosquera, que ya no era el de las primeras jornadas.
A pesar de tener dos años de contrato, Mosquera decidió poner fin a su carrera futbolística y regresar a su país. Así, el 23 de julio de 1963, se puede leer en Diario de Cádiz el anuncio del acuerdo de rescisión de contrato entre el club y el jugador. La entidad estaba buscando refuerzos, y se habla precisamente de un paisano suyo, Delgado. Pero el hecho de haber otro extranjero en el equipo le cerraba las puertas. Mosquera, educado y honesto, decidió agradecer la confianza que se puso en él, dejando paso al nuevo fichaje.
Una vez de vuelta en su país, Mosquera siguió vinculado al fútbol. Entrenó a algunos equipos de cantera o de segundo nivel, y posteriormente ha estado trabajando como comentarista deportivo, algo que continúa haciendo a día de hoy.
Mosquera dejó tras de sí un rastro de simpatía y cariño por todo Cádiz. Todos los que tuvieron relación con él hablaban maravillas. Así, los críticos deportivos, que como va dicho, no lo veían muy claro cuando se anunció su fichaje, le dedicaron un emotivo adiós: “hay que agradecerle su juego y su educación. El invierno pudo con un jugador de sangre caliente, pero no pudo con su caballerosidad”.
Su presidente también se deshace en elogios hacia su persona: “durante la temporada tuvimos algunos problemas financieros, como casi siempre, y algunas mensualidades su fueron retrasando. Mosquera vino a hablar conmigo y me dijo que si el club no tenía dinero, que él no tenía problema en marcharse para así, ahorrar un ficha al equipo. Ni que decir tiene que buscamos el dinero por doquier, porque Mosquera no se podía ir. Pero hablaba siempre pensando en los demás, a pesar de que su familia necesitaba el dinero tanto como otra cualquiera, él sólo pensó en beneficiar al club y sus seguidores”.
Seguidores que por supuesto, le abrieron un hueco en el corazón para él, hecho que materializó la chirigota
Dandys Negros, que le dedicó una coplilla: “Mosquera, Mosquera, métete otro gol, que vamos a Primera, Mosquera, a Primera División...”
Un cariño que es mutuo, ya que Mosquera todavía hoy, casi 45 años después de abandonar la Tacita, sigue rememorando aquella ciudad y sus gentes con una simpatía que raya la adoración, y pregona orgulloso a los cuatro vientos que en Cádiz nació su hija.
Fotos: Hemeroteca Diario de Cádiz y archivo personal Mosquera