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Villalba

Manolo Villalba debió pasar a la historia como uno de los jugadores más importantes no ya del Cádiz, sino posiblemente de la escena futbolística española. Con apenas 16 años ya formaba parte del primer equipo amarillo, y con 17 años y dos meses hacía su debut en partido oficial. Su carrera, que parecía que no tendría cúspide, se vio súbitamente truncada por una lesión que nos privó de uno de los mejores jugadores que ha dado nuestra provincia. Por fortuna, nos dejó al menos disfrutar unos años de sus diabluras por la banda derecha

 

EQ. TEMP. EQUIPO CAT PJ G
69-70 ROTA 3ªDIV.
70-71 CÁDIZ 2ªDIV. 3 0
71-72 CÁDIZ 2ªDIV. 20 2
72-73 CÁDIZ 2ªDIV. 26 7
73-74 CÁDIZ 2ªDIV. 21 0
74-75 CÁDIZ 2ªDIV. 26 3
75-76 CÁDIZ 2ªDIV. 32 7
76-77 CÁDIZ 2ªDIV. 35 8
77-78 CÁDIZ 1ªDIV. 28 5
78-79 BETIS 2ªDIV. 6 3
79-80 BETIS 2ªDIV. 12 2
80-81 ATL. MADRID 1ªDIV. 5 1
81-82 LINARES 2ªDIV. 18
0
82-83 ALBACETE 2ªDIV. B 31 6

 

Manuel Villalba Arana, o Villalbita, como era conocido en sus primeros años como cadista, debido a partes iguales a su juventud y a su débil físico, nació en su querida Rota el 9 de enero de 1954. Como todos los niños de la época, empezó a darle patadas al balón en el colegio y la playa, escenarios donde muchos de nuestros mejores jugadores empezaron su andadura.

 

A pesar de su aspecto de “flacucho”, a simple vista saltaba que tenía una habilidad especial, una velocidad endiablada, una facilidad innata para correr con el balón cosido al pie. Dichas cualidades no pasaron inadvertidas a los responsables del equipo de la ciudad, el Club Deportiva Rota, que cuando Villalba contaba 14 años, fundó un equipo juvenil, sobre el que se basaría su cantera de futuro. Parecía hecho a medida para él: éste fue el trampolín que puso en poquísimo tiempo a Villalba en la órbita del universo cadista.

A pesar de su extrema juventud, y de compartir terreno de juego con chavales mayores y más fuertes que él, enseguida demostró que aquello se le quedaba pequeño, y que sus miras iban mucho más arriba. Tras un primer año en el cuadro juvenil, y contando únicamente quince primaveras, Villalba da el salto al primer equipo roteño, que por aquel entonces militaba en Tercera División (cuando no existía la Segunda B, es decir, hablamos de un fútbol ya importante). Nuevamente, una afortunada casualidad allanaba el camino de Villalba a la elite futbolística. Aquella temporada, cayeron a la categoría de bronce Xerez Deportivo y Cádiz, equipos a los que Villalba se enfrentó en su primera temporada como profesional, a pesar de su condición de juvenil.

Aquellos partidos frente a los clubes más importantes de la provincia, y otras actuaciones más, consiguieron que el nombre de Villalba estuviera en muchos de los mentideros futbolísticos de la provincia. Se hablaba de un joven chaval, enclenque pero que se movía como un diablillo por la banda derecha. Los rumores no eran exagerados: antes incluso de concluir la temporada, y contando apenas 16 años, el Cádiz ya le había incorporado a su nómina de jugadores, tras la aprobación final del por entonces técnico amarillo, León Lasa, que avaló el fichaje. Todo pasaba a velocidad de vértigo para un Villalba que en apenas quince meses pasaba de jugar con juveniles, a formar parte de toda una plantilla de Segunda División, al lado de nombres como Soriano, Ortega, Canito o Andrés, además de otros jóvenes que llegarían también lejos como él, como eran Migueli o Paco Baena

El primer partido de Villalba (al que no le importaba pegarse tremendos madrugones a diario, ya que tenía que ir en tren todos los días de Rota a Cádiz para entrenar) fue nada menos que ante todo un Barcelona, en un partido de pretemporada veraniego. Tratar de imaginar lo que pasaba por la mente de un chaval tan joven, que se veía ante nombres de la talla de Neeskens o Rexach, resulta muy difícil.

Ahora bien, como no podía ser de otra manera, su adaptación al equipo requirió su tiempo. En su primer año como profesional, debutó por fin el 14 de marzo de 1971, frente al Moscardó en Carranza, siendo titular y disputando todo el partido. 

Fue al año siguiente, en la temporada 71-72, en la que Villalbita se consagró definitivamente, y empezó a apuntar maneras de lo que iba a terminar en convertirse. Entró con mucha más asiduidad en las convocatorias y en el terreno de juego. El 27 de febrero, frente al Tenerife en Carranza, hizo su primer tanto con la camiseta amarilla. Tanto fue así, que aquel verano, tras concluir la pretemporada, disputó el europeo de selecciones sub18 representando a España. Allí compartió vestuario con nombres de la talla de Juanito, Macanás, …

 

 

En el verano de 1972 llegó además a Carranza el inolvidable Domingo Balmanya, que nada más verlo, le puso un plan especial para el único handicap que tenía Villalba: su falta de musculatura. El veterano técnico lo vigiló de cerca, imponiéndole entrenamientos y un régimen de comida especial. Gracias a esto, Manolo pudo mejorar sensiblemente su poderío físico, y dio el salto definitivo como futbolista. La promesa dejaba de serlo para convertirse ya en toda una realidad, un jugador importante de la plantilla, para el cual ahora lo extraño era no verse entre los once titulares. 

A partir de entonces, y durante nada menos que cinco campañas más, Villalba fue creciendo y mejorando, hasta convertirse en un símbolo del equipo amarillo. En la temporada 75-76, de la mano de Barinaga, explotó definitivamente. Hasta entonces había sido un jugador importante que disputaba un alto número de partidos, aunque muchos de ellos más bien como revulsivo en las segunda partes, que como titular. Pero fue aquel año en el que el nombre de Villalba se instauró como fijo en todos los once iniciales que cada domingo mostraba el Cádiz. Cualquiera que recitara entonces la alineación amarilla, tenía que pronunciar el nombre del roteño.

Y si la temporada 75-76 fue la de su salto a la titularidad indiscutible, sin duda alguna su mejor campaña fue la siguiente, la del inolvidable primer ascenso la máxima categoría, de la mano de Enrique Mateos. Sus fechorías por la banda levantaban olés del público, y muchos ojeadores de toda España seguían ya de cerca a ese menudo extremo, que a pesar de su juventud (22 años) ya llevaba varias temporadas en el fútbol profesional. Villalba coronó una temporada para enmarcar anotando uno de los dos goles, en casa frente al Tarrasa, que certificaron el histórico ascenso. 

 

 

Así, a la edad de 23 años, y como capitán del cuadro amarillo, Manolo Villalba debutaba por fin en Primera. No le fue a la zaga esta temporada en lo que a rendimiento se refiere. Como muestra un botón: en el primer partido del Cádiz en la máxima categoría en su historia, los amarillos se impusieron por dos tantos a uno frente al Rayo Vallecano. A pesar de empezar perdiendo, los gaditanos dieron la vuelta al marcador, en los últimos diez minutos. El roteño quiso empezar la temporada tal y como acabó la anterior, marcando, e hizo así los dos tantos que supusieron la primera victoria del submarino amarillo en Primera.

Por desgracia, pese a su indiscutible calidad sobre el campo, Villalba y los suyos no pudieron evitar el descenso de categoría. Cuando éste ya se mascaba, era un secreto a voces que sería la última campaña de Villalba entre sus paisanos. La habilidad y recursos del extremo diestro eran un lujo enorme que el Cádiz no se podía permitir, y Villalba estaba llamado a hacer grandes cosas en equipos de mucha entidad. 

Cuando la temporada llegaba a su fin, varios equipos, que llevaban siguiéndole todo el año, se interesaron por él, y su nombre estaba presente incluso en la agenda del FC Barcelona. Sin embargo, fue el Betis quien se llevó al gato al agua. El equipo verdiblanco firmaba al gaditano antes incluso de terminar la temporada. La presencia de León Lasa (el técnico que lo vio nacer como futbolista y que le dio la oportunidad de fichar por el Cádiz cuando aún era casi un niño) en el banquillo hispalense, terminó de inclinar la balanza, y Villalba era traspasado a cambio de ocho millones de pesetas. Su compañero Antolín Ortega se marchaba también con él. La apuesta, sin embargo, no le salió bien sin embargo, y es como el mismo jugador recuerda, “aquel año descendí dos veces”. Cádiz y Betis (éstos, a pesar de haber sido campeones de copa el verano anterior) caían a la división de plata de la mano, y Villalba se veía abocado a jugar de nuevo en dicha categoría. Y es que el fichaje de Manolo por el Betis estaba gafado, como veremos más adelante.

 


Para demostrar que no exageremos nada al afirmar que Villalba era un fuera de serie que apuntaba a gran estrella, aquel verano, y pese a que el Cádiz descendió de categoría, el roteño estuvo en la preselección que Kubala hizo para el mundial de Argentina. Desde Sevilla viajó a Madrid junto a hombres de la talla de Gordillo o Cardeñosa. Desgraciadamente, el técnico no lo incluyó en la lista definitiva, pero teniendo como competencia en el puesto a Juanito, hubiera sido casi un milagro su presencia en la cita mundialista. 

Su temporada en el Betis comenzó bien, pero pronto se torció todo, de manera dramática. Jugando en La Condomina frente al Murcia, Villalba recibió una patada criminal, que le destrozó la rótula por varios sitios. Por desgracia, en aquel entonces la medicina deportiva dejaba mucho que desear, y los medios no eran los que se tienen hoy día. A pesar de ser operado en Barcelona por los mejores médicos de la época, éstos apenas pudieron unir los ligamentos al trozo más grande que había quedado de la rótula, lo cual no dejaba de ser una chapuza, ya que ésta quedó flotando en su rodilla. Nada que ver con las prótesis que se utilizan hoy día.

 

A partir de aquel día, una de las carreras más prometedoras no ya del fútbol cadista, sino del balompié español, quedó definitivamente truncada. Ni que decir tiene que la temporada la perdió por completo, tratando de recuperarse de la gravísima lesión sufrida.

Al año siguiente parecían que las cosas mejoraba, pero Manolo no sentía que aquella rodilla no era la misma. Le habían dejado casi cojo, y su rendimiento en el campo, como no podía ser de otra manera, se resintió. Los dolores eran continuos, y así era muy difícil sorprender a los adversarios rivales.

 

A pesar de esta circunstancia, García Traid, que lo había tenido a sus órdenes en el club verdiblanco, lo fichó cuando éste recaló en el banquillo del Atl. Madrid, en la temporada 80-81. 

Villalba hizo lo posible por recuperar su mejor tono, pero su rodilla se lo impedía. Justo cuando empezó a entrar en las alineaciones, tuvo una recaída en la misma rodilla, y los aficionados atléticos no pudieron comprobar el porqué de su fichaje.

Villalba contempló entonces la retirada, pero no arrojó la toalla tan pronto. Fichó en primera instancia por el Linares, con el que jugó en Segunda División, y posteriormente, un año después, lo hizo en el Albacete, ya en Segunda B, donde coincidió, entre otros, con Julián Rubio. En ambos casos, Villalba tuvo problemas de cobro. Eso, unido a que su rodilla seguía sin terminar a ser la misma, lo empujaron, ahora sí, a la retirada, pese a su todavía corta edad (sin cumplir los 30).

Más aún, durante los años que siguieron, sólo su espíritu de superación y de lucha le permitieron poder llevar una vida normal, y es que Villalba estaba abocado a tener que andar con muletas, dada la gravedad de la lesión sufrida y el nefasto arreglo posterior. Sin duda alguna un inmerecido final para uno de los jugadores más talentosos salidos jamás de nuestro club, y que de no haber topado con tamaño obstáculo, habría escrito seguro (tenía todas las condiciones: habilidad, juventud y serenidad) una de las páginas más importantes del fútbol español.

 

 

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granlolo

16/08/2011
21:21
peazo de jugador de lo mejor que adado el cadiz.en 1974 hice la mili con el por cierto tubimos que limpiar la bateria con las fregonas.el llegaba alas 8 con rivera primo de migeli pasaba revista y se iban
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CREACIÓN FICHA: 20/10/2007

ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN: 20/10/2007

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