El olimpo de los entrenadores cadistas tiene un pedestal reservado para Ramón Blanco, uno de los técnicos de la historia reciente del club más importantes de esta casa. Gaditanos de esos que nacen donde les da la gana (más concretamente, en Galicia), fue una figura imprescindible en las permanencias de finales de los 80 y principios de los 90, uno de esos “hombres de la casa”, que sin grandes currículums ni nombres internacionales, consiguen en equipos como el nuestro, lo que otros no aspiran. Era el entrenador perfecto para el Cádiz: antiguo jugador, amante del equipo y la tierra, con un ojo siempre en la cantera y modesto en su trabajo
Sin duda alguna, casi todo cadista de hoy día, estuviera o no presente en aquellas tardes de infarto en Carranza, sabe que Ramón Blanco es pieza clave en los milagros de las permanencias imposibles que dieron tanto lustre al Cádiz en los mejores años de su centenaria historia. Quizás no muchos sepan que accedió a ella habiendo pasado antes como jugador también por el club, y que a pesar de ser gallego y haber vivido en Argentina toda su juventud, en cuanto atravesó el puente Carranza, se convirtió en otro de los gaditanos que nacen donde les da la gana.
Sus primeros pinitos como entrenador cuando apenas ha terminado de colgar las botas como jugador. Ya antes incluso de retirarse, había tenido muy claro que quería seguir ese camino cuando llegara el momento, y siendo jugador, se hizo con el carnet de entrenador regional. Así pues, tras un año sabático que siguió a su abandono como futbolista en activo, ingresó ya en los escalafones inferiores del Cádiz CF, entrenando al Balón Juvenil. Además, ayudaba ya entonces en algunas tareas al que entonces ocupaba el banquillo del primer equipo, D. Víctor Espárrago.
A partir de entonces, la figura de Ramón Blanco fue creciendo dentro del club. Mientras iba cogiendo cada vez más responsabilidad en la cantera amarilla, se compaginaba para hacer de segundo entrenador de cuantos técnicos ocupaban la dirección técnica del club: Senekowitsch, David Vidal, Colin Addisson, y Veira, en la temporada 90-91. Para entonces, ya era el entrenador del filial cadista, del que sacaría una generación inolvidable, la última posiblemente hasta la fecha, que fue el esqueleto del club y que posteriormente triunfó más allá del puente Carranza: Kiko, Quevedo, Arteaga, Javi Germán y un largo etcétera…
Hasta que en la citada temporada, le llegaría la oportunidad que tanto tiempo había estado esperando. Faltando once jornadas para la conclusión del campeonato, el club despidió de forma encubierta a Héctor Rodolfo Veira (se dijo que se le dio la baja por enfermedad), y dio la batuta a Ramón Blanco. Como éste no disponía aún de carnet nacional, formó tándem con Lorenzo Buenavetura, que era el que ponía el carnet, aunque la última palabra era siempre del gallego.
Lo que pasó en aquellas once jornadas de locura es de sobra ya conocido por todos. Blanco pudo enderezar el rumbo de la nave, hasta obrar el milagro que parecía imposible, que culminaría primero con la remontada ante el Zaragoza en casa, y posteriormente con la agónica promoción ante el Málaga, que se resolvería, como todos recordamos, en una decisiva tanda de penalties.
La temporada siguiente, y ya con el carnet de entrenador nacional, sumó un nuevo éxito a su currículum. Aunque de forma ajustada, como no podía ser de otra manera en aquel Cádiz, Blanco conseguía de nuevo que su equipo conservara su plaza en la máxima categoría, de nuevo en la promoción, esta vez frente al cuadro catalán del Figueras.
Pese a su probado rendimiento, Manuel Irigoyen decidió no renovar en el banquillo al exfutbolista, y su lugar fue ocupado por Jose Luis Romero. El equipo sin embargo daba muy malas sensaciones, y en diciembre, el presidente cadista tuvo que recular y destituir al técnico para fichar nuevamente a Ramón Blanco. Éste intentó el milagro por tercera vez, pero éste no pudo repetirse. Con el gallego en el banquillo los amarillos mejoraron, pero no hubo tiempo suficiente para recuperar el mucho terreno perdido, y el Cádiz daba con sus huesos en Segunda, a la que llevaba varios años regateando en el último momento. Este hecho puso un largo punto y aparte en la relación de Blanco con el Cádiz, que se separaron durante varios años.
Concretamente durante tres temporadas, que fueron las que Blanco estuvo entrenando a un entonces potente Marbella (gracias a las inyección económica recibida de Jesús Gil, negado que le era negado al Cádiz que languidecía tristemente en Segunda B) en Segunda División.
Tras tres temporadas en el club malagueño, Ramón Blanco volvía al Cádiz, mediada la campaña 96-97, en situación parecida a como lo había hecho años atrás, de apagafuegos. Antonio Muñoz, que ya se sentaba entonces en el sillón presidencial de Cánovas del Castillo, recurrió a él tras destituir a Juan Carlos Álvarez, que no era capaz de poner al Cádiz en la lucha por los cuatro primeros lugares de la liguilla de ascenso. Más bien al contrario, el equipo daba señales que apuntaban a un traumático descenso a Tercera.
El de Vimianzo pudo reconduncir la situación, y con algo más de tiempo, habría incluso alcanzado el objetivo de disputar el conocido playoff. Su excelente trabajo fue reconocido por la cúpula cadista, que le dio la oportunidad de continuar ostentando su cargo, lo que le permitió planificar la temporada desde el principio. Pronto se notaron los efectos positivos de la mano de Blanco, que desde los primeros partidos demostró que estaba dispuesto a devolver al equipo al lugar que le correspondía. Teniendo en sus filas a un lujo como Ariel Zárate, que ejecutaba en el campo lo que él ponía en la pizarra, el equipo llevó una racha triunfal que le llevó a clasificarse, por primera vez desde su caída a los infiernos en 1994, a la liguilla de ascenso.
Por desgracia, la mala fortuna se cebó de mala manera con el cuadro amarillo, que iba a probar en sus carnes la inmensa dificultad que entrañaba abandonar el pozo maldito de la Segunda B. Su tercer puesto en la temporada regular, junto con la configuración de los otros grupos, arrojaba seis posibles combinaciones de rivales en el último combate por el ascenso. Una de esas posibilidades daba escalofríos, y es que incluía a los filiales de Real Madrid y Barcelona (hambrientos por jugar en categoría profesional, y con nombres de una calidad muy por encima de la categoría, que sonarían mucho posteriormente en los equipos más importantes de Europa: por mencionar a alguno, podríamos nombrar a Puyol, central y capitán del FC Barcelona) y a la Cultural Leonesa (el mejor cuarto de los posibles, que tenía más puntos que algún subcampeón de otros grupos).
El cadismo asistía estupefacto al sorteo de grupos: efectivamente, la peor de las posibilidades se hacía realidad. No obstante, la afición (aquella liguilla supuso el germen del carácter optimista y de máxima fidelidad a su equipo) se ilusionó con su equipo, al que acompañó a los largos desplazamientos. Los de Blanco fueron capaces de superar a los blaugranas (que a la postre se llevarían el premio), mientras que se vieron sorprendidos por los madridistas. Era un grupo muy potente, los cuatro podían jugar perfectamente en Segunda, y el Cádiz, inexperto en estas lides, se quedaba fuera para tristeza de su hinchada, que tras años de durísima sequía, volvía a ver a su equipo triunfar e ilusionar.
Sin embargo, para su sorpresa, la oferta de renovación que le fue hecha para volver a intentar el asalto a la división de plata no sólo no reconocía la transformación del equipo desde que llegara año y medio antes, sino que era a la baja. Por ello, el técnico coruñés decidió no aceptar y firmar por el Almería, con lo que comenzaría un periplo por distintos equipos del este de Andalucía. Un año después dirigiría al Granada en Segunda B, y en la misma categoría, un año después, al Torredonjimeno.
Después de un periplo tan largo lejos de casa, Ramón Blanco decidió regresar, a sabiendas de que ello muy posiblemente le costaría estar mucho tiempo alejado de los banquillos. Sin embargo recibió una llamada del San Fernando, entonces en Tercera, y decidió aceptar. En Bahía Sur volvió a disfrutar las mieles del triunfo, ya que Blanco fue capaz de llevar al equipo isleño a Segunda B. Esto ocurría en la temporada 1999-2000, y fue, hasta la fecha, la última vez que el cuadro ‘cañailla’ accedía a la categoría de bronce.
Posteriormente, en la temporada 2003-2004, el mismo club volvió a recurrir a él para la misma gesta, es decir, llevar al equipo de Tercera (categoría a la que cayó tras dos campañas), pero en esta segunda ocasión, se quedó a las puertas. Clasificado para la liguilla, en la misma le faltó un punto para coronar el grupo de ascenso.
Desde entonces se alejó de los banquillos, y actualmente participa en un programa televisivo local, que diariamente repasa la actualidad del Cádiz CF.
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CREACIÓN FICHA: 04/11/2007
ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN: 04/11/2007
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