El cadista que no sepa quién es Milosevic…es que no conoce mucho a su equipo. Se puede asegurar sin apenas riesgo de equivocarse, que el yugoslavo es el entrenador más carismático, querido y venerado por la afición amarilla de cuantos han pasado por el banco de Carranza o Mirandilla. Con dos ascensos a Primera en su haber (uno de ellos el increíble conseguido en Elche), absolutamente todos los jugadores que estuvieron a su cargo lo describen poco menos que como un padre para ellos. Trabajador hasta la extenuación, innovador y revolucionario a la vez que respetuoso y caballeroso, con un corazón tan grande como su ilusión. Les presentamos al técnico que más partidos ha dirigido al Cádiz en toda su centenaria historia
Abrazo entre Milosevic e Irigoyen tras consumarse el ascenso en Elche (1981) |
Dragoljub Milosevic nació por y para el fútbol, y hasta el último día de su existencia, amén de su familia, esa fue su pasión, su trabajo y su modo de vida. Desde que llegara al mundo en 1929 en la ciudad serbia (entonces yugoslava) de Valjevo, el balón fue el eje sobre el que giraba todo su mundo. Sus primeros pinos como futbolista los da bajo los palos, en los equipos del VSK de su localidad natal. Posteriormente, se marchó a Belgrado para continuar con su carrera como jugador y al mismo tiempo, cursar los estudios de Educación Física en la escuela deportiva, donde fue uno de los alumnos más destacados. Hoy una placa recuerda que fue uno de sus alumnos más destacados: se graduó con una nota media de 9.59, y es que como iremos demostrando a lo largo de esta biografía, ‘Bebica’, como era conocido en su país (por ser el menor de cuatro hermanos) era un trabajador incansable.
Tras un año en el humilde club del Zemun, pasa, con la edad de 17 años, al Estrella Roja, donde permanece tres temporadas como guardameta. Viendo que su rendimiento nunca podría ser el más óptimo dada su limitada estatura, y que encima tenía por delante al mítico portero Vladislav Beara, Milosevic decidió cambiar de rumbo y volver a su ciudad natal, en la que se encerró en un garaje durante tres meses a practicar el toque de balón, para reconvertirse como centrocampista. Eso apenas con 20 años, lo que da muestras de su madurez, dedicación y profesionalidad.
Tras este periodo de entrenamiento, fichó por el club local del Buducnost, que ascendió por aquel entonces a la segunda división yugoslava. A partir de 1957, Milosevic simultaneó el césped con el banquillo, haciendo de jugador-entrenador, en la que sería su primera experiencia en los banquillos.
Su primer partido en el Estrella Roja | Como jugador del Estrella Roja |
Tan sólo un año después el Macva, de la ciudad de Sabac (a 80 kilómetros de Valjevo), lo ficha como jugador, aunque mantiene su puesto como entrenador en el Buducnost. Ni los 160 kilómetros diarios para entrenar a un equipo y luego jugar en el otro, le desanimaba lo más mínimo. Aquel año se proclamó máximo goleador de su equipo, lo que ayudó a que ascendieran a Primera, aunque sin duda el episodio más destacable de aquella temporada ocurrió cuando ambos equipos se enfrentaron entre sí. Milosevic hizo de entrenador para unos y de jugador para otros, para los cuales marcó dos goles. Decir insólito es quedarse muy corto. Aquello le costó que fuera despedido del Buducnost, aunque enseguida lo recuperaron, y es que el trabajo y la implicación de Milosevic se dejaban sentir hasta en el último aspecto del equipo. Drago incluso mantenía y cuidaba el campo con sus propias manos para que los jugadores pudieran entrenar en las mejores condiciones.
A partir de 1962, Milosevic cuelga las botas y centra todas sus energías en entrenar, aunque su trabajo, como hemos dicho, englobaba mucho más. Desde cuidar el campo hasta conocerse a todos los jugadores de cantera, el serbio era un estudioso del fútbol y un verdadero hombre de club, totalmente inmerso en todas las parcelas deportivas, buscando siempre mejorar y llegar a lo más alto. Gracias a su trabajo encontraron salida muchos jugadores, sobre los que destaca Slobodan Santrac, uno de los goleadores más importantes de la historia del fútbol balcánico.
En 1964 ficha por el Radnicki Nis, convirtiéndose en el entrenador más joven de la máxima categoría del fútbol yugoslavo. Tras dos años de éxitos se muda a Uzice, para hacerse cargo del club del Sloboda de dicha ciudad. En su nuevo club continuó con su filosofía de control y supervisión de todos aquellos aspectos del club, y en concreto, del fútbol base, del que sacó a muchísimos jugadores como Djoric, Pavlovic o el más conocido en España, Radomir Antic.
Tras abandonar Nis, se marchó al Estrella Roja donde trabajó junto a nombres tan ilustres no ya del fútbol yugoslavo, sino del fútbol mundial como Miljan Miljanic, y sobre todo, Vujadin Boskov, ambos entrenadores del Real Madrid posteriormente, y con el que posteriormente trabajaría también en el Vojvodina Novi Sad.
Su currículum y su experiencia fueron engordando de forma proporcional a como lo hacía su fama, hasta llegar al año 1974, en el que fue formó parte del staff técnico de la selección nacional de su país (junto a Miljanic), al que dirigió en el Mundial de Alemania de dicho año. Su equipo quedó líder de su grupo en primera ronda, para caer en la siguiente liguilla, contra el futuro campeón y anfitrión.
Para entonces Milosevic ya era conocido por sus revolucionarios métodos y su innovación, fruto de largas horas de “darle al coco”, buscando como ya hemos comentado, afinar hasta el último aspecto de sus equipos.
Tras la aventura mundialista, llega por fin el salto a la liga española. En primera instancia llegó como preparador físico, a las órdenes de su paisano Ciric. Bebica decidió bajar un escalón en el escalafón en pro de acceder a una liga mucho más potente como era ya entonces la española. La jugada le salió redonda. En su primera campaña en el club che, Ciric es cesado tras la jornada 27, y la directiva valencianista, decidió darle una oportunidad. Milosevic terminó la temporada (como curiosidades, no empató ningún partido y consiguió una increíble goleada contra el Granada por 7-1) y comenzó la siguiente, la 75-76, si bien apenas sólo le permitieron dirigir los tres primeros encuentros, ya que la dirección técnica del club levantino buscaba otro perfil de entrenador. No obstante, le ofrecieron a Milosevic, adivinando su meticulosidad y dedicación excepcional, un contrato vitalicio como preparador físico, oferta que el balcánico desechó (afortunadamente para nosotros) por entender que su puesto estaba en los banquillos.
Con Voskov | Con Miljanic |
Tras su primera experiencia en España, comenzó una etapa de estancias cortas en clubes humildes en los que batió sus récords históricos de clasificación: Olimpia de Ljubljana (integrado entonces en la liga yugoslava, y con el que consiguió su mejor puesto en toda su historia hasta el día de hoy), Buducnost Podgorica de Montenegro (del que salió por no permitir injerencias en su trabajo del presidente del país), Napredak de Krusevac (que aquel año quedó cuarto, clasificándose por primera y única vez en su historia para competiciones europeas) y Celik Zenica de Bosnia (con el que hizo lo mismo: mandarlo a Europa tras quedar sextos, algo que nunca más han vivido).
Así hasta que por fin, en la primavera de 1980, recala en el Cádiz CF. El entrenador del Benfica, Srecko Radsic, y el que fuera su tutor, Miljanic, actuaron de contactos e intermediarios para que firmara por el club amarillo. Irigoyen, con la temporada aún por concluir, ya tenía decidido prescindir de Roque Olsen, y no quiso esperar a junio para tener al que debía ser pieza fundamental para la temporada venidera, ya que no sólo iba a recibir el encargo de pelear por subir a Primera, sino además, de realizar la profunda conversión que iba a llevarse a cabo en el plantel amarillo.
Milosevic llegó a Cádiz dos meses antes de que finalizara la competición, pero puso como condición sin equanom que su nombre permaneciera en el más estricto anonimato hasta que concluyera la temporada, por respeto a su compañero de profesión. Increíble pero su deseo se cumplió, y nadie supo nada hasta el mismo día de la presentación. El yugoslavo estuvo viendo los partidos de su futuro equipo totalmente escondido en el estadio, a través de una minúscula ventana, para conseguir su deseo, lo que habla bien a las claras de su calidad humana como persona.
No sólo “espió” al primer equipo, sino que también fue poniendo ya un ojo sobre el filial, que debía ser el sustento de su futura plantilla. Como ya hemos dicho, la cantera era para él una prioridad. Descubrir nuevos talentos era para él un reto, y se alegraba como un padre cuando alguno de sus pupilos conseguía triunfar.
Todo eso, a sabiendas de que iba a un club humilde que arrastraba una deuda importante, y en el que por tanto no se iban a poder hacer grandes dispendios: “desde un principio me han hablado claro, que este no es un club económicamente fuerte. Y he aceptado lo que se me ha ofrecido con todas las consecuencias. He suscrito un contrato modesto, con un sueldo decente que me permitirá ir tirando. Sin embargo, se que ganaré mucho dinero aquí. Si mis jugadores y yo hacemos un buen trabajo, ganamos primas, y si hay ascenso, el premio será muy gordo”. Y toda una declaración de intenciones, que explica muy bien porque el yugoslavo es recordado de forma tan cariñosa por sus jugadores: “Un equipo es como una familia. Ha de respetarse al cabeza de la misma, pero también éste debe escuchar a sus hijos. No soy persona que trate a los jugadores despectivamente. Soy duro y exigente cuando tengo que serlo, y comprensible y amable cuando sea menester”.
Sin embargo, los comienzos de Milosevic no hacían presagiar ni de lejos que se convertiría en el entrenador que más veces ha dirigido al club en su larga historia. La prensa lo recibió con un escepticismo totalmente indisimulado, y la afición tampoco terminaba de verlo claro con él. Era un entrenador relativamente desconocido en España, y no todos la tenían consigo. Incluso ya en el Trofeo de aquel verano estuvo a punto de caer, pero los jugadores evitaron in extremis la fulminación del técnico. A pesar de heredar una plantilla desmantelada y con muchos jugadores sin mayor experiencia que la del Cádiz B, se le exigió lo máximo desde el principio, y hasta en tres veces su cabeza estuvo a punto de rodar a lo largo de la campaña. Todas esas dudas se tornaron en halagos lógicamente al acabar la temporada, aunque un artículo de opinión publicado en Diario de Cádiz tras consumarse el retorno a Primera, habla bien a las claras de cuál fue el clima que por momentos soportó el yugoslavo: “Al César lo que es del César, y a Milosevic lo que es de Milosevic. Que nadie ahora, tras consumarse el ascenso, se atribuya ningún mérito. Que nadie ahora, después de entornarse el alirón, presuma con el “yo hacía tiempo que lo venía venir”. Que nadie ahora, de nuevo en Primera División, afirme que tenía plena confianza en las profecías de Milosevic. El único que tenía plena certeza de que se ascendía era Dragoljub Milosevic, que contra viento y marea aguantó estoicamente los gritos de una afición que llegó a pedir su cese, de una crítica que cuando tuvo que censurarle duramente lo hizo y no llegó a descomponerse cuando supo que, por tres veces, estuvo en la cuerda floja. En alguna que otra reunión de la directiva, se cuestionó su cese y en algún que otro campo – Córdoba, Palencia y Murcia – estuvo algún que otro técnico, dispuesto a reemplazarle. Pero él, tranquilo. Ganó en Palencia y Murcia, como predijo, y salvó su cabeza. Siguió aventurando que en Mallorca estaba la clave del ascenso y acertó. Milosevic, sólo él, confió en el ascenso, y transmitió a sus hombres esa fe y esa seguridad. Que nadie más, nadie, se quiera montar ahora en el carro del triunfo con el consabido “yo sabía que Milosevic nos llevaba a Primera”. Al César lo que es del César…, aunque sería injusto no valorar la inflexible postura de Manuel Irigoyen que siempre, siempre, defendió a su técnico a capa y espada”.
Milosevic será recordado por muchas cosas en Cádiz, aunque una de las más destacadas serán sin duda los famosos cuadrantes que realizó a comienzos de temporada, en los que calculaba los puntos que iba a obtener en cada jornada, de forma que los amarillos terminaran ascendido. Milosevic clavó las predicciones, llevando la locura a la Tacita cuando el mes de mayo de 1981 llegaba a su fin.
Sobre el conocido ascenso en Elche y todo lo que significó e implicó, ya nos extendimos lo suficiente en su especial. Sólo traeremos a la memoria una frase que viene a representar muy fiablemente, el carácter del serbio, y su famosa faceta de psicólogo. La frase en cuestión se la dijo a sus pupilos momentos antes de saltar al Nuevo Estadio de Elche, rebosante literalmente de aficionados convencidos de su triunfo: “¿Veis a todas las personas que están ahí? Ninguna, ni una sola de ellas, mueve el balón. Sólo vosotros podéis marcar goles”.
A partir de aquí, casi todo fueron récords y éxitos para Milosevic. No contento con devolver al Cádiz a Primera, en 1981 consiguió también para el club el primer Trofeo Carranza que los amarillos se llevaron a sus vitrinas. Quedaba por delante el reto más esperado, el no conseguido todavía: defender la máxima categoría. Milosevic y los suyos estuvieron a punto de conseguirlo. Sólo les faltó un gol para que el goal-average no les devolviera a Segunda División. No obstante, aquella temporada será recordada como de las mejores por los aficionados de Carranza, y es que los amarillos convirtieron su estadio en un fortín, en el que hincaron la rodilla a los cuatro primeros clasificados a final de temporada: Real Sociedad (2-1), Barcelona (1-0), Real Madrid (1-0, lo que supuso la victoria del alumno sobre el maestro, Boskov), Athletic de Bilbao (3-0) y otros potentes equipos, como Zaragoza (2-0), Sevilla (1-0) y Atl. Madrid (1-0). Con todo merecimiento, recibieron el apodo de “matagigantes”, y sólo la mala fortuna les privó de lo que sin duda se habían merecido, que no era otra cosa que la permanencia (se produjo un triple empate entre Sporting, Las Palmas y Cádiz, que perjudicó a los nuestros).
A pesar del descenso, Milosevic es ya toda una institución en Cádiz, y a nadie se le ocurre pensar en nadie mejor para intentar volver una vez más a la categoría de los más grandes. El yugoslavo casi calcó lo realizado en su primera temporada: mal papel en el Trofeo, temporada impoluta con ascenso final ganando al Elche (aunque esta vez en Carranza) y para terminar de rubricar una excelente temporada, otro Trofeo de los Trofeos para el palmarés del club.
En la temporada 83-84, nuevo asalto por la permanencia. El conjunto amarillo fue sacando los resultados, pero no terminaba de despegar de las últimas posiciones. A poco más podía aspirar el más humilde entre los humildes, pero finalmente el crédito de Milosevic se fue agotando y en la jornada 17, tras caer en Carranza frente al Sevilla, la directiva le retira su apoyo y es destituido. Pese a que el equipo no daba ni mucho menos muestras de no poder pelear la permanencia, Milosevic se marchó demostrando lo que era, todo un caballero, y no tuvo ni una sola palabra de rencor, sino todo lo contrario. En esos tres años y medio, Milosevic y Cádiz se habían enamorado, en una unión que nunca se disolvería ya. De hecho, en Cádiz nació su otro hijo, Marko (que actualmente continúa en la Tacita), y el balcánico adquirió un piso para que su familia continuara allí.
Milosevic en el paseo marítimo con su esposa e hijos Vojka y Marko |
Cuando un año después regresó a Carranza, esta vez entrenando al Tenerife, toda la afición y prensa locales se volcaron con él. Por iniciativa popular, se guardó un minuto de silencio por la muerte de su hijo mayor Vojka, y recibió un atronador aplauso, a la vez que todo el estadio a una coreaba “Milo, Milo…”. Durante toda la semana los medios se pelearon por hablar con él, y las muestras de cariño y respeto eran continuas. Él, en su infinita modestia, sólo pudo responder: “Yo nací otra vez en Cádiz”. ¿Se puede ser más grande?
Y es que tras su salida de Carranza, Irigoyen, que había sido su gran valedor, y que siempre se opuso a su cese (que fue propuesto en varias ocasiones en su primera temporada, como ya hemos reseñado anteriormente), quiso recompensar de alguna manera al técnico que le había posibilitado su primer ascenso como presidente. Solidaridad que se multiplicó cuando el hijo mayor de Milo falleció justo por aquella época, víctima de una larga enfermedad. Así es que el mandamás amarillo contactó con su homólogo en el Tenerife, y le convenció de que era el hombre perfecto para el club isleño, inmerso en la lucha por mantener la categoría en Segunda División.
Su periplo por las Islas Afortunadas fue de un corte muy similar a la trayectoria que había llevado en Cádiz. Su paso por el equipo blanquiazul es recordado especialmente por la promoción que hizo de la cantera, haciendo debutar (o dando responsabilidades de veterano) a jugadores importantes de la historia del club tinerfeñista como Quique Medina o Toño. Con un grupo muy joven, consiguió una permanencia holgada (undécimo puesto). En la siguiente temporada, la suerte no estuvo tan de su lado, y tras 24 jornadas, con el equipo como colista de la división de plata, fue destituido. De la misma forma que ocurriera en Cádiz, fue una decisión difícil para sus superiores, por la tremenda simpatía y cariño que Milo se había granjeado, como siempre le ocurría.
Celebración del ascenso de 1983 |
En la temporada 86-87, Milosevic regresa a su segunda patria. Irigoyen lo llama para que intente el milagro de la permanencia (sustituyendo a Manolo Cardo), pero ni el sabio de Valjevo podía salvar aquella campaña, con un Cádiz más limitado que nunca, pese al regreso del hijo pródigo, Mágico González. Los amarillos se hundía sin remisión en las catacumbas de la clasificación, y sólo la estrambótica liguilla de la muerte que el presidente cadista se sacó de la manga pudo salvar del descenso al club. Cerraría ahora sí para siempre su periplo en el Cádiz, dejando tras de sí nada menos que 156 partidos al frente de la plantilla (hasta la fecha, cifra que nadie ha podido superar), dos ascensos a Primera y dos Trofeos Carranzas. Casi nada.
Aunque sin duda lo que más impresiona cuando se habla de Milosevic con los que lo conocieron, es su inmensa calidad humana, todo un caballero, del que hablaban bien hasta los que no jugaban con él.
Cuando fue cesado en su primera etapa como técnico amarillo, se marchó sin un solo reproche, ni una mala palabra: “No guardo rencor a nadie. Es mejor que me cesen por ser mal técnico, que por ser mala persona”. Los medios de comunicación le despidieron con una cena en su honor, a todos (hasta los que habían sido más críticos con su trabajo) les dolía su cese. Aunque si a alguien le resultó duro el trago, fue a Irigoyen, que siempre creyó en él: “…siguiendo el sentir de los socios, que conscientes del mal juego del equipo, pensaban que podía ser culpa del entrenador. Yo personalmente discrepo de eso. Esta, junto con el traspaso de Ramón, ha sido la decisión más triste que he tomado al frente del Cádiz”.
Anécdotas sobre este genio las hay a granel. Tan implicado estaba en el Cádiz que pidió a Irigoyen que se pintaran los asientos de Carranza de amarillo y azul. Supo entender como pocos a Mágico González, del que sacó un gran rendimiento. El año de los matagigantes (81-82), el Cádiz cayó por 3-0 en San Mamés. Para el choque de la segundo vuelta, el entrenador serbio ordenó no regar el césped en dos semanas. Los amarillos vencieron 3-0 y Clemente comparó el terreno de juego con "una finca agropecuaria". Milosevic respondió que San Mamés recibió al Cádiz como si fuera una pista de waterpolo sin que hubiera llovido.
Con Gallis y Pivarnkik |
Su cabeza sin embargo no dejó de darle vueltas al fútbol, su gran pasión. Hizo cosas de lo más variopintas: dirigió al San Fernando (aunque en la sombra, ya que no se permitían entrenadores de más de 65 años en Segunda B) junto a Superpaco (a pesar de que esto le obligaba a estar continuamente yendo y viniendo de Yugoslavia, viajes que pagaba de su propio bolsillo), desechó ofertas de Kuwait y Libia (Gadafi le ofreció un cheque en blanco para que él pusiera la cantidad) porque no le parecían lo suficientemente profesionales, y organizó una liga interna, en pro de la paz, en su país cuando éste fue bombardeado en 1999 y la comunidad internacional le dio la espalda y la UEFA lo excluyó de sus competiciones. Eso por citar sólo algunos ejemplos.
Finalmente, la muerte le llegaba en octubre de 2005, y hasta el último día se entregó con dedicación casi enfermiza al fútbol. Amado y venerado por todos los que le conocieron, Cádiz y su equipo nunca podrán agradecerle lo suficiente todo lo que Milosevic hizo por ellos. Aunque él jamás reclamó sus laureles, más bien, afirmaba ser él el que se sentía en deuda. Genio y figura hasta la sepultura.
El Cádiz jugaba entonces en Primera División, y le rindió un minuto de silencio en el partido que el Athletic de Bilbao disputó aquella temporada en Carranza.
Nunca hubo tanta unanimidad a la hora de definir a un personaje, como la hay entre todos aquellos que tuvieron la suerte de conocer y trabajar con Milo. Su eterna paciencia, su incansable trabajo con la cantera, de la que no paraba de sacar jugadores, fuera en el club que fuera, y su calidad humana, le granjearon el respeto incondicional incluso de aquellos que en otros momentos le habían criticado, o de los jugadores a los que no les daba minutos. Toda la prensa y la afición se unieron en un mismo clamor cuando Milo fue cesado del Cádiz, despidiéndolo con aplausos y halagos, mientras de su boca no salía ni una sola palabra de reproche.
RADOMIR ANTIC: “Fue el mejor entrenador que tuve nunca”
El serbio, conocido en España por su trayectoria en los banquillos y en los medios de comunicación, se deshace en halagos al que fuera su mentor y que le diera la oportunidad de ser jugador profesional: “Milosevic fue el mejor entrenador que tuve jamás. Nunca he conocido a nadie que trabajara con más ilusión que él en su profesión. Él mismo fabricaba balones que no se estropearan con la lluvia para poder entrenar cuando el césped estaba mojado, buscaba siempre las mejores condiciones para entrenar, hasta cortaba el césped sin con eso ayudaba al equipo…Aprendí de él en los años 70 casi todo lo que se de fútbol, cosas y conceptos que me han servido toda la vida, y que luego apliqué cuando fui entrenador: como formar a jóvenes jugadores, como planificar entrenamientos y temporadas, etc…Vivía por y para el fútbol. Conmigo en particular, no se limitó a darme una oportunidad. Me corregía hasta la forma en que corría, aspectos técnicos…Guardo de él un gran recuerdo, fue mucho más que un entrenador para mí.”
MANÉ: “FUE EL ENTRENADOR MÁS HUMANO QUE TUVE”
Si hubo algún jugador que sacó lo mejor de sí mismo bajo el mandato del yugoslavo, ese fue Mané. Un jugador especial, uno de esos genios con el balón que era tan especial dentro del campo como fuera de él, y como otros de su clase, su calidad con el balón venía acompañada de una singular personalidad que si no se sabía manejar con habilidad, podía ser una caja de pandora. Milosevic ejerció con él sus mejores dotes como psicólogo, y aupó a Mané al capitán y buque insignia de aquel plantel desmantelado, lleno de jóvenes gaditanos que de un día para otro se vieron defendiendo al primer equipo de su ciudad. El gaditano comenta de él que “era un entrenador correcto, bueno, y un gran preparador físico; pero en lo que realmente sobresalía muy por encima de otros era lo buena persona que era, en su enorme calidad como ser humano. Él me dio confianza y me ayudó a jugar a mi mejor nivel. Supo acoplar nuestras personalidades, y la mía a la del equipo. Me marcó como persona, sacó lo mejor de mí dentro y fuera del campo”.
PEPE MEJÍAS: “QUISIERON ECHARLO EN SU PRIMER VERANO Y LOS JUGADORES NOS NEGAMOS”
La opinión del rubio de oro acerca del técnico balcánico sigue la misma línea, destacando por encima de todo su faceta de psicólogo: “Un gran entrenador y una gran persona, que dejó una huella muy profunda en nosotros. Como ser humano, de lo mejor que he conocido nunca. Fue capaz de sacar lo máximo de una plantilla joven e inexperta, especialmente en el aspecto anímico, donde era casi un padre para nosotros. Obtuvo de nosotros un rendimiento espectacular, y hasta el mismo día de su muerte, se sintió como un gaditano y cadista más, estaba ahí con nosotros”.
El gaditano cuenta como Milosevic, que no gozaba de la confianza del entorno en sus inicios, salvó la cabeza por poco cuando apenas había echando a andar su proyecto: “la prensa no estuvo nunca con él casi hasta el final. Desde luego recién llegado levantó muchas dudas. En el Trofeo de aquel verano no hicimos un buen papel, y se habló en el club de cesarle, sin llegar a empezar la temporada. Los jugadores hablamos con Irigoyen y le explicamos que nos parecía un gran entrenador y que podía ser de mucha utilidad al club”. Afortunadamente, los ruegos de la plantilla fueron atendidos, y ya sabemos lo que se derivó de aquello.
EL PARTIDO HOMENAJE QUE SIGUE EN EL AIRE
Pese a que su hijo no cesa en su empeño, por increíble que parezca, por razones que no acertamos muy bien a entender, Milosevic no ha tenido aún el partido en homenaje a título póstumo que no recibió en vida. Y no será porque no ha habido oportunidades, ya que como afirma su hijo Marko “hay muchos equipos que estarían dispuestos a venir sin cobrar nada para jugar este partido. Casi todos los equipos por los que pasó (Estrella Roja, Olimpia Ljubljana y un largo etcétera) estarían dispuestos a venir. Alguno incluso ha estado aquí en Cádiz haciendo su pretemporada, y ni por esas. No querríamos que esto cayera en el olvido, porque mi padre fue muy querido por la afición amarilla, y él siempre tuvo un amor incondicional por esta ciudad y su gente”. Ojalá muy pronto podamos contar que se ha hecho justicia con uno de los personajes más relevantes que pueblan nuestra centenaria historia.
En 2006, su ciudad natal, Valjevo, le dedicó una calle, en agradecimiento y recuerdo de la gran persona que fue. Lo que se pide para él en Cádiz es mucho menos, no caigamos en el error de negárselo.
Con Mágico, Claudio y Pepe Mejías |
Nuestro más sincero agradecimiento, y el más cálido de los abrazos para Marko Milosevic y su madre
CREACIÓN FICHA: 06/06/2008
ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN: 06/06/2008
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