Como entrenador, su paso es más que efímero y a olvidar, nada comparado con su trayectoria como jugador.

Secretario técnico del club durante varios años, en la campaña 93-94 se vio contra la espada y la pared. El equipo se hundía irremisiblemente, y muchas miradas se volvían hacia él para buscar un culpable a aquel desastre deportivo. Se puso el mono de trabajo y asumió el relevo de Addison, pero la caída era ya imparable, y en sólo siete jornadas, fue fagocitado por un equipo que no daba una a derechas.