Jugador que no llegó a debutar en liga, aunque sí disputaría otras competiciones con el Cádiz, como fue la Copa Andalucía o el Trofeo de Ferias.

Criado de siempre en el Atco. Ceuta, en el que se hizo futbolista, con 17 años el Real Madrid le hizo un par de pruebas, aunque una inoportuna faringitis le impidió impresionar a los ojeadores. Era una de las primeras piedras que Silva habría de encontrarse en su camino.

Poco después pasa a uno de los clubes más importantes de la ciudad norteafricana, el O´Donell, en el que continuaría destacando (siendo escogido para la selección combinada Ceuta-Melilla), y que le sirvió de trampolín al Cádiz. Balmanya y Gutierrez Trueba (que felicitó a su padre tras la firma del contrato, exortándole "tiene usted un hijo que es una maravilla!") dieron el OK a su fichaje en abril de 1973. Silva se incorpora a la disciplina cadista, y disputa varios partidos en las competiciones anteriormente reseñadas. En esos partidos, ya destaca por su excelente golpeo de balón.

Las cualidades que llevan a Silva a firmar por la entidad amarilla son una zurda de oro, una clase exquisita que le permite poner el balón allá donde quisiera. Verle golpear el cuero era una auténtica delicia.

En la campaña 73-74, el Cádiz forma un equipazo espectacular. En la medular están Carvallo, Ibáñez y Eloy, y ante tales monstruos, Silva tiene complicado entrar. Así es que cuando los directivos del ODonell se acuerdan de él nuevamente, acepta una cesión en enero de 1974 para finalizar allí la temporada, y ayudar al cuadro caballa a intentar mantener la categoría en Tercera.

Sin embargo, su carrera habría de truncarse de forma dramática. En abril de 1974, una pequeña expedición del cuadro ceutí transita por Almería de camino a Elda, para disputar un partido. El viaje se realiza en los coches particulares de los jugadores, las maltrechas arcas del ODonell así lo obligan. Uno de los que pone coche y conduce es el joven ceutí.

Es de noche y está lloviendo, cuando tras doblar una curva, el coche de Silva es salvajamente golpeado por una furgoneta. Esto provoca que, a su vez, Silva choque contra el coche que le precede. El impacto provoca que el futbolista salga despedido por los aires, de forma que cae delante del este autómovil, que lo arroya. Hubo que sacarlo de entre los amasijos de hierro. El directivo Jose Arche, a pesar de la gravedad de las heridas, lo mete en su coche y lo lleva a toda velocidad al hospital más cercano.

Al llegar, los médicos anuncian que hay que prepararse para lo peor: el joven ha perdido masa encefálica, y poco se puede esperar. Llega incluso a recibir la extremaunción. Pero un físico encomiable, y sobre todo, un espíritu de lucha a prueba de bomba, le hacen frente a la muerte, con la que libran un duro combate de trece días, en los que el jugador permanece en coma. Triunfaría la vida, aunque ese habría de ser el comienzo de un duro camino.

Por supuesto, el fútbol queda para siempre en el pasado. Pero ese sería el menor de los problemas. En su obvia ausencia, se celebra juicio en el que es declarado culpable, una batalla con la que lleva peleando desde entonces para que se restituya su dignidad. Para colmo, las secuelas son durísimas: la última de las enésimas operaciones que ha recibido fue en el año 2000.

A pesar de todo esto, y de que fue dejado de lado de muchos que antes se suponían a su lado, Silva no ha dejado de estar en contacto con la Tacita, a la que viaja con regularidad. Sigue clamando justicia, y solicita que le sea adjudicado un empleo con el que poder ganarse la vida dignamente.

Su caso impactó tanto a Irigoyen cuando éste supo de él, que incluso el presidente cadista le prometió un partido homenaje.