Mediocentro creativo de muchísima calidad, pero algo irregular: capaz de bordar un partido una semana y estar desaparecido a la semana siguiente.
Se inició en las categorías del Séneca C.F. hasta que en la temporada 1996-1997 ficha por el Sevilla F.C. Cadete, pasando posteriormente al Juvenil y al Sevilla B.
Fue internacional absoluto sub-15.
A Cádiz llega en el invierno de 2013, tras tirarse desde junio del año anterior inactivo, tras haber causado baja en el Elche. Eso, unido a su edad en ese momento (a punto de cumplor los 32 años), hacen a muchos recelar de su fichaje.
Como es lógico, al centrocampista cordobés le cuesta entrar en el equipo. Viene sin ritmo de competición, y tiene que ponerse al nivel de sus compañeros. Pero el nivel ese año, ya sabemos, era más bien escaso. En cuanto Luque se pegó dos carreras, se impuso en la medular con su jerarquía, su capacidad de manejar el juego, distribuyendo el balón como nadie lo había hecho en toda la temporada. No es de extrañar que en cuanto estuvo a tono físico, Agné lo fijara ya como titular en el tramo final liguero, para intentar salvar los muebles de una desastrosa campaña. Entre él, y los goles de Peragón, se salvó el equipo de dar con sus huesos en Tercera División.
Tal ha sido el rendimiento del centrocampista que cuando acaba la liga, viendo el pésimo porvenir que tiene la entidad con Sinergy al frente, el cordobés, que venía de estar inactivo, se piensa si seguir o no en Segunda B. Finalmente, club y jugador llega a un entendimiento para prorrogar su relación un año más.
Lamentablemente, el físico y la edad empiezan a pasarle factura a Luque, que ya acabó maltrecho la anterior campaña, lesionado en la jornada 35, sin solución ya de continuidad en los pocos partidos que faltaban. Tan es así, que conforme avanza el verano, Raúl Agné, que tenía en Luque a uno de sus puntales para el nuevo proyecto, paraliza la que parecía inminente salida de Fall. El técnico aragonés no termina de estar convencido del físico de Luque, y se guarda al africano en la cartera. Esto provoca una reacción en cadena, que termina con Carlos Álvarez enfilando el puente de Carranza en sentido salida (curiosamente, sería el jugador asturiano el que terminaría ascendiendo ese año, con el Leganés).
El tiempo demostraría posteriormente que ese movimiento fue innecesario (de hecho, el centrocampista africano se fue cedido en enero). Luque comenzó poco a poco la temporada, pero cuando cogió carrera, ya no hubo forma de entender el equipo sin él. Titular absolutamente indiscutible tanto para Agné como para Calderón, el mediocampista era la extensión de sus entrenadores en el campo. Con el aplomo de su veteranía, manejaba el partido desde la medular, sus compañeros se movían por el verde siempre con él como vértice sobre el que se apoyaban todos.
Con Garrido casi siempre vigilándole la espalda, el capitán pudo moverse a sus anchas por el campo y administrar con precisión el tanque de gasolina para poder aprovecharle al máximo. Todas las jugadas a balón parado empezaban también en él, aprovechando el guante que tenía en la bota derecha.
Sin embargo, pese a una temporada en lo personal bastante destacada, los nuevos rectores del club deciden ya en el verano de 2014 que su etapa en Carranza ha dado a su fin. Florentino Manzano, que andaba al acecho, tardó muy pocas horas (desde que se confirmó que no renovaría con la entidad amarilla) en pescarlo para su Cartagena.