Mantecón llega al Cádiz como un lujo que parecía imposible para el equipo amarillo sólo unos meses antes, cuando Gaucci y los suyos controlaban los designios del club. El centrocampista madrileño venía de jugar en Primera con el Elche, y parecía que su fichaje con el Hércules (recién descendido a Segunda B) era un hecho. Pero de pronto Pina se descolgó, y le hizo una oferta económica irrechazable al mediocampista: un contrato de dos temporadas (llega a Cádiz recién cumplidos los 34), a razón de 150.000€ cada una.

Si en algo coinciden todos los que lo han visto jugar, es en su polivalencia y su derroche de esfuerzo en cada partido. Con los años se ha ido recolocando en posiciones más de contención en la medular, siendo de esos jugadores que, si bien están algo limitados técnicamente, se dejan hasta la última gota de sudor en cada partido. Es el típico jugador comodín que apagafuegos en cualquier posición del campo. En una misma temporada en Elche jugó de centrocampista, mediapunta, extremo, central y hasta lateral.

Criado en la cantera del Real Madrid, sus inicios como profesional son en el mejor Badajoz hasta su desaparición años después, en Segunda. Juega de mediapunta, en la línea de creación, demostrando un físico envidiable, haciendo muchos kilómetros en cada partido. De ahí pasa al Alicante, donde completa tres temporadas excelentes en la categoría de bronce, que le permiten regresar a Segunda División, en el vecino Hércules.

Tras una campaña de transición en la Ponferradina, de nuevo en Segunda B, Mantecón daría el salto definitivo al fútbol profesional. Llega así al Castellón, donde está dos años rayando a un gran nivel. Para entonces, ya ha pasado a ser más un jugador para tapar agujeros, asegurar la medular y cubrir las espaldas a centrales y laterales, cuando éstos se incorporaban al ataque. El típico jugador escoba, profesional, comprometido con el escudo que defiende.

Con ese rol llega al Elche, donde milita cuatro campañas, con el histórico ascenso a Primera incluido, que le daría la oportunidad de debutar en la máxima categoría. La oportunidad le llega algo tarde, pero nadie le puede robar ya esos doce partidos disputados en el escalón más alto. Es entonces cuando se anuncia el antes mencionado traspaso al Cádiz.

Viene de jugar en Primera, por lo que las expectativas con respecto a él, pese a su edad (comienza la temporada con 34 años), son muy altas. Por desgracia, no terminan de cumplirse. Desplazado de la medular por la dupla Garrido-Navarrete, no acaba de encontrar su sitio. Tampoco le ayuda su entrenador, que llega incluso a colocarlo de lateral derecho en algunos partidos.

Sin embargo, quién lo iba a decir, en esa misma posición, y beneficiado por la baja de Oscar Rubio, el madrileño viviría sus mejores partidos, que coincidirían con la llegada de Claudio al banquillo de Carranza. En un rol totalmente distinto al que se le presuponía, cumplió con creces, aplicándose a fondo en tareas defensivas y currando mucho, algo que sí era su especialidad antes de llegar a Cádiz.

No en vano, disputó casi todos los encuentros de esa temporada, casi siempre, en ese papel de apagafuegos. Nadie, absolutamente nadie, podía discutirle el esfuerzo y la pelea, y el fiasco del no ascenso está muy lejos de serle imputable. No más que a ningún otro compañero desde luego.

En la siguiente campaña, como ya le ocurriera en la referida, le toca empezar en la segunda línea, de chico para todo de Claudio. A veces en la medular, a veces solución de emergencia en el lateral derecho...nunca sabe bien si va a jugar, y en caso de hacerlo, donde lo hará.
Lo cierto es que el madrieño le pone todo el pundonor y sudor que tiene, y en muchas de las ocasiones, sale bien parado.

Sin embargo, su estrella se apagó en la segunda vuelta, en la que llegó a tocar fondo, con bronca pública con Claudio incluida y algún que otro cachondeo de la grada con él.

Pero con Cervera en las eliminatorias finales renacía, para marcar el paso en todos los partidos. Otra de las recuperaciones del técnico cántabro, efectivamente, no contaminado como decía el presidente. Impuso su veteranía y se ganó a un cadismo que no paró de cantarle al final.

En Segunda División sin embargo, termina de quedarse sin sitio. Empezó jugando en las primeras jornadas, pero fue sólo un espejismo, mientras Cervera terminaba de afinar las piezas y Jose Mari y Garrido se recuperaban de sus lesiones. Una vez que el técnico encontró su once inicial, quedó claro que Mantecón no tenía sitio. Muchas veces de hecho no llegaba ni a vestirse. El 12 de octubre Cervera tiraba de él en Copa para dar refresco a los habituales en liga. El equipo quedó apeado, ahí terminó la andadura de Mantecón con el amarillo, que ya no volvería a vestir en partido oficial.

El centrocampista no tuvo una mala palabra, un mal gesto. Cuando llegó el mercado invernal, era evidente que su nombre iba a ser señalado entre los que tenían que dejar hueco a los que llegaban. El club, a través de Pina, le encontró nuevo equipo, ya que firmó por el Lorca Deportiva, donde el empresario murciano tenía buenos contactos. 

Allí estuvo media temporada para contribuir al ascenso a 2B de los lorquinos, para luego colgar las botas y marcharse con el entorno de Pina al Elche (donde sería asistente de Jorge Cordero).

foto: portalcadista.com