El caso del onubense es para estudiarlo detenidamente. Un jugador de grandes cualidades, que salía del banquillo y remontaba partidos con goles estratosféricos, pero que luego, cuando tuvo la oportunidad de ser titulra, no terminó de aprovecharlo, o no terminaron de salirle las cosas como él esperaba.

Con sólo 22 años, fue el primer fichaje del nuevo Cádiz en Segunda (tras el ascenso de 2016), aunque se habló incluso de cederlo o que se quedara en el filial. Al final terminaría en el primer equipo, aunque con ficha en el B.

Como la mayoría de no titulares, tuvo sus primeros minutos de verdad en Copa y no los desaprovechó. Ante el Levante dejó regates, sotanas y sobre todo, algún centro-chut marca de la casa, por los que se haría famoso poco después.

Va sumando buenas actuaciones saliendo desde el banquillo, pero cuando por fin Cervera se anima a ponerlo de titular (en la victoria en casa frente al Huesca), no termina de cuajar y el técnico guineano lo devuelve a su rol de revulsivo para las segundas partes.

Y así llegamos al partido en casa frente al Alcorcón. El Cádiz viene de sumar siete puntos de nueve, y empieza a ver las cosas de otra manera. Los madrileños se adelantan en Carranza, sufren luego una expulsión que aprovechan los locales para empatar. Pero los alfareros se aferran al empate. Cervera da entrada al de Gibraleón para que le desatasque el partido. Lo que seguramente no le dijo fue que hiciera lo mismo con las telarañas de la escuadra. Menudo golazo: me voy de uno, rompo la cintura a otro, y desde 30 metros la rompo por la escuadra; no se aburre uno de verlo. Comenzaba la leyenda de Aitor García y sus tremendos zapatazos.

Como sería la cosa, que hasta salió la alcadesa de su pueblo natal para decir que lo mismo le ponían su nombre al polideportivo de Gibraleón. Cervera, que en su día lo hizo debutar en el Recreativo, inteligente y siempre encaminando todas sus acciones a conseguir su plan, viendo que se le puede ir la cabeza, le “atiza”, dejándole claro que tiene que seguir trabajando para ser más completo y contar más: “aún tiene mentalidad de Segunda B”. Ya se lo veía venir el guineano: a la semana siguiente, después de ese golazo, cuenta con él como titular y el equipo, después de cuatro semanas de ensueño, se la pega en Tarragona con un partido pésimo. No fue culpa sólo suya, pero otra vez que entraba en el once, las cosas no le iban bien.

Así que visto lo visto, el entrenador lo dejó para las segundas partes, y la decisión no pudo ser mejor. Poco después, se repitió el patrón en Córdoba: entra en la segunda mitad, y con otro golazo de bandera, cierra el marcador de la victoria en El Arcángel. Está claro que ha encontrado su rol en el equipo.

Después de anotar tantos goles para los pocos minutos que jugaba, siempre de bella factura y muchos que valían puntos (Córdoba, Almería, Zaragoza…), su entrenador mismo tuvo que reconocer que no estaba siendo justo con él. Lástima que luego, cuando tuvo algunos partidos como titular, no brillara tanto como lo hacía cuando salía del banquillo, dando así la razón a su técnico para mantenerlo más en el papel de revulsivo, por más que él se fuera quemando con el tema según avanzaban las jornadas, hasta acabar su primera temporada de amarillo.

Después de haber sido el año anterior el revulsivo, el eterno primer cambio, el onubense partía este año con muchas opciones de ser más protagonista. A fe que se lo había ganado.
Cervera lo tenía claro y Aitor fue titular indiscutible en las primeras jornadas de liga.
Sin embargo, algo pasaba. El factor sorpresa del que disfrutaba el año anterior al salir como recambio se había perdido, y los goles que parecía prometer el de Gibraleón no llegaban.

Cervera, como siempre, veía venir las situaciones antes de que ocurrieran, y empezaba a anticipar que esa condición de titular le iba a pesar al genial jugador onubense. El partido en casa contra Osasuna y su penalti fallado fueron el principio de su fin en los once iniciales. Huesca, como tantos otros, en el que el Cádiz tocó fondo y empezó a asomarse al descenso, fue el de su defunción deportiva. A partir de ahí, habiendo quemado sus oportunidades, le tocó pasar al ostracismo, y para más inri, ver cómo su equipo, sin él, enganchaba una racha de victorias sensacional que les ponía de nuevo en el disparadero.

Parecía que gracias a participar, y de forma tan brillante como lo hizo (marcando de penalti, dando una asistencia, y viendo como le anulaban un gol absolutamente legal) en el histórico 3-5 copero en el Villamarín, el de Gibraleón podía tener oportunidad de engancharse otra vez al carro de la liga, pero no fue así. En cuanto volvió la liga, le tocó irse al banquillo otra vez y aparecer en contadísimas ocasiones.

La Copa frente al Sevilla le brindaba una nueva oportunidad pero esta vez, Aitor estuvo muy lejos de su mejor forma y acusó el golpe. Cervera vuelve, sin embargo, a acordarse de él en Alcorcón, donde fue de los únicos que se salvó de un pésimo encuentro del cuadro amarillo. Tanto fue así que el guineano lo alineó como titular una semana después en casa frente al Lugo. Pero no era su año, y nada terminaba de salirle.

De nuevo sumido en la irregularidad, apenas sí tuvo algunas ocasiones más hasta final de temporada, siempre saliendo desde el banquillo. Le hizo especial daño su pésimo partido en Reus, al nivel de todo el equipo, que le costó casi no aparecer más en lo que quedaba de temporada. Y para cuando lo hizo...casi mejor no haber estado. Entró en la segunda parte frente al Tenerife y nada más llegar Perea hizo el 1-0 que nos metía en el playoff pero al final tuvo que contemplar el empate tinerfeño, y en Granada, ante la batería de lesiones que sufrió el equipo, salió en la primera parte, pero no pudo hacer nada por evitar la debacle que nos apeaba de entrar en dicho playoff.

Al verano siguiente se iría cedido, y ya no volvería. Empezaría primero en el Rayo Majadahonda (el equipo madrileño lo echó mucho de menos en su infructuosa lucha por evitar el descenso), para luego cambiar en el mercado invernal al Sporting de Gijón, que tenía claúsula del comprar al jugador al finalizar la campaña.