Central africano muy espigado, que llega al Cádiz en la madurez de su carrera, que ha desarrollado en varios clubes de Europa. Diestro, se caracteriza por tener mucha fuerza y envergadura, yendo especialmente bien de cabeza, todos los años hace goles desde el balón parado.

Tras comenzar en la liga de su país, en el AS Douanes, da el salto a Francia (Bolougne), para trasladarse luego a Bélgica, donde jugaría en varios clubes. Comenzó en el Zulte Waregen, pero de aquí salió cedido dos años, ambos en la segunda categoría belga.

De ahí pasa a Grecia, donde también estaría varias temporadas, con una brevísima escala en Kuwait. Es en el país heleno donde se consolida definitivamente, especialmente en el Asteras Tripoli, con el que llega a jugar la UEFA en las temporadas 2014-15 y 2015-16, tras las cuales, aterriza en Carranza.

Central descomunal, de los que dan miedo con solo mirarlo, fue uno de los fichajes más tardíos. Eso, y la barrera del idioma, le hicieron que tardara en entrar en juego.

Se estrena como titular en el partido copero ante el Levante. Y ya muestra lo que es: algo anárquico y a veces descolocado, pero una verdadera mole, una roca ante la que los delanteros rivales van a temblar.

A partir de ahí va cogiendo confianza, hasta que termina de afianzarse. Después de la debacle en Vallecas, el técnico Cervera apuesta por él y ya no se movería más del eje de la zaga, donde fue pareja de Aridane para el resto de la temporada salvo que mediara lesión o sanción. Los triunfos consecutivos ante Lugo y Huesca, que pusieron en órbita al Cádiz para empezar a buscar los playoffs le consagraron junto al grancanario.

Como todo jugador, también tenía cosas en el debe. De los dos centrales, es el africano el que más murmullos levanta en la grada. Toma muchos riesgos con el balón y de vez en cuando deja pifias que cortan la respiración a todo el respetable. Dicho lo cual, en sus labores defensivas está casi siempre acertado, expeditivo en el corte, seguro en el despeje.

En el playoff se muestra exactamente como es: poco dado a andar tonteando con el balón, pero dejando algunas imprecisiones que provocaban microinfartos. Poco más pudo hacer, se dejó el alma como los demás.

En la siguiente temporada partía con muchas papeletas para seguir peleando por ser titular, más tras anunciarse el traspaso de Aridane. Pero una lesión de rodilla, que le hizo pasar por el quirófano con un tiempo estimado de recuperación de un mes, fue su tumba. El zaguero africano ya nunca se recuperaría.

Los días pasaron a ser semanas, y las semanas; meses. El jugador lo intentó todo, incluso ponerse en las manos de los médicos del Sevilla, pero no había nada que hacer. En el mercado invernal, viendo que los pronósticos no anticipaban ninguna mejora, perdía la ficha, tirándose por tanto todo el año blanco para, finalmente, tras concluir la temporada en Granada, Cordero anunciaba que estaba entre la lista de bajas.