Unos lo recordarán siempre por su pundonor inagotable, su continúa lucha y su espíritu siempre alegre, dando hasta la última gota de sudor que tenía. Otros sin embargo, referirán su dificultad para marcar goles y el ratio de ocasiones falladas contra el de materializadas. El caso es Carrillo siempre estuvo bajo la lupa, como cualquier delantero, y sus seis goles en la temporada y media que defendió la camiseta amarilla le dejaron en entre dicho para muchos aficionados.

Llegó el último día de mercado, con un cartel no demasiado conocido (procedía del Sevilla B donde tampoco había sido titular indiscutible). Pero habría de ser uno de los jugadores más utilizados por Cervera, un oasis dentro del desierto que fueron todos los delanteros del Cádiz en su primera temporada.

Delantero nueve clásico, no es que fuera precisamente un dechado de virtudes técnicas, seamos claros (el mismo Cervera pidió paciencia para él sabiendo que su juego no era vistoso que digamos). Pero todo lo que le faltaba de calidad con los pies lo suplía con esfuerzo y lucha. Tanto fue así que de llegar en teoría a rebañar los minutos que pudiera rascarle a Barral, a convertirse en el punta preferido por Cervera durante muchas jornadas, especialmente en la racha de victorias.

Nunca olvidará seguramente el partido contra el Barcelona B en Carranza, en el que saliendo desde el banquillo, en diez minutos le dio tiempo de marcar dos goles y lesionarse después. Se iba pero dejando el partido encarrilado y situándose como máximo realizador del equipo junto con Barral y Alvaro. Su trabajo, su tesón, su carácter...daban sus frutos por fin.

Sin embargo, como todos los delanteros de esa temporada, los goles eran más flor de un día que un hábito consistente. Carillo, como los demás, tampoco terminaba de romper en el apartado goleador, y Cervera daba más y más vueltas buscando a ver quien podía por fin marcar goles. Con la llegada de Jona le tocó irse al banquillo, y de la misma forma que aceptó su titularidad cuando le llegó, asumió su suplencia cuando ésta sobrevino.

Cuando Cervera lo recuperó, cansado de la ineficacia de los otros, el murciano tampoco pudo responder. Estuvo totalmente desaparecido en partidos como los del Sporting o el Valladolid, en los que no apareció. Bien es verdad que sus compañeros de la línea de atrás no le surtían de balones, pero por más que lo intentaba, pasaba desapercibido. El mismo reconocía su frustración por no poder marcar.

En su segundo ejercicio de amarillo, no tuvo más remedio que seguir peleando desde el banquillo también. El club movió ficha en esa posición, como siempre, y trajo a Mario Barco y Lekic. Los dos partían mejor colocados. El español empezó fuerte pero enseguida se desinfló, pero el balcánico, tras los típicos ajustes de Cervera para dar con su once tipo, se convirtió en el nueve de referencia. Eso, junto la explosión como si de una supernova se tratase de Manu Vallejo, le cerraron casi por completo las puertas.

En liga sólo fue titular un solo partido, quedando relegado a salir en las segundas partes, cuando lo hacía. Para colmo, no tenía suerte tampoco en estas ocasiones, y le costaba un mundo hacer un gol, tras fallar ocasión tras ocasión. Tanto, que hasta empezó a escuchar pitidos contra su nombre, cuando siempre había sido querido por una afición que, más allá de sus cualidades técnicas, siempre le había reconocido su lucha.

Para cuando los jugadores se marchan de vacaciones en navidad, su nombre ya suena como posible traspaso al Córdoba, que se terminaría concretando un mes después.