Cedido por el Sevilla en enero, fue otra pieza clave para conseguir la salvación milagrosa que parecía imposible cuando llegó.

Y eso que le costó bastante entrar en juego. El extraño sistema de juego de Sergio González en sus primeros partidos, con una tripleta en ataque formada por Lucas Pérez, Negredo y Choco Lozano, dejaba al equipo sin extremos puros, y le hacía difícil al holandés entrar en juego.

Su suerte cambia con la del equipo, cuando el Cádiz gana su primer partido en casa (ya por el mes de marzo), frente al Rayo. Titularidad, y gol para cerrar la victoria. Partido soñado.

Y de ahí, a la foto del once inicial. Fue titular en el resto de partidos que jugó hasta final de año, y eso que solo se perdió dos (siendo uno de ellos la histórica victoria en el Camp Nou, y porque ahí el plan de Sergio era ir con los suplentes a aguantar el chaparrón y guardar a los titulares). Tenía verticalidad y regate, lo que se le pide a un extremo. Es cierto que a veces no terminaba de conectar en el pase, pero sus dribblings y sus internadas, además de su cada vez mejor compenetración con el Pacha, fueron otro de los añadidos sin los que no se puede explicar el resultado final de la milagrosa permanencia.

Tanto es así que el club intentó, acabada la cesión, fichárselo ya en propiedad al Sevilla, pero el club hispalense no aceptó la propuesta amarillo, y finalmente el jugador salió cedido al Feyenoord de su país.