Criado en las canteras de Osasuna primero, y luego del Barcelona en edad infantil y cadete, pasa luego también por los filiales de Monaco (con cuyo primer equipo llega a debutar) y de Real Sociedad.

Fue internacional por España en todas las categorías inferiores (sub16, sub17, sub18 y sub21).

En su única temporada de amarillo (venía cedido) vimos un rendimiento irregular de un jugador que prometía muchísimo, pero que pasó demasiadas jornadas en la oscuridad, cuando su calidad técnica era evidente que podía dar mucho más. Despertó en el tramo final del campeonato, siendo de los pocos que tuvo al enfermo terminal con algo de aliento, pero su resurgir llegó demasiado tarde.

Era difícil imaginarse que el jugador cedido por la Real Sociedad iba a terminar la liga de la forma que lo hizo, atendiendo a como fueron sus comienzos. No terminaba de tener la confianza del entrenador, y cuando lo hacía, dejaba cosas muy raras, como su expulsión (exagerada eso si) en Mestalla.

Después de todo lo irregular y poco lustrosa que fue su primera vuelta, el jugador barcelonés se mostró brillante e incisivo en la segunda. Casualidad o no, el extremo se salió el día del estreno de Pellegrino, y a partir de ahí empezó a encadenar actuaciones casi todas sobresalisientes, siendo el único futbolista amarillo en ese tramo de la competición con capacidad para inventar algo diferente de medio campo para arriba.

Actuaciones como las desarrolladas contra Atlético o Real Sociedad levantaron al aficionado cadista de la silla, disfrutando por fin del jugador que le habían prometido. Clave como en la victoria frente al Granada en casa con su gol, se convierte en el jugador al que todos dirigían la mirada cuando se atascaba la cosa.

Por desgracia, se desfondó algo en los partidos finales, y no pudo coronar con éxito el camino que había emprendido. Como todo el equipo, dejó los deberes para el final, y terminó suspendiendo el examen.