Auténtico genio y figura, marcó una época en el club, lástima que fuera en Segunda B.

Tras jugar en el Betis, Málaga y Xerez, fichó por el equipo amarillo cuando parecía que su carrera empezaba a enfilar la cuesta abajo.

Sin embargo, durante todo un lustro fue el estandarte de su equipo. Sus galopadas por la banda derecha y su acierto rematador lo hacían uno de los jugadores más peligrosos de la categoría.

La afición lo idolatraba, y es que Zafra pertenecía a ese elenco de jugadores que a primera vista, parecían poder hacer cualquier cosa menos darle bien al balón, pero que luego se descubrían como auténticos cracks. Su aspecto poco grácil, su calvicie y sus, a veces, enrevesados regates, y sus trompicones hasta hacerse con el cuero, hicieron enloquecer a la grada, que ya antes había elevado a los altares a jugadores de corte parecido como Carmelo.

Pero sería necio quedarse en la anécdota. La realidad es que Zafra fue un verdadero estilete mientras vistió la camisola amarilla. Fue despedido por la afición, ya en Segunda, y tras un año meramente testimonial, con una ovación atronadora, que reflejaba el cariño que se le profesaba y agradecía todo el sudor derramado por esa banda derecha durante seis largas temporadas.