Un tremendo fiasco de jugador, que en media competición apenas sí disputó 92 minutos de liga. Su llegada, como todos los extranjeros, produjo bastante expectación, pero enseguida pudo verse que estaba muy lejos de ser uno de esos delanteros técnicos que produce el país carioca. Jugadores como él había en la cantera a puñados.

No sólo no aportó nada en el campo: para colmo de males, nunca se adaptó al vestuario ni cayó bien, llegando incluso una vez, como cuentan nuestros amigos de sulfuroamarillo en su página web, a manifestar que los jugadores cadistas eran racistas porque no le pasaban la pelota.

En cuanto pudieron (en el mercado de invierno) ambas partes decidieron romper el contrato que les unía.