Se hace difícil decir algo de Kiko que no se ha dicho ya. Desde el primer minuto en el que Ramón Blanco lo hizo debutar, se vio que allí había algo especial. Un jugador con duende, con genio, de los que veían e inventaban cosas que sólo él podía.

En su primera temporada con la primera plantilla, ya lideró y llevó a cabo la salvación más milagrosa, en aquel inolvidable partido frente al Zaragoza, en el que en apenas media hora, forzó un penalti y materializó el 2-1 de la remontada.

Líder absoluto del oro olímpico de fútbol de Barcelona92, ha sido, hasta ahora, el único jugador internacional absoluto por España mientras militaba en el Cádiz.

Cuando el club consuma su descenso a Segunda, Kiko da el salto a un grande, algo que ocurriría más pronto que tarde. Jesús Gil, en una de sus triquiñuelas, lo consiguió a precio de saldo, y encima, con el club en su poder, las cantidades pactadas nunca llegaron.

En el club colchonero marcó una época, y es que Kiko tenía un duende especial que muy pocos han demostrado en el fútbol mundial, como ya se ha dicho. Tras una sequía de casi 20 años, Kiko volvió a darle una liga al Atleti, a la que acompañó una Copa, en un doblete histórico en el Manzanares.

Su trayectoria internacional se vio empañada por las pésimas actuaciones de la selección española en la Eurocopa de Inglaterra y, sobre todo, el mundial de Francia, donde pese a todo, marcó.

Sólo sus débiles tobillos, que empezaron a lastrarle demasiado pronto, le negaron un lugar aún más alto en el olimpo futbolístico español.

El descenso de los atléticos, y su frustrado fichaje por el Milán (que no se fio de sus maltrechos tobillos), provocaron que la salida del que había sido su equipo durante toda una época, fuera totalmente deshonrosa en comparación con lo que Kiko había sido para el club, y tuvo un retiro impropio de su categoría, en el Extremadura, presidido entonces por su antiguo compañero Juanito.