Mencionar a Sesma es materializar, sintetizar en una palabra una de las épocas más doradas de la historia del fútbol cadista, y es que el canario fue el estandarte de un equipo renacido tras abandonar la Segunda B, y que en tiempo record llegaría incluso a llevar al Cádiz de nuevo a Primera, algo que parecía simplemente una quimera muy poco tiempo antes.

Se da la curiosa circunstancia de que Jonathan Sesma fue uno de los obstáculos que tuvo que superar el cuadro de Jose González para dejar atrás casi una década de sufrimiento. Concretamente el último, y es que el zurdo era integrante del Universidad Las Palmas, último rival en la liguilla de ascenso. De hecho, un gol suyo, en el partido final, puso los pelos de punta a la hinchada amarilla, que comenzó a respirar de nuevo tras el empate de Pavoni.

Con el cadismo totalmente revolucionado, el plantel amarillo empieza a volver a disfrutar de jugadores con calidad, que parecían totalmente vedados en la categoría de bronce. Uno de ellos es Sesma, que casi desde el principio, demuestra sus excelentes cualidades. No demasiado habilidoso en el regate, sin embargo, era rápido como una bala, totalmente inalcanzable en carrera, lo que le permitía estar siempre en el punto exacto donde llegaba el balón pero no el defensa. Junto con Dani Navarrete, formó una de las mejores parejas de extremos que jamás ha tenido nuestro equipo. Si a eso le sumamos a Oli como referencia en el ataque, y a Pavoni haciendo fantasía en la mediapunta, tenemos un cuadro ante el que la hinchada tenía que frotarse los ojos, parecía mentira que con las constantes desilusiones y tuercebotas que han desfilado por Carranza en las últimas campañas, se pudiera estar disfrutando entonces de algo así.

Si importante fue el papel de Sesma en el retorno a la LFP, resulta complicado encontrar un adjetivo para etiquetar su aportación en la temporada 2004-2005. Sesma fue el máximo goleador, con 14 dianas, de aquel plantel que, contra todo pronóstico, obtuvo el campeonato de la división de plata, y el retorno a la máxima categoría. El canario destrozó todos los cerrojos que intentaron colocarle, y una de las grandes sensaciones de la categoría.

En Primera División, nuevamente Sesma resulta fundamental. Por segundo año consecutivo es el pichichi de los suyos, y junto a Lucas Lobos, fue uno de los pocos que dio esperanzas a la afición de una permanencia que él solo no podía conseguir.

Dos años como los que ha jugado el canario no pueden pasar desapercibidos, y son muchos los equipos que empiezan a llamar a su puerta. Uno de ellos sería el Real Valladolid, pero Antonio Muñoz se muestra inflexible, y Sesma, un poco a regañadientes, tiene que continuar en la disciplina cadista. Una vez más, su papel es muy destacado, tirando de las cualidades que lo definían: velocidad y oportunismo. Esta vez, eso no fue suficiente para que el Cádiz pelear por regresar a la máxima categoría.

Esto, sumado a que sus "novias" volvieron a insistir con más fuerza, especialmente el equipo blanquivioleta, terminan por desatar la crisis. El extremo está decidido a jugar en Primera, y se declara en rebeldía, negándose a entrenar hasta que el Cádiz accede a traspasarlo al equipo de Pucela. La tensión se prolongó durante varios días, y por momentos parecía que Sesma se quedaría en la grada todo un año, pero eso hubiera sido un flaco favor para todos, y finalmente Muñoz no tuvo más remedio que aceptar la oferta del conjunto vallisoletano, algo que, por otra parte, le permitió hacer caja.

Sesma jugó tres años con el Valladolid en la elite de nuestro fútbol, teniendo una participación igual de exitosa en los dos primeros, siendo mucho más discreto el tercero de ellos que, para colmo, concluyó con la caída del clásico castellano-leonés a la división de plata. Esto termina por precipitar su salida al Córdoba, en el que ya había militado anteriormente.