El Bicho Bezares, todo un ejemplo de brega y lucha en el centro del campo.

Fue una pieza absolutamente fundamental en el ascenso a Primera en 2005. La afición, enloquecida con él, cantaba "Bezares quédate" en Chapín. No hay que olvidar que el linense llegó cedido por una temporada por el Sevilla, que tenía la idea de recuperarlo para su primer equipo. Por fortuna, no fue así.

Su corte obedece al clásico centrocampista de recuperación, bajo de estatura y sin un gran dechado de recursos técnicos, pero que puede llegar a ser la mayor pesadilla del organizador rival. Su despliegue físico en cada partido era simplemente espectacular, persiguiendo cada balón, cubriendo las espaldas de cuanto atacante jugara por delante de él, e incluso animándose a subir si la ocasión lo requería.

Fue uno de los pocos que mereció salvarse de la quema del bochornoso descenso de 2008, pero inexplicablemente, al caer en Segunda B, cayó en desgracia, y no terminó de contar para Javi Gracia. El equipo era líder indiscutible, y no había lugar para la réplica.

Ante la falta de oportundiades, Bezares decide aceptar la oferta del OFI Creta y embarcarse en una nueva aventura, buscando los minutos que ya no tenía en Carranza.

De regreso a España, comienza la pretemporada con el Cádiz, pero pronto le queda claro que no cuentan con él. Bezares se resigna a quedarse en la grada, y se enrola en las filas de la UD Estepona, donde una persona que lo conoce bien, Raúl Procopio, lo considera un pilar fundamental.

Bezares se adapta bien al regreso a Segunda B, pero le vuelve a picar el gusanillo de las ligas extranjeras, aceptando así en el mercado de invierno, una oferta del Paphos de la primera división chipriota.