Desde luego, no se puede decir que el fichaje de Arriaga fuera un fracaso. Ni un acierto. Nunca lo sabremos, porque lo cierto es que Arriaga apenas ha podido jugar algunos minutos vistiendo la elástica amarilla.

El delantero vasco llega a la entidad de Plaza de Madrid tras el flagrante ascenso conseguido por Javi Gracia. Sus números, un año antes, en el Real Jaén, son incontestables: 15 goles en 43 partidos disputados.

No obstante, el técnico navarro, desde el principio, deja claro que apenas goza de su confianza, y le da poco menos que los minutos de la basura de algunos choques. Ogbeche y Toedtli, e incluso López Silva (Arriaga también podía actuar como extremo izquierda) están muy por delante de él a la hora de hacer las alineaciones.

La situación es tal, que nada más abrirse el mercado de invierno, Arriaga y el Cádiz deciden que lo mejor es cederlo, y el de Ermua recala en el Alavés (también el Granada se interesó por él). En media temporada, Arriaga tuvo tiempo de hacer ocho dianas para el cuadro albiazul (convirtiéndose así en el máximo realizador de los vitorianos en esa campaña), aunque no pudo celebrar el ascenso que el Alavés estaba esperando.

De vuelta a Carranza, con el Cádiz de nuevo en Segunda B, parece que Arriaga va a convertirse en uno de los jugadores decisivos. Sólo hay un "pequeño" problema: su alta ficha, incompatible con los nuevos parámetros económicos fijados por la directiva. El jugador insiste una y otra vez en que piensa cumplir su contrato con el Cádiz, pero el día antes del comienzo liguero termina cediendo a la presión y aceptando la oferta de la AD Ceuta, al que lo llama Julio Peguero, que lo fichara un año antes para el Cádiz.