Reconocido abogado de la capital gaditana, fue presidente casi tantos años como veces anunció que se marchaba (aunque siempre reconsideraba su postura). Dio un gran impulso al club, bajo cuyo mandato el equipo jugó al fútbol como nunca antes lo había hecho, y que mereció sin duda ascender a Primera.

La afición de Trueba por el fútbol y el Cádiz le viene de cuna. Su padre le mostraría el camino a seguir, pues fue también secretario de la entidad amarilla con Cilleruelo y Arana. Trueba no sólo siguió sus pasos, sino que dio uno más.

Secretario, como su progenitor, en la directiva que formó el gallego Márquez Veiga, tras la dimisión de éste, y tras superar muchas reticencias, se presentó finalmente al proceso electoral abierto. El letrado gana por gran mayoría a Jose Repeto (también antiguo directivo) y Manuel de Diego, que a última hora retiraría su candidatura.

Sus logros fueron muchos, aunque sin duda el más importante consistió en fichar a Domingo Balmanya, y darle a éste un equipo de ensueño con el que realizar el mejor fútbol posible. Aquel inolvidable centro del campo formado por Ibáñez, Eloy y Carvallo daría tardes de gloria que bien merecieron un ascenso.

Además, dio una gran estabilidad al club, especialmente en el apartado económico, gracias, entre otras cosas, a los millonarios traspasos de jugadores como Migueli, Andrés o Baena. Con parte de este dinero financió la adquisición de la sede de Cánovas del Castillo, que sería clave en la supervivencia del club en años posteriores.

Por si todo esto fuera poco, a él se le debe también el fenómeno de la nueva afición cadista, que nace gracias a un espectacular aumento de socios (de 2000 a más de 10000) y la creación del Cádiz B, que daba una nueva dimensión a la cantera cadista, pilar fundamental de los éxitos del club que estaban por llegar.

Ya quiso abandonar tras la marcha de Balmanya y el fallido ascenso, pero fue convencido para continuar. Pero explotó finalmente en febrero de 1975, tras una derrota en Carranza ante el Sevilla, que genera grandes disturbios por culpa de la actuación del árbitro.

Tras el desastre que fue la siguiente campaña, encabezada por Alonso Sánchez, varios aficionados organizaron una manifestación por las calles de la Tacita para pedirle que volviera, pero esta vez no dio su brazo a torcer, terminando así la carrera de un presidente que mereció logros más importantes.