Baldasano viene a ingresar la nómina de presidentes que, llegados de fuera (su nacimiento en Cádiz puede decirse que es testimonial), con nuevos aires de modernidad y cambio radical para el club, terminan dándose de bruces, sin llegar nunca a conectar con sus abonados.

Tras un intento fallido de obtener la presidencia del Real Madrid, llega al Cádiz, seguramente como trampolín para mayores metas. Inunda el club de colaboradores cercanos a la casa blanca, como Del Bosque o el mismo García Remón, el primero de los entrenadores que habría de tener el club en aquella aciaga temporada.

Pero pronto empezaron los problemas. Los números que le ofrecía Muñoz no le cuadraban. Hizo un primer amago de abandonar cuando apenas llevaba un mes en la Tacita (la afición se echó a la calle a pedirle que no abandonara), y finalmente terminó de dar el paso , "ayudado" seguramente al comprobar que lo deportivo no iba a ser tan pan comido (concretamente, tras caer el equipo en casa ante el Eibar, la punta del iceberg en la que terminaría convirtiéndose la temporada).

Su llegada y posterior marcha fueron los primeros episodios de una temporada esperpéntica que sólo podía terminar como lo hizo: con el descenso a Segunda B.