Muchos aficionados, tras consumarse el fiasco ante el Granada y que no se llegara a jugar el playoff, se quejaron de que gran parte de la culpa del pobre rendimiento en la segunda vuelta que había llevado a esa situación fueron los fichajes invernales. Fausto personifica perfectamente lo fallido que fueron esos fichajes.
Llegaba del Osasuna, donde no estaba jugando, para reforzar una medular huérfana desde la lesión de Jose Mari. Pero lo cierto es que Cervera había encontrado su dupla perfecta para esa demarcación con Garrido y Alex Fernández, y aunque con sus irregularidades, Abdullah y Eugeni (que llegó unos días antes) parecían ser su recambio para los titulares. En pocas palabras, que tenía un papel muy complicado.
Para peor suerte suya, los partidos en los que participa, el equipo naufraga. En Soria salió en la segunda parte y nada de lo que hizo sirvió para cambiar el pésimo partido que estaba haciendo su equipo. Dos semanas después, casualidades del destino, Cervera le dio la oportunidad en Pamplona, de donde procedía, para ser titular e intentar dar con la tecla de la evidente caída del juego del equipo.
El experimento no pudo salir peor. El extremeño no tocó bola y en el descanso Cervera lo mandaba a la ducha, señalándolo claramente. Cervera sólo se acordaría de él otra vez para el partido en Albacete, ante la lesión de Garrido. Su actuación en el Carlos Belmonte fue deficiente, muy lejos de las prestaciones de su rival por el puesto. A la postre, ese sería su último partido como amarillo (sólo sumó cinco), dado que el vasco iba siempre delante de él en las alineaciones, como va dicho. Un año sin duda muy complicado para él en el que no pudo demostrar sus capacidades.
Foto: La Voz