Uno de los grandes fichajes de la campaña, cedido por el Girona, era el futbolista perfecto para Cervera. Bajito, habilidoso y rápido, sobre todo muy rápido.
Llegaba con la liga empezaba y encima lesionado, por lo que le costó mucho entrar en juego. Poquito a poco, primero desde el banquillo, y luego como titular, habría de hacerse con la banda izquierda y ser uno de los puntales del equipo en ataque.
Su rendimiento fue tan alto en esta etapa que hubo miedo de perderlo en el mercado invernal. Se rumoreó que el Girona, su club de origen, podría repescarlo para jugar nada menos que en Primera y acortar así la cesión, viendo su gran momento de forma, pero al final todo quedó en un susto y el tinerfeño finalizó la campaña en Carranza.
Tales eran sus prestaciones que ni siquiera la aparición del vendaval Machís le apartó de la titularidad. Cervera se buscó las vueltas para que ambos cupieran en el once, en lo que hubiera sido un verdadero disparo en el pie prescindir de uno de los dos. Incluso cuando el equipo naufraga en general, el extremo suele siempre destacar y mostrarse y ofrecerse.
Hasta el último día en Gijón lo estuvo intentando, una isla en un océano de desgana que fue aquel partido. En resumen, temporada más que brillante del tinerfeño al que nadie extraño que su club de origen, el Girona, lo reclamara, ahora sí de forma definitiva, como una de las piedras angulares del club catalán en su retorno a Segunda División.
Foto: La Voz