Partido feo, partido de esos que desde el principio huelen a 0-0 salvo que pase algo extraordinario, que no fue el caso. Frío de juego, de ocasiones, y para colmo, otra vez feo con el árbitro, que nos dejó con diez por una acción sin mayor importancia ni peso en el partido. Un empate que habrá que valorar en el tiempo, puesto que después de la derrota en casa, ahora viene una semana de Copa y luego otro partido fuera, en La Coruña.
Empezó frío el Cádiz su partido hoy en El Toralín, sin proponer gran cosa en el duelo. Los locales, con menos recursos técnicos, se sabían la lección del cerverismo y no salían de su campo por mucho que los amarillos les pusieran el trapo para que salieran de la cueva y pillarles a la contra. Solo Perea intentaba sus típicos regates y desbordes por la banda. Así que el encuentro transcurría sin sorpresa alguna, metiendo a los espectadores de casa en el sopor de la hora de la siesta, y sin poder calentar a los valientes que estaban en el estadio.
En la segunda mitad los cadistas dieron un paso adelante y si hicieron con el dominio del choque, pero a diferencia de otras veces, el centro del campo, y sobre todo la zaga (Cala estuvo impecable en su vuelta pero Fali sufrió muchísimo y no pudo hacer una sola entrega decente), no estuvieron todo lo contundente que deberían. Yuri, con muy poquito, daba sensación de peligro.
El Cádiz se plantaba fácil en línea de tres cuartos, pero a la hora de la verdad, apenas generaba peligro ni probaba al portero rival. Alex Fernández en una jugada de tiralíneas, y sobre todo Perea en jugada individual que acabó con un disparo que rozó la cepa del poste, fueron los únicos capaces de levantar al personal del sofá.
Y en estas estábamos cuando el árbitro de turno, como viene siendo habitual últimamente, se erigía en protagonista. Quezada (que tiene que ensayar las faltas) era expulsado por una simple protesta, que le valió una segunda amarilla. Incomprensible, una vara de medir que en un partido normal no se sostiene. Este hecho inclinó la balanza hacia el lado local, y de un partido que los amarillos pudieron ganar, a uno en el que terminaron pidiendo la hora y agradeciendo el punto conseguido, después de que Cifuentes volviera, otra vez, con sus 41 años, a salvar a los suyos con una parada antológica. Larga vida al rey.
Vienen ahora tiempos raros. Un fin de semana sin liga, con el viaje a Logroño para la Copa, y luego una visita a un Deportivo que puede estar dopado moralmente tras el cambio de directiva y entrenador. Otra vez fuera de casa. A ver qué pasa. Los rivales no recortan distancia. Queda una semana menos.
Foto: La Voz