Y bien está. Después de una primera vuelta espantosa, para la segunda, en la que el equipo si está siendo al menos sólido, no queda otra que agarrarse a los resultados. Pero no dejemos de ver el bosque por los árboles. Este equipo sigue demostrando que tiene unas carencias gravísimas, y no podemos dejar de elevarlo, para seguir denunciando la horrible planificación deportiva que se ha perpetrado en la presente campaña. Y ya diremos gracias cuando lleguemos a los 50 puntos.
El choque de hoy apestaba a 0-0 que tiraba para atrás. A ver, si no tiras a puerta, ya me dirán ustedes a que otra cosa podía oler. La primera parte fue un derroche físico, pero de una aplicación nula. Correr por todo el campo pero sin tener absolutamente ningún plan para llegar a portería, y claro, así es complicado. Tampoco es que el rival lo hiciera mejor. En la primera parte, entre los dos, solo sumaron una ocasión, la que en el minuto 32 disfrutó el local Antoñito, que plantándose solo ante David Gil, se encontró con el guardameta cadista, que se hizo grande y le achicó la portería. Nada más. Una tortura para el espectador, de esas de pedir polonio como el espía ruso del popurrí del Yuyu.
En la segunda parte, y con los tanques de gasolina vaciándose, vamos a decirlo finamente, no es que estuviéramos presenciando una oda al fútbol. Por no aparecer, no apareció ni Ontiveros, engullido por la mediocridad que reinaba en el choque. En serio que es imposible narrarles nada más, porque es que no pasó absolutamente nada. Aquello era infumable, indigo e injustificado.
El cambio de Chris Ramos no varió un ápice el desarrollo de los acontecimientos, pero si lo hicieron los cambios que introdujo Garitano en el minuto 78, totalmente bendecido por una varita. Melendo y Matos salían al alimón al campo, y entre los dos, habrían de darle los tres puntos a la expedición cadista.
Cuatro minutos después de salir, el menudo Matos aprovechaba su frescura física para enzimar a un defensa malaguista, robarle la cartera y plantarse solo en el área para dar el pase de la muerte a Melendo, que no perdonaba. Había que frotarse los ojos para la primera vez que el Cádiz pisaba área en la segunda parte, el cuero acabara en la jaula. Sin tiempo para respirar, ambos jugadores se cambian los papeles y esta vez es Melendo el que tras batirse el cobre en la medular, ve con el rabillo del ojo a Matos irse solo por la izquierda, y el utrerano, con un toque de calidad excelso, la picaba ante la salida del portero. 0-2. Este deporte mueve las pasiones que mueve por esto. Es imposible de descifrar y predecir.
Un soplo de aire muy necesario después de que el Eldense diera la campanada ayer en La Romereda. Aún queda una plaza de descenso bailando y no se puede arriesgar nada (acuérdense de la campaña 2007-08). Y el que quiera mirar hacia arriba, allá él o ella.
Foto: cadizcf.com