Temporada para recordar, para enmarcar, para tenerle mucho cariño y que según vaya pasando el tiempo, iremos apreciando aún más.
Y es que después de seis años consecutivos en Segunda B, y tras haber conseguido por fin el ascenso a la categoría de plata, hasta el último cadista al que le preguntaras en agosto, te firmaba con sangre de sus hijos la permanencia en la LFP, aunque fuera en la última jornada, en el descuento y de rebote (no vamos a decir de penalti, dadas las circunstancias de 2008). Todo lo que se oía en todos los estamentos del club, desde los jugadores hasta la grada, era “llegar a los 50 puntos”. Y se llegó, vaya si se llegó.
Pero vamos a ir por partes y despacito, como hacemos siempre.
Acabados los fastos, más que merecidos y necesarios, del ansiado ascenso, no hay tiempo para descansar. Estamos con junio ya terminado, y todo el trabajo por hacer. Otros equipos que ahora serán rivales en la categoría, llevan ya algunas semanas planificando la nueva temporada. Comienza por tanto el baile de nombres, altas y bajas, para acometer la nada fácil empresa de permanecer en una categoría que tanto ha costado recuperar y que es la clave para bombear el caudal necesario que garantiza la supervivencia del club.
La ventaja con esos otros rivales es que nosotros ya llevamos el entrenador puesto. Contractualmente ya estaba contemplado, pero después del brillante playoff ejecutado, hasta el más crítico en su momento se deshace en elogios a Álvaro Cervera, que por supuesto, será el encargado de dirigir al equipo desde el banquillo.
En la plantilla, hay salidas que están cantadas, como son los casos de los cedidos Lolo Pla y Ballesté. Pero con el resto hay un “problema”: todos los jugadores tienen prometido renovar automática en caso de ascenso (Nana, con un contrato más raro, quedó fuera de esa regularización, algo que el jugador protestó públicamente). Lógicamente, no toda la plantilla está capacitada para pelear la permanencia en Segunda, por lo que hay que negociar, y dar salida para que los nuevos vayan llegando. En algunos casos como los de Pávez, el club enseguida despacha y corta de raíz. Más adelante se trataría también el tema de los cedidos por el club (Hugo Rodríguez, Garrido, Kike Márquez, Zafra, Canario, Tomás…), pero de entrada, a ninguno les pinta bien el futuro en la entidad cadista, dado el salto de nivel.
Por otra parte, está el problema de retener a los que eran cedidos pero han sido fundamentales, como son los casos de Aridane y Álvaro García, que cedidos por el Granada, no cuentan sin embargo para el técnico nazarí entonces, Paco Jémez. Junto a ellos, empiezan ya a sonar nombres, pero lo cierto es que la plantilla se reincorpora para la pretemporada sin ninguna cara nueva. Al día siguiente llega el primer fichaje, Aitor García, que parece (como iba a cambiar luego esa apreciación) de perfil bajo. Al poco, caen también Nico Hidalgo y Carpio. Poco a poco, el Cádiz va formando su plantilla, aunque queda mucho por hacer.
Aunque las grandes noticias llegarían por fin con el fichaje de los mencionados Alvaro García y Aridane. Casi a la vez se confirma la cesión de Santamaría por parte del Athletic (que tanto sufrimiento nos infligió un año antes con el filial rojiblanco). Siguen quedando muchos ajustes, pero la afición se va ilusionando con la configuración de la plantilla.
Se siguen produciendo las salidas necesarias (van cayendo Andrés Sánchez, Zafra, Despotovic, Jandro, Kike Márquez, Canario, Carmona, etc…) y van llegando nuevas caras, como las de Luis Ruiz, Abdullah, Rubén Cruz o sobre todo, la que más ilusiona al cadismo, el bombazo del verano (y que habría de ser más que refrendado durante el año), el delantero Ortuño, cedido por Las Palmas.
El otro fichaje ilusionante es el de Jose Mari. Roteño, el centrocampista parece ser llamado a liderar la creación del juego, después de toda una carrera en Primera División. Sin embargo con su llegada, parece que sobran futbolistas. Con el inicio liguero a la vuelta de la esquina, Abel Gómez, Mantecón, Garrido (que ha conseguido convencer a los técnicos después del puyazo que le dio Cordero sobre sus salidas nocturnas), David Sánchez y el propio Jose Mari...parece demasiado y empiezan a sonar vientos de bajas. Lo que seguramente pocos se podían esperar es que el señalado fuera David Sánchez, muy por encima en calidad de los otros, en beneficio de Abel Gómez. El ex del Melilla venía jugando todo con Cervera desde su fichaje en enero, y en el Trofeo y la semana previa al debut liguero, según se veía en los entrenamientos, era evidente que iba a ser de la partida. Porque se dio la baja a él antes que a otros es algo que nunca sabremos con certeza, y que ni el mismo Cervera pudo explicar bien (a toro pasado se entiende aún menos viendo que pocos días después se anunciaría el fichaje de Eddy Silvestre).
Y llegamos así al debut liguero con el Almería. Un Cádiz peleón y sin complejos, saca un punto en un partido que ya dejó algunas pistas de lo que iba a ser la temporada. Pocos o ningún riesgo atrás, salida vertiginosa aprovechando la electricidad de sus extremos, y un Ortuño inmenso que ya se estrenó entonces marcando el primero de muchos tantos aquella temporada.
Todavía en agosto, el Cádiz vuelve a empatar en casa contra el Mallorca, hasta que se cierra el mes y con ellos el plazo de fichajes. En la recta final el Cádiz firma la broma pesada del Kunsito, que sería un fracaso sin ambages, como casi todos los futbolistas que han llegado siendo hermanos de. La plantilla se cierra por tanto, con muchas caras nuevas (hasta catorce) que ilusionan a una afición que después de lo que lleva tragado en los últimos seis años, está ansiosa por verse de nuevo ante equipos de entidad. No puede ocurrir como la última vez, en esta ocasión hay que mantener la categoría como sea. Parece que hay equipo.
Le cuesta no obstante al Cádiz entrar en juego. Quitando la goleada al Getafe, en las doce primeras jornadas solo se gana otro partido, y en general las sensaciones son que el equipo sólo tenía un plan A, ya le han pillado el truco, y no hay más. El partido en Vallecas (jornada 8) hace especial daño. El equipo madrileño, que venía sufriendo malas actuaciones desde el inicio liguero, se deshace sin despeinarse (3-0) de un equipo que no inquietó a su rival en ningún momento, que no dio la impresión de poder hacer un gol por más que durara el encuentro. Los de Cervera se colocan a las puertas de los puestos de descenso (en los que entraron una semana después) y empiezan a sonar alarmas. Serían seguramente los días más complicados de toda la campaña, en los que incluso tuvo que llegar alguna ratificación del entrenador por parte de Cordero. Algo que sabemos que cuando pasa, normalmente, es porque se está hablando de justo lo contrario. El entrenador, desde luego, no se esconde. Después de la citada derrota en Vallecas, y el empate en casa ante el UCAM, que también escoció especialmente, manifestó claramente que así no se iba a ningún sitio en la categoría. Ocupar los puestos de descenso a Segunda B de la que tanto había costado salir quemaba.
Poéticamente, la remontada del Cádiz empieza en Lugo. El destino nos devolvía (tarde y con una quita importante, eso sí) lo que tanto se perdió en 2012 y el equipo gana en el Anxo Carro. El taconazo magistral de Güiza para Álvaro García salvaron a un Cervera que ya mencionamos, empezaba a ser cuestionado. A partir de ahí, el Cádiz no hizo otra cosa sino subir.
Nueva victoria ante el Huesca (con paradón a un penalti de Cifuentes), empate en el campo del Levante y goleada al Alcorcón en casa. 10 puntos de doce posibles, y casi más importante aún, encajando un gol en cuatro encuentros. Ese, sí era el Cádiz que quería no sólo Cervera, sino toda la afición.
Sin embargo, después de un mes de ensueño, llega otro batacazo. El Cádiz, quizás, demasiado ensimismado en su buen momento, cae en casa del farolillo rojo entonces, el Nastic, en un partido pésimo. Parecía una mala noticia entonces, pero quien sabe. Puede que aquello fuera el famoso “guantazo a tiempo”. La reacción de rabia que sigue después es la que definitivamente pone al Cádiz en la órbita por la que terminaría peleando, los playoffs de ascenso.
Tras el revés de Tarragona, llegan la victoria contundente frente a todo un Real Zaragoza, el partidazo en Córdoba, la goleada excelsa frente al Sevilla Atlético y la remontada de Güiza en Elche. Cuatro partidos, cuatro victorias, tres o más goles a favor en cada encuentro. El cadismo se vuelve literalmente loco y es imposible ya contener la euforia e ilusión de los aficionados. Y es que el cadismo despidió el 2016 con su equipo en puestos de pelear el ascenso, puestos que ya no abandonaría nunca en todo el resto de competición. Sólo unos meses antes se estaba peleando en el barro de la Segunda B. Ver para creer.
Todo eso con Jose Mari fuera de combate (que se operó después del partido ante el Zaragoza). El roteño era la brújula de su equipo, de importancia capital, insustituible. Pero para el momento en el que tuvo que pasar por quirófano, el Cádiz había por fin asimilado los conceptos de su entrenador, y aprendido que los partidos se ganaban, para empezar, corriendo sin parar durante noventa minutos. Liderados por un Ortuño que mete todo lo que toca (tanto es así que el club tiene que salir a aclarar que el contrato de cesión no se va a romper en enero), el cuadro amarillo se codea con los que miran arriba. Todo el cadismo vivía en una nube.
Por poner una pega, que no era trivial, el 2016 se cerraba, en el plano administrativo, con pérdidas de casi dos millones de euros. Y es que los seis años en Segunda B y la desastrosa gestión de los anteriores dueños eran una mochila que seguía pesando mucho en la espalda del club. Un dato para recordar cuán importante es mantenerse en Segunda y lo vital que ha sido el ascenso para la salud de la entidad.
Volviendo al fútbol, entramos en el nuevo año como dejamos el 2016, es decir, ganando. Se traen, como se ha dicho antes, tres puntos de Elche (con algo de fortuna, porque el rival estaba siendo mejor), para caer injustamente contra el Valladolid en casa, y volver a ganar al Almería en Carranza pese a la expulsión de Sankaré. Tras esa victoria el Cádiz se coloca tercero (su mejor posición en todo el año) y ya, aunque todavía estamos empezando la segunda vuelta, se empieza a hablar de algo más. Asegurar la permanencia es sólo cuestión de tiempo, viendo al equipo, y algunas voces, como la de Servando, suenan ya con tambores de “algo más”. Humildes sí, pero tontos, no.
A pesar de la buena posición del equipo, la secretaría técnica no descansa. Se puede y se debe mejorar el equipo, y se hacen ajustes para ello. Con buen criterio, el club se deshace de los futbolistas que hace ya tiempo que no cuentan para Cervera: Carlos Calvo cedido al Badalona, Abel Gómez al Lorca FC, Mantecón al Lorca Deportiva (donde Pina ha echado también sus redes) y Juanjo al Murcia.
Llegan Jesús Imaz (que no tendría muchas oportunidades pero no por falta de calidad, sino por el excelente estado de forma de los hombres de banda), Iván Malón (que tampoco pudo desplazar de la titularidad a Carpio) y Aketxe, que ese sí, se hizo un hueco fijo en el once inicial a golpe de zurdazo a balón parado. Qué magia, qué golpeo de balón. Desde Manolo Pérez nadie ejecutaba las faltas y los córners con esa maestría.
Nos alejamos por completo de complots arbitrales y manos negras, pero que el Cádiz no tuvo suerte este año con las decisiones de los trencillas, es indiscutible. El esperpento en Miranda, el gol anulado en Reus, la expulsión de Ortuño en Tenerife, el penalti no pitado en casa frente al equipo canario (en liga), el grosero error en el tanto de Aridane frente a los canarios en la ida del playoff...Por darle forma, al acabar la primera vuelta el Cádiz había recibido un único penalti a favor (el último en esa clasificación). Y el siguiente no llegó hasta la jornada 37. Recién llegado al fútbol profesional, el club no quiere meterse en líos y se desmarca de polémicas, pero la sensación que le quedó al aficionado es que tanto “buen rollito” acabó perjudicando y que al final, los que lloran y hacen ruido, son los que terminan recibiendo un mejor trato.
La afición estalla con este tema en el partido en Getafe, con el gol anulado a Ortuño y el piscinazo que dio origen al penalti que transformarían los madrileños en el descuento para llevarse los tres puntos. Sin embargo, la directiva cadista prefirió no hacer protestas públicas. No obstante, el daño ya estaba hecho y el público cadista ya no descansaría con los continuos errores arbitrales que siempre parecían favorecer al rival. Tanto, que a la semana siguiente la Federación de Peñas organizó una pañolada para recibir al árbitro del Cádiz-Reus. De poco sirvió, los errores se siguieron repitiendo.
Una vez más, hay que agradecer a Álvaro Cervera la excelente temporada. Después del ascenso con el que nadie contaba, nos regaló una temporada de locos en Segunda, en la que durante muchas semanas soñamos con subir a Primera. Convertida ya su palabra en el evangelio del Gafas, no se discutía nada de lo que decía el guineano, que no siempre era lo que la lógica decía. Pero un entrenador que reconoce que su equipo pierde partidos por malas decisiones que él toma, es alguien de fiar.
A veces te dejaba a cuadros como cuando sacó a Malón de titular como interior derecho en Girona (se ganó donde nadie lo había hecho), o más aún, cuando sentó a Ortuño en el playoff de ascenso para dar su puesto a Rubén Cruz (faltó un centímetro para que le saliera bien: el partido del utrerano en la ida fue soberbio). Su único ataque de entrenador que nadie entendió fue la insistencia en poner primero, y defender después, a Eddy Silvestre. Pero a ver quien le afeaba nada al bueno de Cervera. El hombre-milagro que nos devolvió la fe a todos., y que se ganó a pulso su continuidad, oficializada en cuanto se firmó la permanencia.
Hablando siempre claro, dejó una de las frases de la temporada tras ganar al Rayo en casa: “Si ganamos en Girona nos quitaremos la careta y pensaremos en algo más”. Dicho y hecho. Aunque sufriendo, los suyos se llevan la victoria del que iba segundo en la tabla, y se cae la famosa careta (frase que repetiría toda la afición). Aunque en mala hora seguramente. Porque fue sumar los 50 puntos con ese triunfo, firmar matemáticamente una permanencia que llevaba semanas asegurada virtualmente y empezar el Cádiz a sufrir en el último cuarto de liga lo que no había hecho en los tres anteriores. Cervera, que como siempre lo sabía todo antes de que pasara, ya avisaba que el Cádiz iba a llegar muy justito al final de temporada.
Así para empezar, se pierde en casa contra el Tenerife, un rival directo por el ascenso, resultado que tendría luego su importancia capital en el devenir de la temporada. De repente, los nervios atenazan los músculos de unos futbolistas que hasta entonces no habían tenido miedo al descenso, y que ahora parecían tenérselo al ascenso.
De ahí al final de liga al Cádiz le tocó apretar los dientes y cerrar los ojos ante la tormenta. Las fuerzas empezaban a fallar, los rivales mordían más acuciados por la necesidad. Pero los amarillos fueron inteligentes, y cuando no podían ganar, al menos sacaban un punto. En el tramo final de liga se convirtieron en el rey del empate (ocho duelos de los últimos once acabaron en tablas, alguno de ellos clave, como el conseguido en el último segundo ante un rival directo como el Huesca), y poco a poco, y ante la dificultad de sus rivales para ganar (la lucha por acceder al playoff se convirtió en una carrera de cojos, en la que se llevaba el premio el que menos veces tropezara), fueron afianzándose en los puestos de playoff. Es verdad que el Girona también entró en una mala racha que podía haber dejado margen para la persecución, pero pedir ascenso directo hubiera sido injusto y poco ajustado a la realidad.
El pase a la promoción de ascenso queda casi confirmada tras la victoria en Alcorcón, que llega acompañada de buenos resultados por parte de los rivales. El Oviedo se va desinflando poco a poco, mientras que Girona y Getafe se disparan, por ese orden, por arriba. A pesar de algunos choques decepcionantes como el de Carranza ante el Córdoba (que los de Cervera se dejan empatar por un rival que apenas apareció) o el loco partido ante el Sevilla Atlético (en el que a pesar de marcar tres goles a domicilio sólo se pudo sumar un punto), los resultados en otros campos permiten celebrar la clasificación matemática para el playoff ¡con una jornada de sobra! Y menos mal, porque la temporada se cierra con la visita al Valladolid, que se juega ese día entrar también en los playoffs, pendientes de lo que hiciera el Huesca. Haber ido a Pucela en lo que hubiera sido una final habría sido un partido no apto para cardíacos.
Cervera, como hiciera el año pasado, se permitió utilizar este partido para dar descanso a los habituales de cara al playoff. Hubo quien se acordó luego de esa decisión tras la dolorosa eliminación ante el Tenerife por la posición final liguera, pero como poco, era hablar a toro pasado: el técnico ya llevaba semanas avisando (y no hacía falta, sólo había que mirar) que la plantilla cadista, ideada con otro objetivo, estaba llegando con lo justo al tramo final de liga. Y el debate sobre si hacer rotaciones se dispara.
Hay que hacer un aparte para hablar de la afición y del histórico desplazamiento que realiza a Sevilla para medirse al filial palangana. El Cádiz se está jugando entrar en el playoff, y el público, que hacía sólo un año se comía las manos por ver si salíamos de Segunda B, no puede más que responder al llamamiento. La respuesta, dejó boquiabierto hasta el más optimista: 80 autobuses llenos en dirección a la capital andaluza, y porque la Policía dijo que hasta ahí se podía. Se habrían llenado más. Por más que se repita, no deja de ser menos cierto que esta afición es diferente. La noticia volvió a situar a Cádiz en el mapa futbolístico español.
Y con estas llegamos al playoff de ascenso, otra vez, pero a diferencia de la ocasión anterior, ya no por la supervivencia (como significa salir de Segunda B) sino por un sueño que hacía poco era imposible. Cervera, ya había avisado al sustituir a Ortuño en el partido ante el Elche en el descanso, y viendo como Rubén Cruz le puso el 2-0 a Salvi en dicho partido. Lo hizo el año pasado (cuando sacó un equipo totalmente novedoso ante el Racing de Ferrol, recurriendo a gente como Xavi Carmona que no había contado durante el año, o poniendo a Servando de lateral izquierdo), y lo volvió a repetir. Esta vez la sorpresa fue mayúscula, cuando todos vimos que Ortuño se quedaba en el banco en detrimento de Rubén Cruz, que no había hecho un gol en toda la temporada, y que luego había perdido su puesto superado por un Aketxe en estado de gracia.
Y otra vez, el técnico guineano acertó de pleno. El partido que hizo el utrerano en la punta del ataque fue fantástico. En el minuto 82 todavía andaba presionando a la defensa rival, lo que ayudó en buena parte a que el Cádiz tuviera el balón todo el partido y el equipo de Martí no inquietara en ningún momento a Cifuentes. No encajar gol en casa era media eliminatoria. La guinda la pone Aketxe con otro golazo marca de la casa. Recibe un balón a treinta metros, nadie le sale, y como está ya cansado de intentarlo a base de toques, se saca un zurdazo para reventarla, a ver que pasa. Lo que pasa es que el portero ni la ve, incapaz de imaginar que nadie se iba a inventar un disparo así. Carranza se cae a los pies de su nuevo cañonero.
Por desgracia, no fue suficiente y en Tenerife se volvió a pagar la dificultad para marcar goles que el Cádiz en general y Ortuño en particular venían demostrando en los últimos meses. Se encajó el tanto de los locales en la primera parte, y ni en el segundo tiempo ni en la posterior prórroga los amarillos fueron capaces de batir a su rival. Un gol habría bastado para desbaratar por completo al cuadro chicharrero. Pero ni Rubén Cruz ni Ortuño tuvieron apenas oportunidades, y esta vez no llegó el zarpazo de los Alvaro, Salvi, Aitor o Aketxe al rescate. Demasiados partidos viviendo de esa inspiración.
El Cádiz se iba del playoff habiendo sido claramente mejor que su rival en la eliminatoria, siendo el primer apeado por la regla de la mejor clasificación liguera (esto es, en lugar de decidir el pase por lanzamiento de penaltis, si al final de los noventa minutos y posterior prórroga el resultado de ambos encuentros es el mismo, 1-0 en este caso en ambos, obtiene el pase aquel equipo que obtuvo mejor lugar en la liga) desde que esta se instaurara. Eliminación a todas luces injusta visto lo visto en el campo, pero como bien decía Cervera, lo que importa es marcar, no las sensaciones.
Se acababa así una temporada de verdadero ensueño que toda la afición supo reconocer. No hubo ni una sola voz crítica con el equipo por haber caído eliminados. Quién osaría tal cosa. La campaña había sido sobresaliente, solo un año después de salir del infierno de Segunda B, que había llevado seis años. No quedaba más que quitarse el sombrero, y aplaudir hasta que dolieran las manos a los jugadores y entrenador que nos habían hecho soñar, cuando lo que a priori tocaba era sufrir.
Rematamos el comentario con un par de notas más: la actuación en Copa fue testimonial, como casi siempre ya para los equipos de segunda categoría (dio para un breve momento de alegría tras eliminar al Levante en la tanda de penaltis, para luego caer en casa contra el Córdoba) y aunque la cantera no contó en absoluto en todo el curso (uno de los lunares del mismo) al menos el filial consiguió retornar a Tercera División, tras una temporada impecable, lo que le valió a Mere, su técnico, continuar como técnico del B.
CREACIÓN FICHA: 29/06/2016
ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN: 03/10/2020
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