Después del éxito rotundo de la campaña anterior, en la que el Cádiz igualó su mejor puesto clasificatorio de la historia, con una permanencia más que holgada, los amarillos empiezan otro ejercicio donde, a pesar de hablarse de crecimiento, el objetivo sigue siendo encontrar tres equipos peores, para continuar militando en la máxima categoría.
Los amarillos consiguieron su objetivo, pero con una salvación milagrosa, y teniendo que estar pendiente de los transistores, con el corazón en un puño mientras el Granada erraba el penalti que les habría salvado y nos habría mandado a la tumba.
Dicho así, no hay ningún pero. Tanto vale la permanencia en la jornada 34 como el año anterior, como en el último cuarto de hora de la última jornada de liga. Los que peinamos canas ya vimos muchas de esta manera con Irigoyen, y bien orgullosos que estamos de aquello. Pero hay que ver otros aspectos: el Cádiz jugó con fuego, volviendo otra vez a arriesgar horrores confeccionando una plantilla mediocre, sin mejorar lo que había, que ya había rendido muy por encima de sus posibilidades en los dos últimos años. La negligencia de Enrique y Cordero en los fichajes hechos en la ventana de verano la pagó Cervera, que en enero era despedido, tras seis años en Cádiz, escribiendo las páginas más brillantes de la historia cadista. Se tuvieron que hacer a mitad de temporada (ahora sí) fichajes con nombre y experiencia en Primera División (en lugar de apuestas extrañas y de ligas menores), y el club estuvo jugando a la ruleta rusa hasta el último día. Salió cara como pudo salir cruz. Y el Cádiz puede descender porque no le de para más, y estamos preparados para ello, pero no por la inoperancia insultante de su secretaría técnica, queriendo jugar al PC Fútbol con las ilusiones de todo el cadismo.
No había que ser muy listo para saber que en este año, la permanencia estaría más cara. Rivales como Español o Mallorca, procedentes de la Segunda División, elevaban claramente el nivel de la liga con respecto al año anterior, y se hacía más difícil encontrar el nombre de esas tres escuadras a las que había que superar en la tabla para el mes de mayo. Además, el Cádiz ya no tendrá el factor sorpresa de la pasada temporada. Muchos equipos ya conocen la forma y estilo del cuadro gaditano, por tanto sabrán a lo que se enfrentan. Así que no queda otra que subir el nivel del plantel, cuya base se mantiene desde el ascenso.
Las dos primeras incorporaciones son las de Arzamendia (por el que se pagaron 2,5M de euros) y Alarcón, ambos sudamericanos, ambos muy jóvenes, ambos totalmente desconocidos. Los dos juegan en la liga de sus respectivos países, Paraguay y Chile, y los dos ya tienen experiencia internacional, y de hecho juegan la Copa América ya como próximos futbolistas cadistas. Poco después llega Osmajic, más desconocido todavía, desde la liga de su Montenegro natal. Tampoco nadie ha oído hablar nunca del armenio Haroyan, que viene de la liga de Kazajistán. Con algo más pedigrí recala en la Tacita el central Víctor Chust (sin experiencia tampoco en Primera), cedido por el Real Madrid. También tiene pasado merengue el jerezano Martín Calderón, que viene de la primera portuguesa (tampoco ha jugado en el campeonato que disputamos). Cierran la lista de altas el extremo Alvaro Jiménez, procedente del Albacete (Segunda) y Florin Andone, con mucha experiencia en nuestro fútbol de élite, pero que viene de no jugar en año y medio. Llega cedido del Brighton inglés. Es el único que sí ha jugado en Primera con anterioridad.
Repasamos los nombres otra vez: Arzamendia, Alarcón, Osmajic, Haroyan, Chust, Martín Calderón, Alvaro Jiménez y Andone. Con estos ingredientes tiene que cocinar otra vez Cervera una permanencia ya de por sí difícil para los amarillos. Quitando la primera vuelta de Alarcón, y la segunda de Chust, el resto, ya sabemos lo (poco) que aportaron, aunque ahora lo revisaremos. Lo dicho, una ruleta de casino en la que los técnicos cadistas casi empeñan lo suyo y lo de los demás. No todos los días van a ser fiesta.
En el capítulo de salidas sí anduvo mejor la dirección técnica, corrigiendo en parte su propio patazo de un año anterior, al asumir los contratos de tantos jugadores que habrían de prolongar su relación en caso de ascenso. Así, vía cesión, despido o carta de libertad, van saliendo Sotres, Saponjic, Pombo, Alvaro Giménez, Nano Mesa, Alcalá, Jairo o Malbasic (diremos pocas veces lo grande que fue el milagro de Cervera de conseguir una permanencia tan cómoda con semejantes mimbres).
Y así, volvía la liga, y volvía el público a la grada, por fin, después de más de un año. Los efectos del dichoso COVID-19 todavía habrían de estar con nosotros una buena temporada, y lo empezaríamos sufriendo con las famosas restricciones de aforo. Con eso, con mascarillas, sin comer…pero que alegría poder volver a oír, ver, oler y sentir el fútbol en directo en nuestra casa. Inauguraríamos la temporada con un empate ante el Levante que llegó en la última jugada del partido, obra de Pacha Espino, un punto que dejaba un excelente sabor de boca, que se amplificaría cuando una semana después se conseguía otro en el campo de todo un Betis.
La primera señal de alarma, sin embargo, se escucha ya pronto, muy pronto. Un aviso claro de lo que nos habría de venir. En la tercera jornada, el Cádiz recibe a Osasuna, entonces, rival directo por la permanencia. En el minuto 90 los amarillos ganan 2-1, gracias a los dos tantos de Alex Fernández. A los equipos de Cervera se les podía afear muchas cosas, pero los rivales sabían perfectamente que cuando se ponían por delante en el marcador, les quedaba luego un bocadillo de polvorones que digerir. Difícil, muy difícil, era encontrar ranuras por las que colarse.
Pues bien, en dicho encuentro, y cuando todos estábamos ya en plena ensoñación de conseguir otra salvación holgada, con cinco puntos ya en solo tres jornadas, los navarros consiguen, en el descuento, no solo empatar el partido, ¡sino remontarlo! El 2-3 es especialmente hiriente, tras un fallo defensivo en cadena, iniciado encima por Fali (con lo seguro que se muestra siempre) tras conceder un córner absurdo. El golpe es tremendo, y el equipo se queda muy noqueado tras esta sonora derrota. Derrota que encima hay que masticar dos semanas, debido al parón de selecciones que venía tras este encuentro.
Ni la primera victoria liguera, dos semanas después, en la visita a Balaídos, hace que la melodía suene bien. El cabreo de Cervera pese a sumar los primeros tres puntos de una tacada, es más que palpable al terminar el choque.
Momentaneamente, el Cádiz vuelve a subirse en una nube cuando en la siguiente jornada, los amarillos vuelven a amargar el día al Barcelona (al que ya ganaron en Carranza el año anterior) y consiguen sumar un punto (y gracias) para el equipo catalán, al que los locales tuvieron contra las cuerdas en la recta final. La felicidad se desata en la Tacita, en su momento de gloria.
Era solo, la calma que precede a la tempestad, que aguardaba a la vuelta de la esquina. A la jornada siguiente, vaya. El Cádiz visita Vallecas, club hermano pero rival directísimo en la lucha por la permanencia (lo era entonces, como recién ascendido). Los amarillos no solo pierden contundentemente, sino que lo hacen dando una imagen pésima, irreconocibles. Cervera, otra vez más, y van solo siete jornadas, vuelve a avisar y a clamar en público, de que los jugadores ya no tienen el mismo compromiso, ni defienden como antes, ni tienen la misma implicación. El lema de que la lucha no se negocia, se empieza a resquebrajar.
Y la grieta se hace inmensa cuando nos enteramos por las redes de que varios jugadores salieron esa misma noche de fiesta, tras una derrota como aquella. No solo eso: el club intenta dar imagen de normalidad y tapar el tsunami, pero Cervera abre las compuertas, como hace siempre, y deja caer sobre los culpables todo el peso de la verdad: “no tenían permiso, esto traerá consecuencias”. Ahondaba el técnico en que “esos jugadores y ese comportamiento no representaban al cadismo”.
Dicho y hecho, una semana después, deja fuera de la convocatoria para el partido contra el Valencia a todos los que fueron pillados saliendo sin permiso. La convivencia y unión de la banda, otrora sagrada e inquebrantable, estalla por los aires. Pocas más señales podíamos tener de que esto iba por muy mal camino.
Por si eso fuera poco, cuando todavía estaban resonando los clamores contra la salida nocturna, solo unos días después, Osmajic (que había deslumbrado en verano en la pretemporada pero que en liga no había mostrado absolutamente nada en los minutos que le dio Cervera en la segundas partes) sube la apuesta, y monta un lío un martes en una discoteca de Cádiz, de la que sale de manos de la Policía con un botellazo en la cabeza.
Y Vizcaíno culpa sibilinamente a Cervera de todo el follón mediático por “darle más recorrido del que en realidad tiene”. Por si no teníamos claro la desafección evidente del empresario al técnico, que como sabemos, no se calla nunca. Poco tardó en responderle también públicamente, eximiéndose de ser el culpable de la difusión del famoso vídeo del incidente.
Definitivamente, el espíritu de equipo, de banda de años anteriores, se resquebraja inexorablemente.
Con este caldo de cultivo, evidentemente, lo deportivo se resiente, y mucho. Tras un esperanzador empate en casa ante el Valencia, los amarillos caen en el campo del Español (en un partido horroroso) y peor aún, dejaban que el Alavés, rival directísimo, se llevara los tres puntos de Mirandilla. Desastre absoluto, y el Cádiz entra en descenso por primera vez en temporada y media. Cervera ya lo adelanta, y pide a la afición que sepa convivir con esta situación, nueva para el cadismo en los últimos seis años.
Sería quizás este hecho (sufrir por perder más partidos de los que se ganan, inédito desde que llegara Cervera al club) pero lo cierto es que el entorno entero para hacer borrón y cuenta nueva, y empezar de cero, reseteando a partir del partido en Villarreal, jornada 11. Y durante algunas semanas, así fue.
Todavía hoy cuesta creer que no se ganara aquel partido. Otra muestra como la anteriormente mencionada contra el Osasuna. Imposible imaginar que después de marcar tres goles fuera de casa (tras el histórico hat-trick del Choco Lozano) y plantarse en el descuento con ventaja, un equipo de Cervera no sumara los tres puntos. Pues no. Los cadistas, inexplicablemente, dejaron jugar a su rival, se lanzaron a por el 2-4 ya en el minuto 95 (es que resulta increíble escribir esto de un equipo de Cervera) y lo que se encontraron fue el empate a tres en la contra.
En casa frente al Mallorca, otro rival directo, los amarillos sacan un empate in extremis (de penalti en la prolongación), que visto lo visto durante los 90 minutos, había que dar por bueno. Pasan las jornadas y los de Cervera no ganan en casa, aunque consiguen dar mejores sensaciones.
Dicho lo cual, en la siguiente jornada el Cádiz vuelve a hacer la machada histórica de ganar en San Mamés, y parece que el viento cambia de aires. Se vuelve a ilusionar el cadismo con la posibilidad de la permanencia. Fue un mero espejismo, el último momento dulce de Cervera. Tras otro parón liguero, llegó el desastre en Getafe (4-0 frente al que entonces era colista, cuando hasta ese duelo había solo materializado seis goles sumando todos sus partidos anteriores, ridículo absoluto), y el histórico técnico ya no haría más que caer en picado, sin volver a ganar ningún partido más, y con la única alegría del empate en el Bernabeu.
Las derrotas siguientes también contra un Atlético en su peor momento de liga (por otro contundente 1-4) y en el campo de un rival directo como el Elche (3-1) dejan al equipo tiritando, después de recibir 11 goles en tres jornadas. Inaudito para Cervera, que no sabe cómo parar la sangría, y que ya advierte él mismo que si no llegan pronto las victorias, será cesado. Por mucho que haga balance entre su primer partido como visitante dirigiendo al Cádiz (ante el Jumilla en la temporada 2015-16) y el siguiente más inmediato en el calendario (Real Madrid), los números son difíciles de defender.
Precisamente frente al equipo blanco en su campo, como hemos dicho, se daría su última alegría, que por momentos hizo pensar que el equipo podía remontar, y que Cervera saldría airoso del trance. Fue flor de un día. Un cerrojazo en toda regla, que por más que fuera criticado por los damnificados entonces (como es habitual, luego ellos lo usaron también cuando lo necesitaron), era lo único que podía ofrecer el Cádiz para visitar el feudo del que sería posteriormente campeón de Liga y Champions.
Y así pasamos la hoja del calendario, y entramos en 2022 con la misma tendencia de caída libre, pasado el subidón navideño. El Cádiz, como equipo y como institución, tocan fondo en el primer partido del año en casa frente al Sevilla. Como equipo, con un rosario de (más que esperadas) bajas por covid tras las vacaciones, los de Cervera caen de nuevo y acumulan seis jornadas sin ganar, y ninguna victoria en casa. Pero mucho peor es perder la dignidad fuera del campo, como la hizo sin despeinarse la propiedad del club, al abrir para su regocijo la grada de Tribuna para que ese día, el estadio (para más inri, con nuevas restricciones por la enésima ola de la pandemia), pareciera un Sánchez Pizjuán, de abarrotado como estaba de sevillistas, disparando la indignación de los cadistas, vejados en su mismísima casa (la imagen de Del Nido haciendo una peineta a un hincha cadista, los palcos atiborrados de comida mientras los demás no podían ni beber…despropósito tras despropósito) . Todavía hoy sigue manteniendo Vizcaíno que el club no tuvo nada que ver y que solo mandó al Sevilla las entradas de protocolo que eran obligadas. Como se juntaron todos y muchos más de los que correspondían en Tribuna, fue por generación espontánea entonces, según la versión presidencialista.
Solo unos días después…la puntilla final. El equipo viaja a Pamplona, y cae dando una imagen lamentable, derrotado plácidamente por un equipo que llevaba diez jornadas sin ganar, que era en teoría de nuestra liga. La foto de Cervera, totalmente alicaído en el banquillo, las declaraciones durísimas de Cala al terminar el choque, la poca fuerza que transmite el entrenador en rueda de prensa…no llovió solo agua aquel día. Al final, todo aquello desemboca en lo que nunca nos imaginamos que llegaría, aunque siempre termina ocurriendo. Alvaro Cervera, El Gafa, profeta en su segunda tierra, el entrenador para muchos, más importante de la historia del Cádiz, es cesado ante los pobres resultados y el ínfimo rendimiento. Dos victorias en 20 jornadas, ninguna en casa. Los números, son insostenibles, y le dan la razón al presidente, por más que duela. Porque vaya si dolió. Las imágenes de la afición, desbordando cualquier previsión, esperando a Cervera tras su salida del estadio el día de su adiós, fueron noticia en todos los medios. Todavía ponen hoy la piel de gallina.
Sergio González, como se venía rumoreando, es el elegido para suceder a Cervera, e intentar un milagro que para entonces, se antoja imposible. El Cádiz es penúltimo, con solo 15 puntos, a cuatro de la salvación. El técnico catalán (junto a los importantísimos fichajes que habrían de llegar) tiene la misión de intentar mantener al equipo otro año más en Primera.
Las llegadas en este mercado de fichajes son absolutamente claves para conseguir la permanencia. Luis Hernández, San Emeterio, Alcaraz, Idrissi y Lucas Pérez (por fin, primer fichaje de la nefasta secretaria técnica de Enrique que provenía de nuestra competición y que tenía experiencia en la misma) son, en mayor o menor medida, vitales para el técnico hasta el final de la campaña. Por el otro lado, las cesiones de Osmajic, Martín Calderón, Alvaro Jiménez, más el ostracismo absoluto de Andone y Arzamendia, dejan muy claro el desacierto más rotundo del tándem Enrique-Cordero en el verano, en el que jugaron a la ruleta rusa con los fichajes, y que a punto estuvieron de arrastrar al Cádiz CF con ellos. Para terminar la ignominia, Enrique aprovechó que ya no estaba Cervera para cargarle el muerto del fichaje de Alvaro Jiménez. Osmajic y Martín Calderón, por el contrario, eran “chicos con proyección y son activos del club”. Repugnante.
Sergio empieza marcando claramente lo que va a ser su equipo en su primer partido liguero frente al Español, en el que estuvo ya a punto de conseguir la primera victoria como local. Solo cinco jugadores repitieron en el once inicial con respecto a la que fue la última alineación de Cervera, en El Sadar. Y una semana después, primera victoria en solo dos partidos. Bien es verdad que fue ante un desahuciado Levante, pero era un match-ball que había que salvar, y el Cádiz lo hizo con nota.
Llegamos a otro de los momentos clave de la temporada. El MANGAZO (sí, con mayúsculas muy grandes) histórico sufrido en Palma de Mallorca. Otro match ball ante un rival directísimo, que acabó con derrota del Cádiz después de que los amarillos se adelantaran en el marcador, pero les fueran señalados dos penaltis en contra (vía VAR) ridículos, inexistentes, y que incluso algunos jugadores del Mallorca juzgaron como tales. Aún hoy hierve la sangre recordar que una acción cotidiana de Ledesma, repetida cientos de veces por tantos porteros (saltando a por la pelota con la rodilla por delante, con la mala suerte de que golpea al rival, al que por supuesto ni ve ni mira, en una posición absolutamente natural para maximizar la altura del salto), acabara en pena máxima. O las declaraciones del técnico rival, pretendiendo equiparar lo que pasó en Mirandilla en la ida con este atraco incomprensible, obviando las dos polémicas acciones.
Un resultado que, por la forma de producirse, acompañado de una jornada negra para los intereses del Cádiz en otros campos, dejaba muy tocados a equipo y sobre todo al entorno, que rabiaba de impotencia, justo cuando se podía pensar de nuevo en el milagro de la permanencia.
Entran los amarillos en febrero, un mes que se antojaba crítico: se miden los nuestros ante Celta, Getafe, Granada y Rayo (ya en marzo). Era un valle en el que había que sumar lo máximo posible y hacer puntos contra rivales directos, antes del tourmalet que nos tocaría en las últimas once jornadas, a las que daba auténtico pavor mirar.
Pero como ya le ocurriera en Valladolid, Sergio González sacó más empates que victorias en este tramo, para desesperación de todo el mundo, porque el equipo realmente lo intentaba. Un punto ante el Celta en un partido soso (y gracias, porque otra vez le señalaron un penalti de risa a Ledesma, que él mismo detuvo, ya en el minuto 84, que a esas alturas del partido era como marcar un gol), otro empate ante el Getafe en casa (pese al festival ofensivo ofrecido por la tripleta formada por Pérez, Negredo y Lozano, una auténtica revolución después de seis años de cerverismo) y las enésimas tablas, las que más dolieron, en la visita al Granada, después de que el rival jugara con uno menos durante toda una hora. Pero ni por esas se ganaba, y se entraba con todo el pesimismo a cuestas. Si no se ganaba a los rivales directos, ni siquiera con uno más, si jornada tras jornada, sumábamos solo de uno en uno, cuando vinieran los miuras que quedaban en el calendario, aquello apuntaba a desastre.
El Cádiz, con un modelo completamente distinto (había partidos con picos de 70-80% de posesión, una herejía para Cervera), hacía suyos los encuentros y maniataba a sus rivales, pero se le hacía un mundo perforar la meta rival. En estas estamos cuando llega por fin, la primera victoria como local (rompiendo la maldición que pesaba desde el cambio de nombre del estadio) frente al Rayo, ya en el mes de marzo, con la vuelta al 4-4-2 después del experimento raro de ese 5-2-3 o lo que fuera aquello. Iván Alejo e Idrissi, recuperados para ocupar de nuevo las bandas (olvidadas en el anterior sistema) son el motor del cambio. Estamos en la jornada 27 y el Cádiz se queda a un solo puntito de la salvación, que marca el Granada (premonitorio, ¿verdad?), que esa semana ve caer a su entrenador.
Lo malo es que ahora, toca subir el Mortirolo. De los once partidos que quedan, nueve de ellos son, ¡con los nueve primeros clasificados! A excepción de Elche y Alavés, ya se ha jugado contra los rivales directos, y en todos los duelos hemos salido malparados. No nos van a valer dobles ni triples empates, y tenemos que sacar contra los equipos europeos, los puntos que no hemos sacado con los de segunda mitad de tabla. Parece un imposible incluso para los más optimistas.
La espinada escalera empieza sin embargo con excelentes sensaciones. Es cierto que el equipo de Sergio cayó en el Wanda Metropolitano, pero el juego que ofreció la escuadra gaditana fue por momentos brillantes, merecedores sin duda del empate (que lástima ese regalo de Conan a Joao Félix nada más empezar) e incluso porque no, de la victoria. Todo eso con la enésima jugarreta arbitral, en este caso, en forma de expulsión clamorosa (y señalada en primera instancia) perdonada a Reinaldo. Jugando así, había hueco para la esperanza, aunque había que empezar ya a sumar y no vivir solo de sensaciones.
Enseguida se demostró que estas sensaciones no eran solo apariencia. De vuelta al Mirandilla, el Cádiz vuelve por fin a celebrar una victoria en casa, ante todo un Villarreal, que eso sí, seguramente estaba pensando más en el Bayern (al que terminaría eliminando) que en los cadistas. Un gol (por fin, que así se desquitaba) de Sobrino, con la espinilla, daba igual como fuera, en el último minuto, llevaba el éxtasis a la grada. Las lágrimas de pura emoción y de ensoñación del delantero manchego, o de Ledesma, viendo como el público creía con ellos, emocionaban a cualquiera que las viera, fuera del equipo que fuera. Imposible verlos sin sentir un escalofrío.
Después de tres meses, salíamos otra vez del descenso. Como se podrán imaginar, la ilusión se disparó exponencialmente en la Tacita y en el cadismo. Se podía. Se podrá.
Nuevo parón liguero de selecciones, tras el cual, se juega en Mestalla, donde el Cádiz saca un punto en otro partido muy serio (y por supuesto, con el enésimo error arbitral en contra, por un penalti no pitado sobre Sobrino, que era mucho más clamoroso que el que tuvo que sufrir Iván Alejo en el primero de los dos pitados en Son Moix).
Cuando más optimismo se respira en Cádiz, llega el palo contra el Betis. Que poco dura la alegría en la casa del pobre. Tras otro partido intenso, de derroche de energía de los nuestros, y habiéndonos conseguido poner por delante en el marcador, la enésima jugarreta del VAR (ahora señalando un penalti de Alcaraz por una patada en la que no vio al jugador contrario) y los cambios de Pellegrini dejaron a cero otra vez el casillero de puntos. Más que la derrota, lo que dolía era ver que ni poniendo todo se conseguía sumar, y que el calendario se empinaba, ahora sí, en vertical, teniendo por delante los duelos ante Barcelona, Athletic y Sevilla.
Y se produce el milagro. En un lunes de Pascua, en el último partido de la jornada, al Cádiz le toca visitar el Camp Nou de un Barcelona que es otro desde que lo ha cogido Xavi. Aunque hay luz para la esperanza, puesto que solo unos días antes, los catalanes habían sido eliminados de la UEFA inesperadamente por el Eintracht de Frankfurt. Con todo, Sergio González decide apostar por una alineación plagada de suplentes, seguramente, aunque nunca lo reconozca, dando el partido por perdido.
El Cádiz hace saltar la banca. Con las paradas de Ledesma como pilar fundamental, y el gol de Lucas Pérez al poco de iniciarse la segunda parte (menudo estreno goleador del gallego), que pudo ser más si Alex Fernández no hubiera perdonado al plantarse solo ante Ter Stegen tras una jugada de tiralínea de los cadistas, los amarillos consiguen una primera victoria histórica en el feudo blaugrana, y revientan la lucha por la permanencia, que a partir de ese momento, se encarece mucho más. Las derrotas esa semana de Granada y Mallorca, comprimen todo de forma ostensible. Nadie contaba con estos tres puntos de los cadistas, que salen otra vez del descenso.
Pero igual que pasara poco antes contra el Betis, en la vuelta al Nuevo Mirandilla (a poco que se hubiera sido un poco más eficaz en casa, este Cádiz se habría vuelvo a salvar holgadamente), solo tres días después, frente al Athletic de Bilbao, los amarillos vuelve a naufragar. En una primera parte infame, los cadistas ven como el rival se adelanta por 0-3, y echa un jarro de agua fría sobre las ilusiones con la salvación, disparadas tras la hazaña conseguida el lunes anterior. Aunque la esperanza vuelve a tener su cuota de protagonismo en la segunda parte, en la que los cambios de Sergio cambiaron por completo la cara al equipo, que recortó hasta el 2-3, y que vio como un disparo con mucha rosca de Fali se estrellaba en el palo en lo que hubiera sido un empate muy importante, más viendo como había comenzado el choque.
Empate que sí se consiguió a reglón seguido en el Sánchez Pizjuán, y que pese al mal inicio del equipo visitante, casi termina en victoria de los cadistas, que deslabazaron a su rival, que acabó muy pitado por los suyos. El punto se consigue gracias a la barbaridad de gol que hace de falta directa Lucas Pérez, que habría que enmarcar y poner en algún museo. Una obra de arte, que venía a confirmar que para jugar en Primera, hay que gastarse el dinero en calidad, hay que comprar el gol.
Ahora sí, toca dar el do de pecho en casa. No se puede fallar. Viene el Elche, uno de los pocos valles en este criminal calendario de final de temporada, y además llega ya salvado. Si no se gana este partido, es que no se merece seguir en Primera. Y se ganó. Con claridad y contundencia, en una segunda parte (los goles, eso sí, se hicieron esperar), en la que los cadistas demostraron claramente quien era el que se estaba jugando la vida. Los de Sergio acaban la jornada 35 con tres puntos de ventaja sobre el Mallorca, que marca la salvación.
Pero no hay tiempo para celebraciones. Como es habitual en San Sebastián, el Cádiz cae derrotado de forma incontestable frente a la Real Sociedad, en un partido muy flojo de los amarillos. Mal momento, porque lo que viene después es todo un Real Madrid. Para colmo, el Granada sorprende ganando al Athletic, y el Mallorca también empatando en el Sánchez Pizjuán. La clasificación vuelve a comprimirse.
Así que toca ganar al Real Madrid en casa, por mucho que se trate del ya campeón de liga, y finalista (entonces) de la Champions. Ancelotti ya ha confirmado que irá con el equipo reserva, y hay que aprovecharlo. Se necesita la victoria para seguir dependiendo de nosotros mismos en la última jornada. Y a pesar de que el Cádiz lo intentó con todo, naufragó esa tarde. Permitió, en una entrada en frío al partido, que Mariano (sí, Mariano, que no jugaba ni en los entrenamientos) marcara nada más comenzar el duelo, y aunque luego pudo empatar gracias al tanto de Sobrino, necesitaríamos dos páginas más para enumerar las ocasiones que, minuto tras minuto, ante la permisividad de un Madrid que no quería hacer sangre con un equipo que se jugaba la vida, fallaba el equipo local. Las hubo de todos los colores. Apretaba la grada, los jugadores echaban el resto, pero nada. Ni siquiera de penalti (que erró Negredo) fue capaz el conjunto cadista de anotarse la victoria.
La estocada final llegaba con el gol del Mallorca en el 91, que le daba la victoria frente al Rayo, y volteaba por completo la clasificación. Ahora el Cádiz, que dos jornadas antes respiraba con un colchón de tres puntos, se va a Vitoria como tercero por la cola, teniendo que esperar un milagro: ganar, y que no lo hagan o Granada o Mallorca, que también se enfrentan a rivales que ya están de vuelta. Las caras de los jugadores cadistas al finalizar el choque, pese al punto conseguido, lo decían todo. Ni siquiera la despedida de Salvi de su estadio podía hacer disimular la tremenda decepción.
Esa decepción, como suele ocurrir, se fue transformando poco a poco en ilusión. “Si ganamos en Vitoria, algo pasará”. Toda la semana se habló, y muchísimo, de como el Osasuna podía echarnos una mano para alcanzar al Mallorca (hasta pudimos ver como el club rojillo ponía nuestro escudo en su videomarcador) y al final terminó pasando, como ocurre muchas veces en el fútbol, lo más inesperado.
Nadie contaba con que el Español, que hacía muchas semanas que venía deambulando de mala manera por la liga, que había despedido a su entrenador para las dos últimas jornadas, y que iba a Granada sin su mejor jugador (Raúl de Tomas, que forzó una amarilla para quitarse de en medio) fuera finalmente el aliado cadista. Como ocurre en estas últimas jornadas, los transistores (ahora móviles inteligentes) echaban humo y jugaban tanto como los futbolistas amarillos en Vitoria.
Tras una primera parte más bien floja, en la que no se dio nada con lo que ilusionarse, tras el descanso, ahora sí, el Cádiz sale a por todas en Mendizorroza (donde recordemos, casi actuaba como local, tras la reacción del público local a favor de los amarillos, tras la canallada de su directiva de poner las entradas visitantes a precios desorbitados, ofreciéndose los hinchas locales a regalar carnets o comprar entradas para aquellos cadistas que quisieran acudir).
El Mallorca empezó a ganar su partido en Pamplona nada más empezar la segunda mitad, y el Cádiz, que se entera del gol bermellón, toca zafarrancho. Las ocasiones se suceden, pero el gol, no llega. Recuerda demasiado a la jornada anterior.
Y en el minuto 70, se para el mundo durante cinco minutos. Al Granada le señalan un penalti a favor absolutamente ridículo, otro más, por unas manos insignificantes. Se hace el silencio en la esquina de Mendizorroza donde se viste de amarillo. “Es el fin”. Pero no. Jorge Molina, otrora verdugo del Cádiz, manda fuera el balón. Sin tiempo para digerir la alegría, ya en directo, Jose Mari (el gran fichaje del último cuarto de liga) da un pase con el exterior de crack a Iza, al que deja solo. El portuense la cruza fuerte y rasa, con mandan los cánones, y el Choco Lozano, llegando con ese fuerza arrolladora que tiene, se cuela entre tres defensas y el portero para mandarla a la jaula. Locura y éxtasis absoluto. Quedan quince minutos.
Quince minutos en los que de nuevo se nos paró el corazón cuando en un centro lejano, el Pacha salta, el delantero remata por detrás de él, y en la caída, el balón golpea la espalda del uruguayo (que va con los brazos en alto). El trencilla señala penalti, pero quiere el destino que por una vez, el VAR haga justicia, y llama al árbitro, que, en una decisión que se ve menos a menudo, admite su error y deshace la pena máxima. Esta claro que hoy sí, es nuestra tarde. Hecho que se confirma cuando vemos que los nazaríes, volcados totalmente contra la portería de su rival, fallan dos ocasiones claras ya en el descuento, balón al palo incluido.
Se acaba el partido en Vitoria. Se acaba el partido en Los Cármenes. Se acaba la temporada. El Cádiz, milagrosamente, está otro año en Primera. Y yo, estimados seguidores, aún lloro al recordarlo mientras escribo estas líneas.
Terminamos el resumen recordando que el filial consiguió la permanencia en 2RFEF, pero el ambiente alrededor del B fue más que enrarecido durante toda la temporda.
Merece mención aparte también el mamoneo (ya me perdonarán el lenguaje) del estadio. Del ya mencionado cambio de nombre, pasamos al baile de ofertas y rechaces de la compra del actual estadio gaditano. Ahora lo ofrece el Ayuntamiento, ahora lo rechaza el club. Y empieza a hablarse de construir un nuevo estadio, en varias zonas de la ciudad o incluso fuera. Un sinsentido.
El club sin embargo dio un golpe de timón con este tema, y se lanzó a comprarle el estadio al Consistorio, a la vez que se hacía con los antiguos terrenos de Delphi, a la par que Vizcaíno insistía ahora que su idea había sido siempre la de mantener el estadio en la ciudad.
Y por último, en el capítulo de noticias tristes, sin duda una de las más duras fue lamentar la pérdida de Antonio Navarrete, delegado del club durante muchísimos años. Descanse en paz, siempre estará en nuestro recuerdo.
CREACIÓN FICHA: 01/07/2021
ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN: 15/07/2022
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