Una vez más, la afición ha tenido que ver cómo su equipo se salvaba in extremis de la quema. Una promoción complicada ante el Eibar, que requirió de un partido de desempate en Madrid, ha dejado a la hinchada tocada. Por supuesto, el sevillano Pepe Valera se marcha, y toca buscar nuevo entrenador.

Tras el susto pasado en la anterior temporada, todos quieren alguien que traiga la tranquilidad necesaria, y que ponga las primeras piedras para, a medio plazo, poder empezar a disputar el ascenso con los gallitos de la categoría.

Salen muchos nombres a la palestra para el banquillo, pero el que se lleva finalmente el gato al agua es un relativamente desconocido Julio Vilariño: exjugador de Celta y Betis, su bagaje como entrenador es aún escaso: Riotinto, Balona Linense y Jerez Industrial son sus principales referencias.

Aún así, el presidente le hace un contrato por nada menos que cinco temporadas, toda una demostración de confianza. A punto estuvo de cumplirlo en su totalidad, pero el doloroso descenso de 1969 lo impidió.

En su primera campaña al frente del banquillo, el gallego consigue la permanencia de forma raspada. Si bien no de forma tan agónica como la anterior, los amarillos tienen que esperar al penúltimo partido para certificar de forma matemática la continuidad en la división de plata. Mucha "culpa" de esto la tiene Juanito Mariana, que si bien sólo anota dos goles, da todo un recital de juego en la mediapunta.

La cantera gaditana está en alza: Joselito Lara, que habría de jugar en Primera División en años venideros, debuta esta temporada, procedente del Balón, dando muestras de la gran calidad que habría de explotar posteriormente.