Temporada desastrosa en todos los sentidos, que acaba con el descenso a Tercera tras catorce campañas consecutivas en la división de plata. Lo que debía ser la campaña del salto a Primera terminar por convertirse en el infierno del descenso.

Nada hacía presagiar el fatal desenlace cuando la plantilla se presenta en verano. Julio Vilariño continúa, un año más, al frente del banquillo amarillo, el cuarto ejercicio liguero del gallego en Carranza.

El club amarillo se muestra aceptablemente resolutivo en casa, pero del todo inoperante lejos de Carranza. Únicamente tres puntos sumaría el cuadro de Vilariño a domicilio, un bagaje pobrísimo que requería de una efectividad como local del 100% para no descender, algo que por supuesto no ocurrió.

Viendo que el equipo no carbura como se desea, y ya teniendo como único objetivo atar cuanto antes la permanencia y empezar a pensar en el año próximo (a nadie se le pasa por la cabeza que el peligro de descenso se haga real), la directiva realiza varios fichajes: Sierra, Bancalero, Molina, Endrina,...salvo el central sevillista, ninguno de ellos cuenta para el entrenador, y no aportan nada al equipo.

El cadismo asiste atónito a la desidia de los jugadores, y ven impotentes como el club se van hundiendo en los sótanos de la clasificación. El Cádiz todavía tiene una última oportunidad de salvarse, y acceder a la promoción como mal menor. Necesita sacar un resultado positivo en Mendizorroza y esperar que una ayudita en Elche (el Betis visita al Ilicitano) y Sevilla (donde juega el Mestalla).

No hubo que estar mucho tiempo pendiente de los transistores. El último partido resume por sí solo lo que fue la temporada: el duelo decisivo se salda con una dura goleada (5-1) en el campo del Alavés, que elude así el descenso, pero que bajaría posteriormente en la promoción.