La mejor temporada de la historia del Cádiz la dirige un técnico que estará para siempre impreso con letras de oro en el libro de insignes del club amarillo: Víctor Espárrago. Su éxito en el Cádiz le sirvió como trampolín para ocupar banquillos de la categoría de Valencia o Sevilla.

Este duodécimo puesto tiene todavía más valor después de los resultados de la pasada campaña, en las que los amarillos fueron colistas dos veces (en liga regular y posteriormente, en el playoff de descenso) y al que sólo una liguilla inverosímil le permitió seguir con vida.

Mucha parte de este éxito se debió a que el uruguayo supo reconducir a un Mágico González que parecía perdido para la causa. El salvadoreño se "portó" mejor que nunca, se dedicó a jugar, y nos regaló goles imposibles como el que le hizo al Murcia.

Aunque no todo se sostuvo en el genial astro centroamericano. Lo que diferenció a esta campaña de otras fue que, esta vez sí, los fichajes aportaron un plus que casi nunca traían. Zalazar hace una campaña simplemente para enmarcar; llegan los centrales Oliva y Carmelo, que marcarán una era en el centro de la zaga y el onubense Andrés Fernández, que destacaría sobre todo en la primera vuelta.

A ellos se unen jugadores que ya estaban en nómina en el club, como el portero Jaro, Amarillo, Cabrera, Villa, Manolito, Chico Linares, Juan Jose, Francis o Montero; y canteranos que vienen pisando fuerte, como Barla, Cortijo, Jose González o Calderón (elegido mejor lateral izquierdo de la liga por la revista Don Balón).

El Cádiz establece records en la máxima categoría que difícilmente podrá igualar. Consigue ganar en sus tres primeras salidas de forma consecutiva, registra la mayor goleada a domicilio de su historia (1-4 en Mallorca) y marca un listón de 47 tantos a favor, guarismo que continúa hoy muy lejos de superarse.

La afición no daba crédito a la tranquilidad con la que afronta el tramo final de liga. Cuentan las malas lenguas que el desaparecido Irigoyen le pedía a Espárrago que su equipo perdiera partidos, porque "esta tranquilidad trae muy malas taquillas". Lo cierto es que Carranza jamás volvería conocer aquella placidez en Primera que sólo un genio como Espárrago podía generar.